En 2011 Barack Obama, Premio Nóbel de la Paz, ordenó a la CIA que asesinara en Yemen a un ciudadano estadounidense, Anwar Al Awlaki, que nunca había sido juzgado ni -en consecuencia- había cometido ningún delito.
Ocurrió pocas semanas después de la muerte oficial de Bin Laden, también dirigida por Obama.
Tras matar a Al Awlaki, Obama ordenó matar a su hijo de 16 años, una tarea que la CIA cumplió de la misma manera: enviando un dron. El adolescente murió junto con un primo cuando hacían una barbacoa. Incluso el New York Times se rasgó las vestiduras, preguntando al más puro estilo hipócrita que les caracteriza: “¿Es esto lo que hace Estados Unidos?”
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