Del mismo modo que los adultos, los niños también tienen dificultades con el estrés. Un exceso de tareas, los conflictos en sus familias y los problemas con los compañeros suelen ser los factores de estrés que abruman a los más pequeños.
Por supuesto, una cierta cantidad de estrés es normal. Es habitual sentirse estresado por comenzar la escuela o ante la perspectiva de un examen importante. La clave para ayudar a los niños a manejar el estrés tiene que ver con enseñarles a resolver sus problemas, planificar y saber cuándo decir no a las diversas actividades y compromisos.
He aquí algunos consejos para ayudar a tus hijos a manejar el estrés con éxito.
1 . Controlar la sobreactividad.
Uno de los mayores factores de estrés para los niños es el exceso de actividades. Hoy se espera que los niños presten atención y trabajen en la escuela durante siete horas, sobresalgan en las actividades extracurriculares, vuelvan a casa, terminen la tarea y vayan a la cama para volver a hacerlo todo de nuevo al día siguiente. Pero ¿dónde está el tiempo de inactividad?.
Los niños necesitan ese tiempo de inactividad. Sus cerebros y cuerpos necesitan descansar y ellos no pueden darse cuenta de esto por sí mismos. Así que saber si tu hijo tiene un exceso de actividades es importante al objeto de asegurarte de que en su agenda hay suficiente tiempo de inactividad.
2 . Dedicar un tiempo para jugar.
Es importante realizar actividades en las que no exista la presión o la competencia. Los niños más pequeños suelen hacer esto de forma natural. Pero los niños de más edad pueden olvidar simplemente cómo jugar. Combinar el juego con la actividad física es también fundamental para el bienestar.
3 . Hacer del sueño una prioridad.
El sueño es vital para todo, desde reducir el estrés hasta impulsar el estado de ánimo o mejorar el rendimiento escolar. Si tu hijo no está durmiendo lo suficiente puede ser otra señal de alerta de que está demasiado atareado. Una vez más, reducir los compromisos suele ayudar. También es útil hacer hincapié en la importancia del sueño y en la creación de un entorno que lo facilite.
4 . Enseña a tus hijos a escuchar sus cuerpos.
Enseña a tus hijos a comprender su propio cuerpo y la fisiología del estrés. Anímalos a escuchar lo que sus cuerpos están diciendo. Si bien es normal que el estómago de un niño se sienta nervioso en el primer día de escuela, salir de clase por un dolor de estómago o despertarse varias veces con un dolor de cabeza es un signo de que hay demasiadas cosas.
5 . Maneja tu propio estrés.
El estrés es muy contagioso. Cuando los padres están estresados, los niños también se estresan. Si estás viviendo en un ambiente poco estructurado tu hijo lo notará de inmediato. Es importante servir de modelo a tus hijos para que lleguen a afrontar con eficacia el estrés.
6 . Prepara a tus hijos para hacer frente a los errores.
Una gran parte del estrés infantil proviene del miedo a cometer errores. Hay que recordarles que no se espera de ellos que lo hagan todo bien. Además, si bien es cierto que tomar buenas decisiones es una habilidad importante, es tal vez más importante aprender a recuperarse de una mala decisión.
Es fácil estresar a nuestros hijos por no ayudarles a entender que meter la pata es parte del proceso.
Es necesario ayudar al niño a entender los pasos a seguir después de una mala decisión.
El mal de la civilización es la mente patriarcal. Y no me refiero sólo a la sociedad patriarcal que hace que los machos predominen sobre las mujeres y tengan un acceso más fácil al poder y a la economía. Me refiero a una forma de mentalidad que actualmente ya todos compartimos, hombres, mujeres y niños, contaminados por el mismo virus.
…
– ¿A qué nos referimos exactamente con esa «mentalidad patriarcal»?
A una pasión por la autoridad. Por el ego, el ego patrístico, un complejo de violencia, desmesura, voracidad, conciencia insular y egoísta, insensibilidad y pérdida de contacto con una identidad más profunda.
Hay quien cree que todo esto forma parte de la naturaleza humana y que siempre ha sido así.
Pues no. Hay indicios de la existencia de un pasado matrístico y aún hoy existen algunas sociedades indígenas de estas características que no funcionan en absoluto con estas directrices y valores que conocemos en la civilización. Esta mente, lejos de ser inherentemente humana, en realidad empezó a gestarse hace sólo unos 6.000 años, cuando, ante una crisis de supervivencia, ciertas poblaciones agrícolas arcaicas indouropeas y semitas tuvieron que volver a hacerse nómadas y acabaron convirtiéndose en comunidades de guerreros depredadores.
– ¿Y cómo se manifiesta esta mente patriarcal?
En unas relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia, que interfieren en la capacidad de establecer vínculos adultos solidarios y fraternales. El cerebro patriarcal-racional llama a la competencia, mientras que el femenino llama a la cooperación. Esta dependencia y obediencia compulsiva (a los gobiernos y al poder en general) no sólo son enajenadoras para el individuo sino que constituyen distorsiones, falsificaciones y caricaturas del amor.
Permitirme empezar diciendo que tanto los niños como cualquier persona adulta necesitan dar expresión a sus emociones y sentimientos. Los niños son auténticos y espontáneos por tanto sienten sus emociones intensamente. Cuando las expresan es para hacernos ver y darnos cuenta de su gran mal estar. Las emociones y sentimientos están para ser sentidas y expresadas. Son el mecanismo de defensa que la naturaleza nos dio para conectar con aquello que nos produce dolor o nos falta. No obstante, muchos aprendimos a reprimirlas hace ya muchos años por miedo a ser juzgados, criticados, maltratados, no aceptados, rechazados, regañados, castigados, pegados o no queridos.
Llamarle rabieta, berrinche o pataleta al comportamiento de un niño cuando necesita expresar una intensa emoción o sentimiento de gran mal estar es emitir un juicio y etiquetarle. Su sentimiento de frustración e impotencia es tan grande que lo necesita expresar llorando o gritando. En ocasiones les negamos sus pulsiones innatas o sus necesidades más básicas no son satisfechas. Cuando sentimos miedo, angustia, frustración, desvalorización, impotencia, enfado, juicio… Los índices de adrenalina y cortisol suben en nuestro cerebro. Esto provoca una reacción emocional descontrolada en los niños y dolor de cabeza o migraña en adultos. En ese preciso momento para que los índices bajen necesitan nuestra serenidad, calma, amor y tiempo para poder relajarse y calmarse. Si nos descontrolamos nosotros no se sentirán seguros ni aceptados y vuelta a empezar… Tienen derecho a sentirse mal. Nuestra responsabilidad es intentar evitar dichas situaciones o en caso de explosión acompañar amorosamente validando y nombrando lo que sienten.
En mi opinión, lo más importante no es cómo vamos a acompañar estas “rabietas” o qué podemos hacer para que se calmen una vez ya han perdido el control. Eso vendría después. Nuestra responsabilidad como adultos es ir más allá y aceptar y reconocer que detrás de cada “berrinche” hay un motivo absolutamente valido y legítimo seamos conscientes de ello o no. No ser conscientes ni saber qué le produjo o le sigue produciendo tal malestar no nos exime de la responsabilidad de intentar averiguarlo para, de este modo, poder evitarlo en un futuro. Si nuestra mirada estuviera más en cómo se SIENTEN en vez de en cómo se COMPORTAN evitaríamos muchos conflictos.
Ningún niño llora, grita, pega o se enfada para molestar o ridiculizar a sus padres. Simplemente hacen lo que la naturaleza programó y diseñó. Como ya he comentado las emociones y sentimientos están para ser expresados, no reprimidos. Ya sabemos que tener que reprimir emociones negativas para obtener la aprobación de los demás provoca alteraciones en el comportamiento y el aprendizaje y nos distancia de nuestro ser esencial, pero ése ya sería otro tema.
Nosotros, los adultos, somos quienes les podemos hacer de modelo a la hora de mostrar nuestras emociones y sentimientos. Desafortunadamente a muchos de nosotros también nos faltan herramientas y queremos y necesitamos que sean los niños los que se controlen para que nosotros no perdamos el nuestro. La verdad es que debería ser al revés, a mi entender. Si estamos en un lugar público aún nos sentimos peor por miedo a ser juzgados por las demás personas. En esos momentos nos deberíamos preguntar:
¿Qué me pasa a mí cuando mi hijo no cumple mis expectativas o las de los demás?
¿Dónde y de quién aprendí a tener miedo de ser juzgado por los demás?
¿Por qué me preocupa más lo que los demás estén pensando y sintiendo que lo que piensa y siente mi hijo ahora mismo?
¿Cómo reaccionábamos nosotros de pequeños al enfado o la frustración y cómo lo gestionaban nuestros padres?
En esos momentos sería necesario darle voz a nuestro hijo:
¿Hay algo que pudiera yo hacer para hacerte sentir mejor?
¿Necesitas algo?
¿Puedo abrazarte o besarte?
Entiendo que estés muy enfadado o frustrado por que… pero es que…
¿Quieres decirme o pedirme algo?
Si en ese momento no puede hablar ni escucharnos, pasadas unas horas podemos nombrar lo pasado y darle voz de nuevo.
Solemos ser autoritarios y arbitrarios con los niños, les mandamos, les obligamos, les chillamos, les damos prisas, les amenazamos, les criticamos, les sermoneamos, les juzgamos, les castigamos, les pegamos, les premiamos, les comparamos, les evaluamos, les examinamos… En resumen, tienen muy pocas ocasiones para poder ser ellos mismos y tomar sus propias decisiones. Viven en un mundo hecho por y para los adultos. En ocasiones se les tiene muy poco en cuenta. Somos los adultos quienes decidimos cuando van a dormir, cuando se levantan, cuando tienen que ducharse, cuando, qué y cómo deben comer, qué ropa deben ponerse y cual no, cuando pueden jugar o no y de qué forma y cuanto tiempo, qué y cómo deben aprender y a qué ritmo, con quien los dejamos… Nuestras necesidades y deseos casi siempre se anteponen a la de los niños. Son ellos quienes deben adaptarse a nosotros y a esta rápida y estresante forma de vida. Algunos pensaréis que exagero y en especial los que nos denominamos padres conscientes y que practicamos la educación y la crianza respetuosa. No obstante, el comportamiento de nuestros hijos da evidencias de que quizás algunas necesidades no están siendo satisfechas y de que hay cierto malestar.
Pongámonos por un momento en su lugar. En sus cuerpecitos, en sus mentes, en sus corazoncitos, en sus almas… ¿Qué pensáis que puede estar sintiendo vuestro hijo, nieto o alumno ahora mismo?
Y no sólo esto sino que además nosotros, sus padres, las personas más importantes para ellos, estamos la mayor parte del tiempo estresados, ocupados y preocupados por seguir el ritmo que nos hemos impuesto. No somos, en ocasiones, el mejor modelo para ellos.
Los niños necesitan de nuestra atención y presencia diaria. ¿Cuántas horas o minutos reales al día estamos presentes y conectados con ellos? No me refiero a compartiendo el mismo espacio cada uno haciendo lo suyo. Me refiero a estar con nuestro corazón y mente con y para ellos, sin móviles, sin tareas, sin pensar… Simplemente estando, compartiendo, escuchando, mirando… Muchas veces piden cositas materiales o dulces como pedidos desplazados de atención. Se sienten vacíos, emocionalmente hablando, y necesitan llenarse.
Necesitan ser queridos incondicionalmente y no por cómo se comportan o por lo mucho que aprenden.
Necesitan ser mirados, escuchados y tenidos en cuenta.
Necesitan poder tomar algunas decisiones sobre sus propios gustos, preferencias e intereses.
Necesitan poder ir a su ritmo. Necesitan poder equivocarse para darse cuenta y poder aprender.
Necesitan no ser juzgados ni criticados.
Necesitan ser aceptados por quienes ya son y no por quienes esperamos y deseamos que sean.
Necesitan sentirse respetados y dignos de nuestro amor. No son diferentes de los adultos, simplemente son más jóvenes,pero seres humanos con las mismas necesidades que nosotros, los adultos.
Nosotros de niños necesitábamos lo mismo pero se nos olvidó. Y muchos no lo tuvimos, quizás por esta razón nos es tan difícil el poder darlo ahora de adultos. Es tremendamente difícil dar lo que no se tuvo. No tenemos ningún registro emocional o modelo a seguir. Solemos hacerles a los niños lo mismo que nos hicieron. Ayudémosles a llegar a ser quienes han venido a ser. Hagamos todo lo posible para llegar a ser la mamá o el papá que ellos necesitan que seamos.
La infancia es la etapa más corta de la vida de un individuo y es la que queremos que pase más rápido. Y paradójicamente toda nuestra vida va a depender de cómo hemos vivido esos primeros años de amparo o desamparo. ¿Por qué nos cuesta permitir que los niños sean niños cuando realmente lo son? Un niño de 2 años, 5 años ó 9 años sólo puede ser un niño de 2 años, 5 años ó 9 años durante 1 año de su vida. Nunca más lo volverá a ser.
La infancia es la etapa más importante de un ser humano. Todo nuestro carácter, personalidad, características, habilidades, cualidades, pasiones, talentos, principios y creencias dependen de la infancia que hemos vivido. Es cuando los niños hacen todas las conexiones neuronales necesarias para su futuro aprendizaje. Es cuando entienden cómo funciona el mundo. Es cuando se forja su autoestima, seguridad, empatía e identidad. Es cuando aprenden los valores de los adultos que les rodean. Es cuando se conectan o desconectan de su mundo emocional. Es cuando pueden conectar con su ser esencial o no para luego poder tomar sus propias decisiones. Es cuando más dependen de nosotros y de nuestro amor incondicional. Nos necesitan ahora, hoy, en este preciso instante. Hay una frase que me gusta mucho: “Mamá, mamá… quiéreme cuando menos me lo merezca porque será cuando más lo necesite…”
Dicho todo esto y viendo un poco más la realidad emocional de los niños, yo me pregunto cómo no van a tener reacciones emocionales explosivas de vez en cuando con lo que están teniendo que soportar y vivir. Dicho así podría parecer que estoy exagerando, ¿verdad? Muchas veces no vemos el escenario completo, sólo vemos que ha perdido el control porque quería esto o lo otro y pensamos que ese juguete o esa golosina es el motivo o el causante de una rabieta. La verdad es que hay mucho más en juego, pero no nos paramos a verlo ni somos conscientes de ello. Los caprichos y las rabietas simplemente son las experiencias que ellos utilizan para podar dar expresión a su malestar interno. El juguete o golosina simplemente son lo que necesitan para descargar todo lo demás. Cuando un niño se descontrola tanto cuando le decimos “no” a algo no es sólo por ese “no” sino por todos los “noes” que lleva escuchando hace tiempo. Me explico, al negarle algo a un niño pequeño él lo vive como una negativa a su pulsión vital, a sus deseos, a su vida, a su ser y a su persona. Y en ocasiones no puede soportarlo.
¿Qué podemos hacer entonces? No les vamos a dar todo lo que quieren, ¿verdad? Por supuesto que no, pensaréis algunos. Si a un niño le hablamos, le explicamos, le escuchamos, le entendemos, le aceptamos tal y como es sin resistirnos a él, desde que es pequeño, le será más fácil entender que algo no puede ser o no lo puede tener. No es lo mismo informar de un límite y validar sus emociones que limitar arbitrariamente. Tampoco es cuestión de que seamos nosotros quienes tenemos todo el control o que lo tengan ellos. Se trata de no hacerles tantas cosas “a” los niños y de hacer más cosas “con” ellos. Hablarles, explicarles, validar sus emociones y nombrar nuestras necesidades e intentar satisfacer las suyas en la medida de lo posible.
Necesitan que seamos más cómplices y menos rivales. Hay mucha desconexión emocional y falta de comunicación entre padres e hijos hoy en día y mucha lucha de poder. Eso en ocasiones es la causa real de muchas rabietas.
No pasamos suficiente tiempo con ellos. Me refiero al tiempo que ellos necesitan no al que nosotros estamos dispuestos a darles. Les falta presencia, mirada y aceptación. Aunque sea poco el tiempo que pasemos con ellos, si es con presencia y conexión ellos lo notan y lo agradecen. Sus deseos son importantes para ellos al igual que los nuestros lo son para nosotros. Muchas veces podemos pensar que nuestro hijo es distinto, que nosotros sí le estamos dedicando tiempo y le queremos y aceptamos y sin embargo sigue comportándose del mismo modo. Cada día de mi vida miro a nuestros 3 hijos y según se sienten y se comportan sé si estoy o no suficientemente presente y conectada con ellos y si se sienten lo suficientemente respetados, libres, mirados y tenidos en cuenta para poder ser ellos mismos y tomar algunas decisiones. Yo no puedo juzgar si les estoy dando lo que necesitan o no. Sólo lo puedo saber y constatar observándoles. Cuando están inquietos, necesitan molestar a otros, se quejan con frecuencia… Es como la lucecita roja del depósito vaciándose que me está diciendo que les falta mirada, presencia o atención. En esos momentos es cuando más nos necesitan y más conscientes tendríamos que estar de su malestar y desconexión. Ya he dicho en muchas otras ocasiones que cuando nos sentimos bien nos comportamos bien. Cuando nos sentimos mal nos comportamos mal. Esto es así para los niños y para los adultos.
Es muy difícil para un niño poder gestionar su malestar y su falta de conexión con papá y mamá. Se siente solo, confuso y perdido. Simplemente lo expresa y nosotros lo nombramos como rabietas, pataletas o berrinches. Como si eso formara parte del diseño humano o fuese una etapa evolutiva de su desarrollo. Esas expresiones son el efecto secundario del malestar o desconexión que sienten por dentro. Son el síntoma, no el problema en sí.
Un niño feliz, contento, satisfecho, amado incondicionalmente (sin condiciones, simplemente por ser quien es), respetado, tenido en cuenta, valorado… no necesita explotar emocionalmente. Se enfada o se frustra, claro está, como a todos nos pasa de vez en cuando, pero si estamos con él y le validamos y le acompañamos y damos nombre a eso que le pasa, seguro podrá gestionarlo y entenderlo. Tenemos que sostenerles. No se trata de evitar todas las situaciones hostiles ni de permitirlo todo. Se trata de cómo lo gestionamos y de entender el origen de tal malestar y aceptar nuestra parte de responsabilidad.
Hay quienes defienden que los bebes y niños lloran para dar expresión al estrés a modo de descarga por lo que están soportando como si eso fuese algo natural. Que un niño sienta estrés no es natural en absoluto. Que un niño necesite descargarse no es natural. Personalmente, discrepo con este argumento ya que el estrés es provocado por un aumento de adrenalina y cortisol en el cerebro por un gran miedo, malestar o experiencia traumática. Pensar que un niño necesita llorar y patalear para sanarse no es del todo exacto. Un niño necesita amor, contacto, apego, presencia, permanencia, disponibilidad, mirada y escucha para sanarse. Si llora y patalea es porque sigue sintiéndose mal y desconectado emocionalmente de mamá y papá.
Cuando ya explotó, es porque hubo la carencia emocional, malestar o necesidad no satisfecha y es entonces cuando necesita poder expresarlo y sacarlo, pero no confundirlo con que ésa es la forma natural de dar expresión al estrés. Ésa es la forma natural y única que tiene un niño de pedir auxilio, amor, mirada, comprensión, aceptación, presencia, atención… Una vez que hay estrés, sí habrá que sacarlo y expresarlo. Nosotros estamos para ver, aceptar, cambiar o mejorar lo que siente en ese preciso momento e intentar prevenirlo en un futuro.
Simplemente hacerle sentirse bien. Llora y patalea porque se siente mal y desconectado, no lo olvidemos. Podemos hacer algo para provocar bienestar y paz interna y entonces tal expresión deja de ser necesaria. Incluso bebes que han nacido de partos muy traumáticos, teniendo que ser separados de sus madres para ser intervenidos quirúrgicamente, no han necesitado casi llorar si luego han podido estar cuerpo con cuerpo con su madre (método canguro). Lloran cuando viven la experiencia hostil, mientras la están sintiendo en sus entrañas, no cuando ya pasó.
Somos los adultos quienes necesitamos llorar viejas heridas. Los niños viven el aquí y el ahora. Si aún así, tomando conciencia de lo dicho anteriormente, no podemos evitarles un berrinche, claro está, tendremos que acompañarles de la forma más amorosa, sostenedora y respetuosa posible. Con palabras o silencios, caricias, abrazos, disculpas… Si les gritamos, castigamos, exigimos que se callen les provocamos aún más frustración y por consiguiente más malestar al no ser comprendidos y la rueda sigue y sigue. Nuestra mirada debería estar en evitar tales escenas y vivencias. No pensar que son formas naturales de liberación del estrés.
Sí es posible el cambio de paradigma si estamos dispuestos y dispuestas a tomar conciencia de verdad sobre qué nos pasa a nosotros cuando nuestros hijos o niños en general, expresan su malestar o desconexión. Si giramos la mirada hacia los niños en momentos de malestar y necesidad de expresión emocional (ya no quiero llamarlo rabietas) veremos que todo se ve de otro modo. Preguntémonos de nuevo:
¿Qué me pasa cada vez que mi hijo pierde el control?
¿Qué me pasa en mi interior cuando están en juego mis necesidades y las suyas?
¿Pudieron mis padres satisfacer las mías?
¿Tuve en mi niñez toda la atención, mirada, respeto, aceptación, amor incondicional… que necesitaba?
La predisposición a mostrar ciertas características o tendencias innatas fue un tema que fascinó a Rudolf Steiner, quien, basando sus investigaciones en conocimientos ancestrales y completándolos con su estudio científico y antroposófico, realizó una división de 4 temperamentos: melancólico, flemático, sanguíneo y colérico. Cada uno de estos cuatro temperamentos o disposiciones anímicas tiene sus propios rasgos distintivos y se basan en un elemento natural, pues la naturaleza incide de manera determinante en el ser humano cuando encarna. El ser humano será influido en mayor medida por uno de ellos, aunque hallaremos signos de todos los temperamentos en cada uno de nosotros, lo que deriva en la riqueza y diversidad tan característica de nuestra especie: cada ser humano posee una combinación única e irrepetible de estos cuatro temperamentos.
Cabe destacar que estas características, que describiremos utilizando conceptos abiertos, pueden expresarse desde diferentes polaridades. Así, una persona con altos dotes de liderazgo puede convertirse en un líder amoroso y comprometido o caer el en autoritarismo totalitario. El ejercicio de observación consciente de nuestras cualidades y defectos (o simplemente predisposiciones naturales, si se prefiere) y el establecimiento de un compromiso con un continuo proceso de crecimiento personal nos llevará a encontrar el equilibrio interior que favorezca la expresión más elevada de estos atributos.
La pedagogía Waldorf, que establece el firme compromiso de acompañar a seres humanos para que puedan desarrollar libremente todo su potencial innato, hace uso de estos conocimientos. Las maestras y maestros, tras una observación minuciosa del temperamento de sus alumnas y alumnos, los acompañan amorosamente sin perder de vista sus predisposiciones naturales. Puesto que, como ya mencionamos, cada niño posee una combinación única e irrepetible de los cuatro, será tarea de los educadores tratarlos individualmente. La no estandarización de los procesos educativos logrará un equilibrio en la clase que tendrá como resultado un ambiente sano, armónico y motivador donde la libertad individual y colectiva se entrelazan para el mayor beneficio de la sociedad. Quien educa debe comprender la naturaleza y condiciones particulares de cada ser humano.
La ignorancia o desconocimiento de nosotros mismos como seres humanos se evidencia cada vez que pasamos por alto nuestra individualidad. No somos robots autómatas. No somos cosas. Las cosas solamente se mueven cuando algo externo, ajeno, ejerce su influencia, como la piedra que vuela cuando alguien la arroja. Hay fuerzas internas, superiores y suprasensibles, que motivan nuestra experiencia humana. Los temperamentos nos ayudan a tomar conciencia de estas fuerzas.
A pesar de que actualmente nos hallamos sumidos en un proceso de “cosificación” del ser humano, potenciado principalmente por los grandes medios propagandísticos neoliberales, no debemos perder de vista el verdadero significado etimológico de la palabra individuo.
El arte de la educación, en el que todos participamos (interior y exteriormente), sólo puede ser cimentado sobre un profundo conocimiento del ser humano.
Ágil y con gracia salta el sanguíneo audaz sobre la piedra;
poco le preocupa si allí tropieza.
Es enérgico el puntapié con que la aparta el colérico
y con ojo chispeante disfruta del logro.
Al llegar el flemático, modera su andar:
“Si no te apartas de mi camino, entonces, te rodearé”.
Pero el melancólico meditabundo se detiene ante ella,
Para Claudio Naranjo es un sistema de adoctrinamiento para la sociedad que sólo se ocupa de la mente racional y que actualmente es la responsable de crear seres egoístas y prácticos que no tienen una dimensión del goce de la vida.
Einstein decía que era un milagro que la curiosidad sobreviviera a la educación reglada. Defendía que la única fuente del conocimiento era la experiencia y lo más importante era no dejar nunca de hacerse preguntas. Colocaba la imaginación por delante del conocimiento y para él la única cosa realmente valiosa era la intuición.
Juan Trigo explica que la educación es uno de los condicionamientos básicos que exige la bestia (la monstruosa máquina de producir y alimentar su codicia insaciable que ha creado la sociedad humana desde hace siglos) para perpetuar su atroz existencia. Todas las piececitas en su sitio y rodando al ritmo al que han sido mecanizadas (educadas/condicionadas)
¿Educar es lo mismo que domar?
Alejandro Jodorowsky: Una cosa es educar a un niño y otra bien diferente domarlo. ¿Educar es deformar pacientemente a los niños para moldearlos a nuestra imagen? No deberíamos llenarles la mente con nuestro ego. Hay que dejar que descubran su propio mundo. La educación comienza por enseñar a los padres a ser padres.
Juan Trigo: No me gusta nada la palabra “educar” porque tiene demasiada similitud con la palabra “condicionar”… Prefiero la de ayudar a los hijos a valerse por sí solos, y por lo tanto dejar de transmitirles el miedo a la libertad en la que nosotros hemos sido educados.
Claudio Naranjo: Educar es integrar las personas en el mundo en que vivimos, dotarlos de instrumentos necesarios para reconocer de forma efectiva sus potencialidades creativas y evolutivas, con el objetivo de que evolucionemos como seres equilibrados y eficientes en una sociedad en proceso de cambio permanente.
Ken Robinson: Los niños son creativos y no les importa equivocarse, se atreven hasta con lo desconocido y luego siguen a otra cosa. Pero el sistema educativo les mata la creatividad, porque no se admite el error. Todo el sistema está basado en la prohibición y la corrección del error.
Confundimos educar con domar y condicionar. Educamos en un sistema que tiene miedo a la libertad, prohíbe el error y mata la creatividad.
Roger Schank, empresario y autor del concepto “Aprender es hacer”
Considerado uno de los pedagogos más influyentes del mundo, ha dedicado una parte de su vida a la inteligencia artificial y el resto, a aplicar lo aprendido a la enseñanza.
Su lema: la experiencia es el mejor motor del aprendizaje
PABLO MONGE
Qué tiene que ver la inteligencia artificial con la enseñanza? Roger Schank (Nueva York, 1946), matemático y lingüista de formación, ve en el primer campo una inspiración para el segundo. Tras años de investigación, fundó en los noventa el Institute for the Learning Sciences (ILS), desde el que se propone revolucionar el sistema educativo. Ha desarrollado un método basado en la experiencia que ha implantado en algunas universidades, incluyendo la Ramon Llull de Barcelona.
Pregunta. ¿Cómo describiría a los estudiantes españoles?
Respuesta. Son tan inteligentes como los de cualquier otra parte del mundo. Pero por alguna razón en España se cree que la literatura y la historia son lo que una persona educada debería saber. Hoy en día no nos podemos permitir levantar una nación a base de intelectuales. Los estudiantes estadounidenses piensan mucho sobre qué negocio montarán o a qué se dedicarán. Aunque eso no les haga ser tan intelectuales como en España, sí que crea más empleo.
P. ¿Por qué hay que cambiar el sistema educativo?
r. Un joven con estudios de cualquier parte del mundo sabe, o le han enseñado, ciertas nociones de álgebra, trigonometría y geometría. Aunque no las vaya a usar en su vida. El hecho de que se enseñe matemáticas no se basa en ningún razonamiento científico o en pruebas empíricas, sino en creencias arraigadas, tradición y otros intereses que no son buenos para el estudiante. Y lo mismo pasa con muchas otras materias del currículum. Nosotros no ofrecemos asignaturas, sino distintos escenarios. En algunos de ellos habrá que aplicar modelos matemáticos, que los estudiantes aprenderán y retendrán. Algunos probarán con escenarios de ingeniería, para los que necesitarán ciertas herramientas; o de medicina, que requerirá otras; de derecho… Hasta que encuentren su vocación.
P. Usted está a favor, pues, de que se haya eliminado el latín de la enseñanza obligatoria…
r. Definitivamente. Algunos científicos llevan tiempo estudiando cuán transferibles son los conocimientos adquiridos en la escuela a la vida real. Y los resultados son demoledores: casi nada de lo que nos enseñan en la escuela nos sirve fuera de ella. El latín es un buen ejemplo de ello. Edward Thorndike publicó un estudio ya en 1923 en el que concluía que esta disciplina “no ayuda a organizar la mente”. La conclusión, pues, es que el latín es inútil para todo aquel que no tenga especial interés en la materia.
P. ¿Cómo resumiría su modelo de educación?
r. Se aprende desde la experiencia. Aprender es el resultado de hacer cosas y pensar sobre ellas. Llegué a esta misma conclusión tratando de comprender cómo funciona la mente para crear máquinas inteligentes. Los humanos tenemos dos tipos de memoria. La más básica, que compartimos con otros mamíferos, es la episódica: almacenamos experiencia, cosas que hacemos. Es la que usaban nuestros ancestros antes de que apareciese el lenguaje, y les funcionó bastante bien. La segunda es la memoria semántica: el lenguaje nos dio la capacidad de desarrollar procesos de razonamiento muchísimo más complejos.
Pero la memoria episódica permanece ahí, y necesitamos activarla. Nosotros lo que hacemos es usar la tecnología de la información para crear situaciones de aprendizaje que permitan a los estudiantes aprovechar las estructuras básicas de la mente. En esencia, simulamos lo que pasa en la vida profesional.
P. ¿Dónde han implantado su método?
r. El primer proyecto que desarrollamos plenamente se remonta a 2003, en el nuevo campus que abrió Carnegie Mellon University en Mountain View, California. Se ha probado durante diez años sobre mil estudiantes y los resultados son buenos. Desde hace cuatro años también estamos en La Salle-Universitat Ramon Llull, en Barcelona.
P. ¿Qué tal funciona el proyecto en Barcelona?
r. La Salle es el tipo de universidad que me interesa. Tienen experiencia en enseñar a la gente a conseguir empleo. Cuando creamos XTOL (Experimental Teaching On-Line), pensábamos en un conjunto de programas online, para móvil y e-commerce, que reeducase a la gente en este prometedor campo en el que se crearán la mayoría de los empleos en las próximas décadas. Para distribuir estos programas necesitamos asociarnos a instituciones que apuestan por una educación innovadora, y La Salle es una de ellas.
P. ¿Qué papel juegan los libros de texto en su sistema?
r. Los libros están bien. Los usamos, aunque digitales. Pero no hacemos que los estudiantes los memoricen para aprobar los exámenes. Los libros son recursos para ayudar a cumplir tareas específicas. Veremos, con el tiempo, cómo los libros digitales evolucionan hacia una nueva categoría de producto multimedia.
P. Si comparásemos a un recién licenciado que haya seguido la enseñanza usual con otro que haya pasado por su sistema, ¿qué diferencias encontraríamos?
r. El primero, básicamente, habrá aprendido a pasar exámenes, ya sea sacando buenas notas o aprobando justito. Pero no a pensar. En cambio, con nuestro sistema el estudiante habrá practicado todos los procesos cognitivos que importan para ser un profesional exitoso y un pensador inteligente. Entre estos procesos se incluyen investigación, planificación, diseño, causalidad, juicio, valoración, comunicación y negociación, entre otros.
Comparto contigo 60 minutos de Claves prácticas para Vivir con Abundancia, una conferencia divertida e inspiradora con las ideas y las claves testadas para manifestar Abundancia en tu vida basada en el libro «Vivir con Abundancia».
Si en algún momento de mi vida experimento alguna dificultad, hay algo que me proporciona automáticamente una tranquilidad inefable y es el hecho de saber que eso mismo ya le ha pasado a otra persona, que probablemente lo superó y que además con casi total seguridad explica la solución en un libro… Ufff, que alivio, ¿Verdad?
En esta conferencia comparto contigo algunas ideas y ejercicios que he aprendido en mi camino hacia la Abundancia para que tú también puedas experimentarla en tu día a día, algo que está al alcance de cualquiera persona que comprenda que la Abundancia es un derecho y un deber. Repito lo de deber: si no estás viviendo con Abundancia estás faltando a tu único deber en este mundo que, como ya imaginas, no es pagar hipotecas o poner lavadoras sino vivir con Abundancia todos y cada uno de los momentos de tu vida.
«Creo que la abundancia es un derecho y que el día que cada persona sólo trabaje en aquello por lo que realmente sienta pasión, ese día el mundo será mejor. En esta conferencia comparto por primera vez las claves que he probado y que sé que funcionan acerca de cómo disfrutar de una vida económica satisfactoria así como la manera de conseguir la independencia financiera. Independencia financiera significa que no tienes que trabajar salvo que lo desees y para mí ésta es la forma más adecuada de estar en el mundo desde el punto de vista profesional»
La pasión de Sergio Fernández es conseguir que otras personas encuentren su misión personal y vivan de acuerdo a ella. Sergio trabaja cada día para divulgar herramientas prácticas de desarrollo personal y profesional para que todas aquellas personas que quieran transformar sus vidas en algo pleno y significativo puedan hacerlo.
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Espacio Ronda (Madrid) el 7 de Diciembre 2014.
www.pensamientopositivo.org
www.hablandodedinero.es
Mindalia Televisión
Artur nos enseña a jugar con levaduras: hacer pan sin máquinas ni artilugios industriales. Aprende los secretos del pan artesanal.
VII Fira Slow Food en Balaguer los días 4 y 5 de octubre de 2014.
Nuestra cultura ha acabado postrándose ante una nueva deidad, una moderna “trinidad” compuesta por la rapidez, la velocidad y la prisa. Ante ella nos arrodillamos, entregándole en el altar de las ofrendas nuestro propio corazón.
En las olimpiadas siempre se reconoce y se premia a los más veloces. A veces me planteo si no es un poco absurdo consagrar toda una vida y machacar el propio cuerpo sólo por bajar unas décimas un récord olímpico.
En nuestro modo de entender la vida, de entendernos a nosotros mismos, no se levanta ningún podium para los lentos. No se otorgan medallas y reconocimientos a quienes no luchan contra el reloj sino a favor del tiempo.
La lentitud es proscrita, denostada y desvalorizada.
Cuando decimos que esta niña es lenta no estamos, precisamente, exaltándola, valorándola positivamente.
Cuando me dicen que la película era muy lenta me están invitando a que no vaya a verla.
Lo lento nos pesa, nos cansa, nos abruma y nos aburre.
Tal vez porque los ritmos lentos, las cadencias sin prisas y pausadas terminan acercándonos y mostrándonos nuestra falta de consistencia interior, el propio cansancio, la bruma en la que queremos ocultar nuestro propio desasosiego interno.
La rapidez y la velocidad siempre nos proyectan hacia fuera, nos centrifugan, dan cuerpo a la sutil huida de la propia verdad que nos habita. Correr no es sino un huir. Nos aceleramos para no darnos cuenta, para anestesiarnos, para dis-traernos.
Voy reconociendo, no sin dificultades, el sagrado valor de la lentitud.
Se me antoja que Dios es un Dios lento…. sin prisas…… que nos concede todo el tiempo del cosmos que necesitamos.
La evolución, contada en millones de años, es lenta. Dios no tiene prisa. Se mueve con lentitud, opera sin premura. Darwin, con su teoría de la evolución no niega un Dios creador sino que afirma un Dios lento.
La tortuga y el caracol son arquetipos de la lentitud. De ellos podemos aprender que sólo quien lleva su casa a cuestas no tiene prisa. No necesitan correr para llegar a ningún sitio, su casa va con ellos.
Yo no necesitaré correr más cuando me sienta que estoy en casa, que estoy en mi corazón y que, por eso, no tengo que precipitarme para estar en ningún otro lugar.
Ser lento es sentirse siempre en casa.
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Video con frases del texto «Elogio de la lentitud» del libro La Sabiduría de Vivir:
Animación con arena sobre cristal por César Díaz Meléndez. Grabado fotograma a fotograma durante 3 meses, sólo una cámara de fotos, una mesa de luz y arena de colores.
Ayer mientras viajaba en el metro me detuve a mirar una serie de personas que viajaban en el vagón y todo el mundo iba concentrado en su móvil con un par de audífonos en las orejas y moviendo el dedo para allá y para acá, mientras una sonrisa dibujaba sus labios.
Cualquiera que hubiera visto un cuadro semejante hace 20 años pensaría que describo un manicomio, pero no, era la mismísima vida real que me decía a gritos que el temor de Einstein se había cumplido:
“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad, “El mundo solo tendrá una generación de Idiotas”
Mi mente como de costumbre se lanzo a viajar por el tiempo y recordé los días en que yo llegué a Suecia. Entonces me impresionaba lo culto de esta gente, todo el mundo llevaba un libro en sus manos y leía en el metro, en los parques. La gente se sentaba en las cafeterías a conversar, a hacer bromas y a sonreir. Entonces me dije, por que no mirar un poco las calles de Estocolmo, y ver si todavía lo hacen. Decidí salir del metro en un experimento sin precedentes y entré a un café, esto fui lo que vi.
Luego, me fui a un parque, de esos donde la gente acostumbraba a pasear con la llegada de la primavera y la temperatura en 15 grados después de tantos meses bajo cero. Y la gente seguía en el parque, pero así
Asustado de lo que estaba viendo salí del parque y cogí la calle, allí también había un banco. Allí se sentaba la gente a finales del siglo pasado, que lejos suena, a conversar amenamente y disfrutar de los jardines recién plantados. Hoy también lo hacían, pero así:
No puede ser me dije, la gente está muy mal, es un día hermoso, ¿es que nadie piensa mirar a otro sitio que no sea la pantalla de su celular? Entonces me fui caminando a un mirador que hay en Estocolmo desde donde puede apreciarse una vista hermosa de la ciudad
Y que creen que me encontré allí también dos parejas, supongo que serían parejas, que parados en la pared de enfrente ignoraban por completo la vista tan hermosa que había delante de ellos.
Si lo miramos de forma superficial pareciera inocuo y hasta natural. Así son los nuevos tiempos podría afirmar cualquier persona hoy. Pero lo cierto es que hay un peligro enorme detrás de este fenómeno. En Suecia, un país que destacaba por su seguridad vial, los accidente de trafico por culpa de andar entretenidos con el movil se han peligrosamente cuadruplicado en los últimos 4 años. Tanto entre los peatones como en los conductores de vehículos.
Por si esto fuera poco, detrás de este comportamiento hay una patologia medica que ahora nos llega en una nueva variante: La Ludopatía virtual.
La Ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud que lo recoge en su clasificación Internacional de Enfermedades en el año 1992. Sin embargo esta no fue la primera vez que, como categoría diagnóstica y con el nombre de juego patológico, se reflejó en los ámbitos profesionales. Ya en 1980 en el Manual Diagnóstico y Estadístico de la Asociación Americana de Psiquiatras, se planteaba su definición y algunos criterios diagnósticos.
Evidentemente la existencia del trastorno aparece hace muchos siglos, probablemente con la actividad de apostar de manera habitual a juegos de apuestas, dónde los resultados pudieran darse con cierta rapidez y por consiguiente el refuerzo positivo y negativo para el jugador también.
Pero este vicio por el juego donde el afectado no tiene fuerza de voluntad para dejar, ha tomado una nueva dimensión: Los videojuegos, las redes sociales y los teléfonos moviles, o lo que es peor, una combinación letal de las tres cosas conforman la nueva pandemia de la humanidad, la ludopatía virtual.
Lo más peligroso de la Ludopatía virtual es que ha dejado de ser un enfermedad de adultos. Cada vez más niños la padecen y en estos casos puede ser muy peligrosa porque daña su personalidad y sus capacidad cognitiva para el resto de la vida. Un síntoma claro es cuando el niño se enoja fuertemente si pierde un juego o si alguien trata de sacarlo de frente de la pantalla. En este caso, hay ya que buscar ayuda profesional y no tomarlo a la ligera pensando: «Así es la juventud de hoy» Mucho menos seguirles la corriente como una compañera de trabajo que mandaba un sms a sus hijos cuando quería que bajaran a comer.
Es el caso que tienes un familiar, un conocido, un amigo que muestra estos síntomas, es el momento de ayudarle, antes de que sea demasiado tarde. Es hora de visitar un psiquiatra para evitar que las palabras de Einstein sigan haciéndose realidad y la nueva generación sea una generación perdida.
Tomado del libro “El arte de acercar a los humanos” de Jorge González Reymond.