La ciencia continua sin aceptar lo que tiene delante de los ojos (http://www.oshogulaab.com/NUEVAFISICA/Mensajes_del_Agua.htm), si no cumple unas reglas previamente determinadas.
Con estas reglas, podríamos pasar delante de un extraterrestre con base en silicio, que nos saludase y nos hablase de su mundo. La Ciencia diría que no existe, que con base en silicio no se puede dar la vida.
La homeopatia cura, porque precisamente no observa las reglas estúpidas, que se imponen para ser aceptadas por los «doctos» o interesados en no sacar nada que cure realmente. La homeopatia cree en la capacidad del ser humano para autocurarse. La medicina no.
Miles de personas lo atestiguan diariamente.
La homeopatía se diluye entre el sin sentido y la superstición, situándose más allá de toda razón y se ofrece como remedio para la gente extremadamente mal informada o analfabetos científicos. Sin embargo, aún persiste esa criatura tan extraña, el homeópata moderno. Si bien, en la práctica, no se distingue de los rituales y la brujería (con las debidas disculpas a las brujas), el homeópata moderno pretende vestirse de un manto de respetabilidad de la ciencia. Ese es el camino para la aceptación, el reconocimiento oficial y la recompensa. Así que, los homeópatas, han añadido una nueva cabeza de hidra a su pseudociencia, la memoria del agua.
Una breve historia de la homeopatía
La homeopatía fue inventada (no es exacto decir que fue descubierta, porque eso implicaría que tiene un fundamento de realidad) por Samuel Hahnemann a finales del siglo XVIII. Hahnemann desarrolló sus principios de la homeopatía basado en la anécdota y la superstición, sin ningún tipo de mecanismo de investigación científica, evidencia o razonamiento. Por lo tanto, no es de extrañar que después de más de doscientos años, el progreso científico no haya podido validar ninguna de las ideas de Hahnemann (House of Commons 2010).
El conocimiento científico se va construyendo sobre sí mismo, y cuando alguien descubre una propiedad fundamental de la naturaleza, ello conduce a nuevos descubrimientos y a una comprensión más profunda. La homeopatía no condujo a nada. La supuesta «ley de los similares» de Hahnemann, basada en la idea de que «lo semejante cura lo semejante», es decir, que una pequeña dosis de una sustancia puede curar cualquier síntoma causado por una dosis alta, esto, no se basa en ninguna clase de biología o química. A menudo es falsamente comparado con la respuesta del organismo a las vacunas, pero es una analogía inadecuada.
Otra ley de Hahnemann, la «ley de los infinitesimales», la idea de que una sustancia es más potente cuando está diluida, viola la ley de masas y todo lo que sabemos sobre química. Además, muchos remedios homeopáticos se diluyen más allá del punto donde una sola molécula de la sustancia original lo más probable es que se pierda. Hahnemann creía que el agua retenía la mágica «esencia» de la sustancia, lo que hace de la homeopatía un sistema de creencias vitalista.
Las ideas de Hahnemann eran tan tontas que incluso en aquella época, tan temprana en la historia de la ciencia, fueron ridiculizadas y desmentidas. La homeopatía sigue siendo un total sin sentido, lo que pasa es que ahora es una tontería mucho más sofisticada.
La reciente fascinación por las modalidades de la salud no científicas ha provocado un resurgimiento del interés en la homeopatía, y esto ha llevado a muchos ensayos clínicos sobre la eficacia de los productos homeopáticos para enfermedades específicas. Después de cientos de estudios clínicos de la homeopatía, las revisiones sistemáticas muestran que los remedios homeopáticos son indistinguibles de los placebos, que es otra forma de decir que no funcionan (Ernst 2010).
Aquí no hay controversia, las evidencias científicas de que la homeopatía no puede funcionar y que no funciona es, simplemente, abrumadora. Una ideología, un deseo, y el analfabetismo científico para mantenerlo vivo.
La memoria del agua
Los defensores modernos de la homeopatía han tratado desesperadamente de justificarla con sonoras explicaciones científicas, pero han fracasado miserablemente. Uno de esos intentos se basa en la noción de que el agua es capaz de tener memoria, que físicamente puede recordar las propiedades químicas de las sustancias que se han diluido en ella.
Esta idea de la memoria del agua la planteó por primera vez el homeópata francés, Jacques Benveniste, en 1988. Él no estaba estudiando la estructura del agua en sí, sino tratando de demostrar que el agua podía retener una memoria de los anticuerpos u otras sustancias diluidas en ella. Su investigación, sin embargo, ha sido completamente desacreditada debido a los muchos defectos de los métodos de Benveniste, su laboratorio mantenía un sesgo de recogida de datos (cherry-picking), estadísticas inapropiadas, y su recuento de puntos de datos no encajaban con los resultados deseados (Scrimgeour 2007).
El científico de materiales Rustum Roy, que estaba enamorado de la curación espiritual, construyó sobre la desacreditada investigación de Benveniste, un alegato sobre que las moléculas de agua son como ladrillos, que se pueden utilizar para crear estructuras que contienen una mayor complejidad e información que los propios ladrillos. En concreto, decía que las moléculas de agua podían codificar en su estructura las propiedades químicas que se habían diluido en ella.
Sin embargo, las evidencias no apoyan esta afirmación. Lo que se ha demostrado es que las moléculas de agua forman enlaces transitorios con otras moléculas de agua, creando una ultraestructura, aunque tienen una vida extremadamente corta. No son permanentes. De hecho, las investigaciones muestran que las moléculas de agua distribuyen la energía muy eficientemente desde estos enlaces, lo que le hace ser extremadamente efímera. Uno de los trabajos de investigación concluye: «Nuestros resultados destacan la eficacia de esta redistribución de energía dentro de una red de enlaces de hidrógeno, y que el agua líquida pierde la memoria de estas correlaciones en su estructura dentro de los 50 fs» (Cowan 2005). Esto es, cincuenta femtosegundos, o sea, cincuenta mil billonésimas (1015) de segundo. Al contrario a las afirmaciones de Roy, el agua no guarda memoria, de hecho, se caracteriza por ser extremadamente eficiente en no guardarla. Los científicos pueden discutir sobre si el agua puede mostrar una ultraestructura persistente durante más de unos femtosegundos, bajo ciertas condiciones, pero están hablando de pequeñísimas fracciones de segundo.
Recientemente el laureado Nobel, Luc Montagnier, ha dado un impulso a la esperanza de «memoria del agua» de los homeópatas, con la publicación de una serie de experimentos con los que afirma que el ADN, altamente diluido en agua, es capaz de generar señales de radio (Montagnier 2009). De nuevo, hay muchos problemas con estos estudios. El principal de ellos es que el diseño de estudio Montagnier es ridículamente torpe (ver Myers 2011). Montagnier utiliza un dispositivo de detección de señales en crudo conectado a un ordenador, generando un insignificante resultado cargado de ruido. Sus estudios no han demostrado nada (y, como era de esperar, no han sido replicados), pero eso no ha impedido que los homeópatas aprovechen su trabajo para reivindicar sus aspiraciones.
Así que, nos seguimos quedando sin credibilidad, y también sin evidencias de que el agua pueda formar ultraestructuras por una cantidad de tiempo biológicamente significativa. Es sorprendente que Roy, Montagnier y otros, extrapolen con tanto entusiasmo la afirmación de que el agua pueda mantener estructuras más tiempo del que se creía (algo ficticio en sí mismo), para poder explicar la eficacia biológica de la homeopatía. Pero echemos un vistazo a esos pasos, no triviales, que ellos pasan por alto.
Si este tipo de «memoria» de agua fuese una explicación para la homeopatía, entonces, estas estructuras tendrían que sobrevivir no sólo en una muestra de agua, sino a través de la mezcla física ésta con otras aguas. De hecho, tendría que transferir su estructura, como si de una plantilla se tratase, a las moléculas de agua que la rodean. Y esto , además, tendría que ser fielmente repetible en muchas diluciones. Puesto así, estas estructuras tendrían que sobrevivir a la transferencia de una pastilla de azúcar (a menudo los remedios homeopáticos son preparados por una gota de agua que se coloca en una píldora de azúcar).
Estas estructuras de agua, que tendrían que ser transferidas a las moléculas de azúcar, en poco tiempo el agua se evaporarán. Esa píldora se asentará en un estante durante días, meses o años, antes de que sea consumida por un ingenuo paciente. La píldora de azúcar se descompone en el estómago, y las moléculas de azúcar se digieren, serán absorbidas en el torrente sanguíneo y distribuidas a través de la sangre a los tejidos del cuerpo.
Es de suponer que, cualesquiera sean las moléculas que son retenidas por esta presunta ultraestructura, deben estar uniéndose a lo largo de todos estos procesos y encontrar su camino hacia el órgano indicado, sobre el cual son capaces de ejercer un efecto sus propiedades químico-biológicas.
¡Absurdo! Ni tan siquiera se empiezan a cubrir los saltos de la lógica que aquí se cometen. En pocas palabras, la invocación de la memoria del agua, como explicación de los efectos homeopáticos, sólo añade más capas de pensamiento mágico a la noción de la homeopatía, que no ofrecen una explicación plausible para la teoría de la memoria del agua, caso que fuera cierta, que no lo es.
Algunos enlaces químicos son lo bastante fuertes para sobrevivir intactos a este proceso, y lo hacen atravesando el cuerpo hasta el tejido objetivo, en el que pueden unirse a unos receptores o someterse a sus reacciones químicas. Aunque la mayoría de productos químicos, no pueden pasar por este desafío biológico con su actividad química intacta, y esta es la razón de que la biodisponibilidad de muchos medicamentos potenciales resulta demasiado baja para que puedan ser útiles como agentes orales. Los productos químicos son, simplemente, descompuestos por el proceso digestivo. En otras palabras, los efímeros enlaces de esta supuesta memoria del agua, caso de que esta ficción existiera, tendría una biodisponibilidad cero.
Conclusión
La noción de memoria del agua no es más que una reformulación de las ideas supersticiosas de Hahnemann, de que las sustancias pueden transferir su «esencia vital» a otras sustancias. La memoria del agua es otra ficción de la homeopatía, no se basa en la ciencia y es extremadamente improbable.
- Referencia: Comité para la Investigación Escéptica (CSI), junio de 2011, por Steven Novella
- Autor: Steven Novella, es profesor adjunto de neurología en la Yale University School of Medicine. Autor del blog NeuroLogica, y presidente de la Sociedad Escéptica de Nueva Inglaterra.
- Imagen: Steven Novella
Referencias:
– Cowan M.L., B.D. Bruner, N. Huse, et al. 2005. Ultrafast memory loss and energy redistribution in the hydrogen bond network of liquid H2O. Nature 434 (March 10):199–202. doi:10.1038/nature03383.
– Ernst, E. 2010. Homeopathy: What does the “best” evidence tell us? The Medical Journal of Australia 192(8) (April 19): 458–60.
– House of Commons, Science, and Technology Committee. Evidence check 2: Homeopathy. Available online here .
– Myers, P.Z. 2011. It almost makes me disbelieve that HIV causes AIDS. Pharyngula (January 24). Available online here.
– Montagnier L., J. Aissa, S. Ferris, et al. 2009. Electromagnetic signals are produced by aqueous nanostructures derived from bacterial DNA sequences. Interdisciplinary Sciences: Computational Life Sciences 1(2): 81–90.
– Scrimgeour, H.J. 2007. Water memory tests all wet: A reassessment of the Benveniste experiments by a DVM. Association for Science and Reason (August 8). Available online here .
Traducido por Pedro Donaire
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