Este artículo es una solicitud de un lector Alfonso.
PARA LOS QUE ESPERAN A SU MESÍAS
“El Samkhya es la vía de especulación metafísica más antigua de India y hunde sus raíces en tiempos indatables. Un adagio que aparece en casi todos los textos Samkhya (incluido, por ejemplo, el SamkhyaSutra) es
“la esperanza es la mayor tortura y la peor desgracia que existe.”
La voz sánscrita que se suele traducir como “esperanza” es “trsna”, que tendría también la acepción de “sed”.
Por lo tanto, para el espíritu indio (el ario y el no-ario; los dos) La esperanza es privación, debilidad, negación, algo siempre negativo.
Esto contrasta muchísimo con lo positivo de la esperanza como virtud religiosa cristiana y, de alguna forma, con la idea de “amal” de algunos musulmanes.
Mientras el esperanzado hindú es valorado como un tarado ignorante (avidya; pashu), el esperanzado judeocristiano es alguien cerca de la santidad y la salvación.
Por respeto a las creencias de cada uno y lealtad a la inteligencia humana, prefiero definirme sin ambigüedades: yo estoy aquí para arrancar de cuajo toda esperanza.
Por lo tanto, a quien por su idiosincrasia sólo puede verme como un agresor, le recomiendo que deje de leer este artículo ahora mismo, no vaya a ser que lo leído le haga pupa. Aviso: después que no se me pidan cuentas de platos rotos cuando ya antes advertí cuál es uno de los pocos deportes que me gusta; el tiro al plato.
Pasado ese filtro, puedo hablar directamente del mesianismo en su sentido completo. Completo, digo, porque hay un mesianismo propio, teológico y doctrinal; y hay un mesianismo inconsciente, histérico y típico de estos tiempos que afecta a todos los ámbitos, no sólo el vapuleado ámbito religioso.
El mesianismo es “toda confianza inmotivada y desmedida en una agente bienhechor que se espera.” Ciñéndonos a esta definición, los mesiánicos no sólo son religiosos que esperan a su particular “elegido” (en hebreo, maschíaj, “ungido”, “señalado”), sino también personas completamente inconscientes de serlo.
Breve lista de actuales mesiánicos inconscientes:
los neo-nazis, los socialistas, los raelianos, los progresistas, los marxistas de libro, los comunistas, los transhumanistas… todos ellos esperan algo exterior proyectado en el futuro (un regreso, un personaje, una era propicia, un fin de un sistema económico, la llegada de un meteorito, lo que sea) que les va a salvar de su tortuoso presente.
¿Qué tortura es esa? La peor que señaló el sabio Kapila: la esperanza infundada. Y digo lo de infundada a sabiendas de la redundancia, pues ¿acaso existe alguna esperanza que tenga un sólido fundamento? Ay, ay, ay… pues claro que no existe, queridos míos.
los new-age,
Hay algunas cosas que he aprendido como escritor y que no tengo inconveniente en transmitir aquí para retribuir a quienes me han enseñado tanto, los lectores.
Algo aprendido: gran porcentaje de los que dicen estar interesados por la verdad, por el conocimiento, por la ciencia, por la religión, etc, no lo están. Ni un poco.
Se excusan con curiosidades e intereses nobles, pero en realidad buscan desesperadamente una única cosa: una cómoda salvación prêt-à-porter.
Creo que en el blog contraperiodismomatrix se les llama “borregomatrix”:
tipos que exigen que alguien del exterior les diga una versión oficial, les diga la verdad, les informe, les diga “qué hacer”, les guíe, les esperance, y –finalmente- les salve.
Este infantilismo intelectual está generalizado hoy en día y se extiende a todos los dominios:
-el político (por ejemplo, el que se adhiere a un partido que promete un futuro con “mejor calidad de vida”),
-el económico (por ejemplo, el que defiende un sistema que promete un futuro de continuo crecimiento y progreso),
-el científico (por ejemplo, el que se interesa por investigaciones científicas que prometen un futuro con “seres humanos mejorados”).
Se trata de delegar responsabilidades en el exterior y edulcorar un pobre presente a través de un futuro inventado que jamás llegará.
Así se construyen los diferentes mesías particulares y los chicos listos montan su negocio alrededor de ellos. Pues no hay que olvidar que el consumidor mesiánico acostumbra a reclamar un plan de salvación, y no tiene inconveniente en pagar por él. Quien conozca las leyes del mercado (por ejemplo, mi audaz amigo Llinares), sabe que ante tal demanda, aparecerá una amplia oferta: existen sofisticadas estructuras comerciales en manos de traficantes de esperanza.
Pues la esperanza es un producto de consumo muy interesante para cualquier empresario listo:
no necesita stock, no necesita transporte, no necesita fiscalización, no paga aduana, y –sobre todo- no tiene fecha de caducidad.
La esperanza es vendida por sus traficantes siempre proyectada en un eterno futuro, como la zanahoria que se ata a una cuerda con un palo que el montador de un asno usa para que la bestia ande. Hoy en día podéis ver muchos traficantes de esperanza, muchos jinetes con zanahoria… pero si hay tantos, es porque hay muchísimos más esperanzados y burros. La mayoría de estos consumidores de esperanza son inconscientes de serlo mientras pagan el diezmo de su iglesia, las tasas de su universidad, la cuota de su partido político, el taller de su explotador new-age, la mensualidad de su ONG…
PERSIGUIENDO EL FUTURO ESPERANZADOR
Técnicas avanzadas de Marketing
Los pioneros en esta eficiente estrategia comercial fue –quién lo duda- la Iglesia Católica, como dejó constancia en 1517 el mameluco agustino Martin Lutero con su crítica a las indulgencias.
El protestantismo pronto aprendió las mismas técnicas (esto lo saben bien los lectores norteamericanos, mexicanos o brasileños); y quien haya investigado a las innúmeras sectas cristanoide-protestantes que crecieron como setas a lo largo del siglo XX, sabrá que en la actualidad existen reverendos, padres y expertos en publicidad religiosa vendiendo parcelas de cielo en cuotas mensuales. Toda secta new-age hace esencialmente lo mismo.
Sin embargo, no conviene mezclar churras con merinas (expresión en homenaje a mi amigo cántabro –y por tanto, buen ganadero- Luis Carlos Campos). Una cosa es el mesianismo propiamente dicho (el religioso) y otra cosa es el histerismo mesiánico de aquellos que en estos tiempos se agarran a un clavo ardiendo (y además, pagan por ello).
Distingo entre un mesianismo tradicional y un mesianismo moderno. No estoy diciendo que uno sea “bueno” y el otro sea “malo”.
No: digo que uno ya prácticamente no existe (y por lo tanto, no se conoce) y el otro está generalizado en todos los dominios (y por lo tanto, lo conocemos demasiado bien).
Vamos por partes.
El mesianismo propiamente dicho:
Todo mesianismo religioso que pueda llamarse así con rigor, tiene un origen hebreo.
El “Mesías” es el “ungido” (“maschíaj”, en hebreo) que se espera. Hay textos del Tanaj que pueden considerarse llamadas mesiánicas, desde pasajes del Génesis hasta otros de los libros proféticos. Fuera como fuese, el mesianismo hebreo cristaliza en un fenómeno que es referido en griego, el cristianismo.
Pues el “Mesías” fue llamado en griego, “Kjristós”, el “señalado”, el “ungido”, en otras palabras “El Cristo”.
Por lo tanto, el cristianismo original surge de este contexto mesiánico-hebreo como una secta herética que, tras romper con la ortodoxia de su contexto, se heleniza.
Hay que puntualizar algo: las teorías escatológicas hebreas tienen (aún hoy) una doble lectura; una esotérica (reducida a pocos; cerrada y elitista) y otra exotérica (abierta a todos; popular) que se apoya en el proceso histórico.
Por mis lecturas de manuscritos coptos (estoy aprendiendo copto a través de las brillantes clases de la atractiva Profesora Honrubia), estoy seguro que el “Mesías” de las primeras comunidades cristianas era un principio esotérico que poco o nada tenía que ver con una esperada figura histórica. Lo que ocurre es que tras los trabajos de fijación canónica de teólogos, padres eclesiásticos y obispos como Ireneo de Lyon (“santo” del Siglo II que persiguió con violencia toda corriente gnóstica), en el Siglo XXI poco podemos saber del mesianismo gnóstico original, es decir, el verdadero cristianismo.
¿Existió el gnosticismo cristiano? Sí, claro que existió.
Sin embargo, hoy podemos saber muy poquito de él. Y conviene reconocerlo para no ser presa de pseudo-gnosticismos recientes (nunca antes del Siglo XIX) que hablan de “experiencias crísticas” y demás desvaríos ocultistas. En la actualidad, del Gnosticismo restan vestigios fragmentados y líneas iniciáticas literalmente invisibles. Fuera de ahí, no existe gnosticismo verdadero en la Europa moderna, sólo un hatajo de afeminados que no saben que lo que llaman “energía crística” no es otra cosa que una incipiente almorrana que conviene tratar cuanto antes.
Por extensión, existen otras lecturas que pueden considerarse mesiánicas en tradiciones no cristianas.
En el Islam existe un agente bienhechor que se espera dentro de lo que sería la doctrina escatológica musulmana, Imán Mahdi.
Se trata de un concepto tradicional que, como tal, tiene dos lecturas:
una interior y esotérica reservada a círculos cerrados (lo que se llama tasawwuf), y otra exotérica y abierta a todos los musulmanes.
En un artículo como éste, sólo puede abordarse la segunda.
La lectura exotérica de los hadices alrededor del Imán Mahdi hablan de un mesianismo insertado en el tiempo futuro: Mahdi se manifestará justo antes del Día del Juicio (Yaum al-Qiyamah), aniquilará al falso mesías (al Dajjal), y el Islam triunfará.
Existe una doctrina escatológica islámica propia de un núcleo esotérico al que no tenemos acceso.
Eso es así. Por otro lado, existen múltiples lecturas exotéricas excesivas y malintencionadísimas apoyadas en Mahdi, que en última instancia sirven al Dajjal, tanto en suníes como en chiíes.
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