Las negociaciones diplomáticas impulsadas por Estados Unidos en la ONU para adoptar un instrumento legal que autorice el uso de bombas de fragmentación producidas después de 1980 fracasaron este viernes en Ginebra por la firme oposición de medio centenar de países.
EEUU lideraba desde hace cuatro años una campaña diplomática que tuvo su punto culminante en las últimas dos semanas, cuando presentó un borrador de protocolo que contradecía la Convención de Oslo, que desde 2010 prohíbe claramente el uso, producción, almacenamiento y exportación de las llamadas «bombas de racimo» sin excepción alguna.
Durante estas negociaciones, China, Rusia, Israel, Corea del Sur, Bielorrusia y Ucrania -todos con importantes arsenales de estas bombas- apoyaron a EEUU en su ofensiva diplomática dirigida a convencer a un significativo grupo de países de que apoyen la iniciativa legal o, al menos, no se opongan a ella.
El texto en discusión pretendía autorizar el uso de las bombas de racimo más recientes, dotadas de un mecanismo de autodestrucción y con un margen de error inferior al 1%, una posibilidad rechazada por organismos humanitarios y de defensa de los derechos humanos y por decenas de países.
Rechazo al documento
En la recta final de las negociaciones y después de que EEUU modificara ciertos detalles de su texto en un último intento por ganar adhesiones, la delegación de Costa Rica expresó en nombre propio y de otros 49 países su rechazo al documento.
Uno a uno, Noruega, Uruguay, México, Austria, Ecuador, Honduras, Liberia y otros muchos países tomaron la palabra para rechazar su contenido.
El argumento utilizado por EEUU a lo largo del proceso fue que, de todos modos, los países que producen el 80% de las bombas de racimo y son los más susceptibles de utilizarlas no han firmado la Convención de Oslo -suscrita por 111 países- y no están limitados por ninguna prohibición.
Steve Goose, representante de la ONG Human Rights Watch, sostuvo que el único objetivo de esa iniciativa era «proporcionar protección legal y política a los países que insisten en utilizar este tipo de bombas», que son consideradas especialmente nefastas por convertirse en una especie de minas antipersonales de acción indiscriminada.
En una rueda de prensa con activistas opuestos a la adopción de la propuesta de EEUU, Branislav Kapetanovic -ex militar serbio que perdió sus piernas, manos y parte de los brazos al explotar una bomba de racimo mientras realizaba tareas de desminado- exigió que se prohíban definitivamente estas municiones y testimonió sobre su efecto devastador.
Goose recordó que la aprobación del texto hubiese tenido un grave impacto humanitario y habría sido «un terrible precedente para el derecho humanitario internacional, porque hubiese sido la primera vez en la historia que se acordara algo que rebaja lo conseguido en un instrumento jurídico anterior».
Dado que para aprobar el protocolo se requería su aprobación por consenso -es decir, al menos que ningún Estado se opusiera oficialmente-, la negociación concluyó sin acuerdo, con lo que la iniciativa quedó enterrada definitivamente.
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