Oscar Perone
He estado considerando la información que nos llega de que la verdadera causa de la misteriosa desaparición de las abejas, o el llamado CCD (Colony Collapse Disorder por sus siglas en idioma inglés), es un parásito llamado Nosema Ceranae.
Esta información está a disposición en todos los medios periodísticos apícolas y de tecnología, pueden verla, como ejemplo, en el sitio que sigue:
Un parásito es la causa de la desaparición de las abejas
Me gustaría hacer notar que las enfermedades, parasitosis, etc, y sus secuelas, solo son síntomas, como enseña el naturismo.
Este parásito, el Nosema Ceranae, tiene la oportunidad de atacar a su huésped la abeja de apicultor, porque esta abeja perteneciente a apicultores está debilitada, estresada.
Las abejas silvestres no lo padecen, ni lo padecerán y si lo padecieran, convivirían, como hacen las africanizadas con la varroa, pero sin permitirle que las lleve a la desaparición.
Y consideremos que esto lo pueden hacer, -por ejemplo-, las abejas africanizadas porque no están debilitadas por los apicultores, pues no les toleran a estos las continuas intervenciones de la técnica en uso, y huyen, dejando a los dueños de las colmenas abandonadas, pensando que no sirven por enjambradoras 🙂 cuando en realidad lo que son es intolerantes a los apicultores y sus abstrusos malabares técnicos y a los pequeños huecos que les surten en una colmena de manejo standard.
Este parásito, el Nosema Ceranae, o las enfermedades que afectan a las abejas de apicultor, solo son síntomas de ese debilitamiento, de ese estrés continuo a que son sometidas sistemáticamente por los propietarios de las cajas donde habitan.
Voy a poner un ejemplo, para apoyar lo que digo, y para que se entienda lo que quiero expresar:
La devastadora peste negra que asoló Europa en el siglo XIV y que causó la muerte de más de 25 millones de personas.
El que haya leído el libro de Albert Camus “La Peste” tendrá un cuadro aproximado de lo que sucedía en las ciudades de ese entonces, en que los hijos, los padres, abandonaban los cadáveres de sus parientes más cercanos, huyendo de una muerte segura, pues se consideraba que solo el estar cerca de un enfermo causaba la enfermedad, y que era mucho más peligroso aún si se lo tocaba.
Y algunos de ustedes deben haber visto alguna película en la que se veían las ciudades desiertas, con las casas abandonadas, en las que se podía observar a través de ventanas y puertas, los cadáveres tirados de sus habitantes.
Y en esas películas también habrán visto como yo, aparecer un carro, tirado por bueyes, caballos o mulos que eran los carros encargados de retirar los cadáveres del interior de las casas, y se veía entrar a dos personas que habían llegado con ese carro cargado hasta arriba con cadáveres a la casa y retirar por lo pies y brazos al muerto y sacarlo para afuera revoleándolo entre los dos encima de la pila de muertos.
Hombres sacando muertos por la peste negra
Y les ruego que paremos en esta figura mental, en esos dos individuos que se pasan todo el día apilando cadáveres, y que seguro que lo vienen haciendo desde hace mucho, y lo hacen en un medio, en que la mayoría muere solo por haber convivido o haber tocado someramente a algún enfermo.
¿Cómo puede ser? ¿de dónde salieron esos individuos superdotados?
Fácil: del campo, lo demuestra que sean dueños de un carro y caballo o bueyes.
Y si viven en el campo en esa época, pertenecen al grupo de las personas a las que, por alimentarse, beber, y respirar elementos puros, no les pasaba NI POR CASUALIDAD, lo que les pasaba a los millones de personas que muerieron, los que estaban debilitados, estresados, por vivir en las condiciones en que se vivía en las ciudades de Europa de ese tiempo, donde por ejemplo, las calles eran muy estrechas, y todas tenían una zanja o depresión en el medio, que hacía las veces de cloaca abierta, a la que los vecinos tiraban el contenido de sus bacinillas, o escupideras, o como se llame el recipiente en que depositaban sus excrementos líquidos y sólidos.
Calle perteneciente al medioevo mostrando por donde corría la típica cloaca a cielo abierto
Y los culpables de esa terrible cantidad de muertes no fueron por supuesto a quienes se les echó la culpa: la bacteria Yersinia pestis que se contagia por las pulgas con la ayuda de la rata negra (Rattus rattus) sino las pésimas condiciones de higiene, pobre alimentación solo cocinada, que es lo mismo que destruída, y un ambiente como el descripto.
Esa bacteria, solo aprovechó las condiciones favorables para ella, se le hizo el campo orégano como se dice en el campo.
Piensen además que no murieron todos, quedaron los que no se pudieron enfermar, esos que acarreaban cadáveres, por ejemplo, descendientes de los cuales, por fuerza, si descienden de europeos, somos ustedes y yo.
Y a esta altura me dirán, ¿Y qué tiene que ver esto con la desaparición de las abejas, con este parásito que las ataca y las tiene al borde de la desaparición?
Tiene mucho que ver, a las abejas nadie les tira excrementos por la cabeza, como les pasaba a los transeúntes de aquella época en la que era fama que era de lo que había que cuidarse cuando se caminaba por aquellas estrechas calles, en que sus habitantes vaciaban sistemáticamente sus bacinillas en la cloaca a cielo abierto de la calle, sin fijarse si alguien pasaba por debajo, por la sencilla razón de que en aquel tiempo ninguna casa tenía un lugar donde orinar o excretar.
No, nadie les tira excrementos a las abejas por la cabeza, PERO LES LLENAN LOS “ALIMENTADORES” DE BASURA, de veneno, que otra cosa no son el azúcar, el levudex, el sucrodex, o cualquiera de esos “alimentos” o “suplementos” de síntesis con que les hacemos el “BENEFICIOSO TRUEQUE” de cambiarles la miel, por la que tanto trabajaron para juntarla para poder pasar el invierno, y les damos, sistemáticamente, a mansalva, de reglamento, como si fuera una ley sagrada: BASURA.
Y si no, piensen en los camiones tanques “alimentando” con basura con una manguera a las colmenas directamente desde el vehículo.
Preparando la carga del tanque del camió para alimentar y luego alimentando con manguera directo del camión-tanque
Y tenga la seguridad de que la sonrisa que muestra de oreja a oreja esa persona alimentando con semejante parafernalia, ya se debe haber convertido a esta hora en una mueca de espanto, observando como se le mueren “inexplicablemente” la inmensa mayoría de esas colonias que muestra con tanto orgullo, y digo
esto con mucho dolor, porque esa persona es mi colega apicultor, una persona que ama lo mismo que amo.
Porque está estadísticamente demostrado, que a este tipo de apicultor, el que aplica tecnología apícola de punta, es al que más frecuentemente se le mueren por miles de miles, “misteriosamente”, sus abejas.
Recordemos que es basura lo que les surten sistemáticamente los apicultores, y con la que se ven obligadas a alimentarse ellas y sus crías.
No se puede admitir, -por poco que sea el sentido común que se aplique-, que puedan fabricarse substancias que sustituyan apropiadamente a la miel o al pan de las abejas, maravillas naturales, los más poderosos alimentos naturales que existen, y de los que dependen la salud de las abejas, y creer que esos sustitutos son mejores que los naturales solo porque son más económicos, -como algunos apicultores creen-, es inadmisible.
Y téngase en cuenta que las obligamos a las abejas a “alimentarse” con esas basuras desde hace décadas
Desde hace décadas las abejas que pueblan nuestras colmenas por todo el orbe, descienden de reinas madres, abuelas, bisabuelas, tatarabuelas, choznas, en fin, de generaciones y generaciones de reinas criadas con azúcar o cualquiera otra basura por el estilo, y que han sufrido inmensas cargas de fármacos como si fuera poco.
Y meditemos además, en los “suplementos” proteínicos, que se les vienen suministrando a pasto, que no suplementan nada porque son otra basura que no sirve, y en el uso de la inefable y nunca bien ponderada cera estampada que le venimos suministrando a las indefensas abejas desde el siglo ante pasado para alegría de los unicos que se benefician con el uso de ella, sus fabricantes y vendedores, con sus amargas secuelas de haber agrandado perjudicialmente a las abejas y contaminarles con ella sistemáticamente su hábitat, impidiéndoles el acceso a ninguna otra salida que no sea la desaparición “misteriosa” a que se ven sujetas por semejante despropósito.
Y esto sucede en todo el mundo.
En todo el planeta las colmenas tienen un “alimentador”.
Internet lo muestra. No se puede ocultar:
Somos los apicultores en todo el mundo, como sindicato, uno de los mayores consumidores de azúcar, la compramos por miles de toneladas en todo el orbe, al extremo de que los apicultores consumen más azúcar que el gremio de los panaderos.
Las abejas, es posible que luego de atravesar la noche de los tiempos y de haberse salvado vaya a saber Dios de que poderosas plagas que trataron de destruirlas en los últimos por lo menos cincuenta millones de años que pueblan este planeta, están ahora a merced de la plaga más poderosa que han enfrentado en su larga historia, de la plaga de la que es muy posible que no puedan sobrevivir, y que las está llevando en este mismo momento a la desaparición:
NOSOTROS LOS APICULTORES.
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