RÍO DE JANEIRO, 17 nov (IPS) – La recuperación con un gran despliegue militar del control territorial de la favela La Rocinha, considerada un reducto inexpugnable del narcotráfico en Brasil, fue para algunos la demostración de una exitosa estrategia de pacificación, pero para otros apenas un espectáculo mediático.Solo habían pasado casi tres horas desde que 2.000 soldados y policías ocuparon La Rocinha, una comunidad pobre de la zona sur de Río de Janeiro, cuando el secretario de Seguridad Pública del Estado, José Mariano Beltrame, ya anunciaba la «devolución del territorio» a manos de las autoridades.
«Un objetivo que conseguimos sin disparar ni un tiro y, gracias a Dios, sin una gota de sangre», agregó el funcionario del estado de Río de Janeiro en una concurrida conferencia de prensa, a la que se presentó junto al alto mando de la policía civil, militar y de la marina de guerra, que participaron del operativo «Choque de paz».
El «espectáculo», según la definición de analistas sociales como Luiz Eduardo Soares, quien ocupó antes el cargo de Beltrame, había comenzado en la madrugada del domingo 13.
Periodistas de medios nacionales e internacionales, entre ellos IPS, acompañaban con expectativa lo que llamaban «el día D de la La Rocinha». Algunos durmiendo en hoteles cercanos y otros espantando el sueño en sus automóviles para no perderse nada del «ataque» al amanecer.
Anunciado con bombos y platillos hacía varios días, el operativo estuvo diseñado para cerrar todos los accesos a la comunidad a las 02:30 de la madrugada. Todos querían ser testigos de lo que el gobernador del estado, Sérgio Cabral, bautizó como un «día histórico para la paz».
«La Rocinha es nuestra», tituló al otro día en primera plana el diario de alcance nacional O Globo, a modo de celebración por la recuperación de esta «favela» –como le llaman en Brasil a los asentamientos pobres y hacinados–, que crece sobre un cerro habitada por 100.000 personas.
La invasión, que no ofreció resistencia de parte de los narcotraficantes que controlaban la comunidad desde hacía tres décadas, fue grabada paso a paso por las cámaras de televisión.
Tanques de la marina de guerra, con el fondo del amanecer anaranjado, entrando en sus estrechas y laberínticas calles, fusileros navales con uniformes de guerra, escuadrones de elite de las policías Militar, Federal y Civil, perros rastreadores de drogas, vehículos blindados y helicópteros. Todo un desfile del Día de la Independencia en acción.
«Me desperté a la madrugada por el ruido de los helicópteros, pero el resto todo normal», dijo a IPS una habitante de La Rocinha que no quiso identificarse.
Tras años de control del narcotráfico y de la policía que muchas veces es su cómplice, los vecinos desconfían. «No sé si ellos (los policías) van a quedarse aquí por mucho tiempo», advierte temeroso a IPS el vendedor Edson Pereira.
Algunos huyeron y permanecerán en casas de parientes hasta que termine la ocupación de las autoridades. Otros caminan tranquilamente indiferentes al despliegue bélico.
«Sobre mi cabeza los helicópteros recuerdan más a (Francis Ford) Coppola que a (la guerra de) Vietnam. El sonido, con la furia teatral, mueve la vana coreografía de una guerra que nunca será», ilustra Soares en su cuenta de Facebook.
«Es una intervención de hecho, que busca recuperar y mantener el control de esa área en manos del narcotráfico», rebatió en entrevista con IPS el académico Michel Misse, director del Núcleo de Estudios en Ciudadanía, Conflicto y Violencia Urbana de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
«Claro que hay explotación mediática, pero eso no es lo principal. Es un hecho que se suma a una política continuada de ocupación», agregó al referirse a la implementación desde 2009 de las Unidades de Policía Pacificadora (UPP).
Las UPP combinan ocupación policial permanente con servicios y obras de mejora social e infraestructura. Es una nueva estrategia de seguridad que sustituye a la tradicional lógica del combate frontal al tráfico de drogas por la de la pacificación comunitaria.
«El tráfico de drogas no desaparece con la pacificación, pero sí el grupo armado y su control sobre la población», asegura Ignacio Cano, coordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad Estadual de Río de Janeiro.
«El tráfico en menor cantidad continúa, como en Dinamarca, como en cualquier parte del mundo», dijo a IPS a modo de ejemplo. «Lo que termina es el tiroteo, la violencia y el control territorial», afirmó.
La ocupación de La Rocinha para instalar la decimonovena UPP, cierra un cinturón de seguridad alrededor de barrios donde se construirán estadios y otras instalaciones para recibir el torneo mundial de fútbol en 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
Por eso algunos temen que sea apenas una «limpieza» coyuntural y no una estrategia a largo plazo.
«¿Pacificación o espectáculo?» «Las dos cosas», responde Cano.
«Es un espectáculo de la manera cómo está siendo tratado». Pero «al mismo tiempo es parte de una estrategia de pacificación», destaca, al recordar que La Rocinha siempre tuvo un «alto valor simbólico» del dominio territorial del narcotráfico.
Su ubicación, entre la zona sur y oeste de Río de Janeiro, también era estratégica para la distribución de drogas hacia los barrios más ricos.
«Aun así, prefiero que se saque un rédito político de este tipo de intervenciones y no de las cruentas del pasado, donde había hasta 20 muertos en un día», enfatiza.
Ahora, para evitar las muertes de inocentes, las ocupaciones de las fuerzas de seguridad son anunciadas. Además, en La Rocinha se agregó un ingrediente que fue el cerco previo a los narcotraficantes, que llevó a la captura de tres de sus jefes, pese a que algunos huyeron con escolta policial.
Cano sugiere que ahora el gobierno comience a elegir áreas de pacificación «por sus niveles de violencia» y no por ser turísticas o estar en la más privilegiada zona sur.
Misse opina que el hecho de que se haya escogido inicialmente para pacificar favelas mayores o vinculadas a futuros eventos megadeportivos «no disminuye la importancia» del proceso.
«Se hacía eso o no se hacía nada», sentencia, tras considerar que «es difícil» extender las UPP a todo el municipio, porque implicaría un gran número de policías que «ningún presupuesto aguanta»
En Río de Janeiro hay unas 750 favelas con un total de 1,5 millones de habitantes, que equivalen a alrededor de un tercio de la población de la ciudad. El objetivo hasta 2014 es pacificar 40 de esos barrios.
Julita Lemgruber, directora del Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadanía de la Facultad Cándido Mendes, no niega que las UPP sean «un instrumento para el proyecto político del gobernador». Sin embargo, señaló a IPS que, a la vez, son «efectivamente un intento de neutralizar el poder absoluto que el narcotráfico tiene sobre algunas comunidades».
La experta manifiesta críticas, como la participación del ejército en las ocupaciones y que no se enfatice más en el combate a la corrupción policial. Pero aclaró que no «sataniza» a las UPP como otros colegas.
«Yo hago entrevistas en las favelas pacificadas y veo personas aliviadas, sin ese riesgo permanente de ser alcanzadas por un tiro en medio del fuego cruzado entre policías y bandidos. No puedo estar en contra» de estas ocupaciones militares, sostuvo
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