Capítulo I: Epígrafe
“Mi optimismo está basado en la certeza de que esta civilización está por derrumbarse.
Mi pesimismo, en todo lo que hace por arrastrarnos en su caída.”
Capítulo II: La servidumbre voluntaria
“Es el mal de estos tiempos, los locos guían a los ciegos.”
El Rey Lear, Acto IV, escena primera, William Shakespeare
La servidumbre moderna es una esclavitud voluntaria, consentida por la muchedumbre de esclavos que se arrastran por la faz de la tierra. Ellos mismos compran las mercancías que los esclavizan cada vez más. Ellos mismos procuran un trabajo cada vez más alienante que se les otorga si demuestran estar suficientemente amansados. Ellos mismos eligen los amos a quienes deberán servir. Para que esta tragedia absurda pueda tener lugar, ha sido necesario despojar a esa clase de la conciencia de su explotación y de su alienación. He ahí la extraña modernidad de nuestra época. Al igual que los esclavos de la antigüedad, que los siervos de la Edad Media y que los obreros de las primeras revoluciones ndustriales, estamos hoy en día frente a una clase totalmente esclavizada, solo que no lo sabe o más bien, no lo quiere saber. Ellos ignoran la rebelión, que debería ser la única reacción legitima de los explotados. Aceptan sin discutir la vida lamentable que se planeó para ellos. La renuncia y la resignación son la fuente de su desgracia.
He ahí la pesadilla de los esclavos modernos que no aspiran sino a ser llevados por la danza macabra del sistema de la alienación.
La opresión se moderniza expandiendo por todas partes las formas de mistificación que permiten ocultar nuestra condición de esclavos.
Mostrar la realidad tal como es y no tal como la presenta el poder, constituye la subversión más genuina.
Sólo la verdad es revolucionaria.
Capítulo III: La planeación territorial y la vivienda
“El urbanismo es esta toma de posesión del medio ambiente natural y humano por el
capitalismo que, desarrollándose lógicamente como dominación absoluta, puede y debe
ahora rehacer la totalidad del espacio como su propio decorado.”
Guy Debord, La Sociedad del Espectaculo.
A medida que construyen su mundo con la fuerza alienada de su trabajo, el
decorado de este mundo se vuelve la cárcel donde tendrán que vivir. Un mundo sórdido, sin
sabor ni olor, que lleva en sí la miseria del modo de producción dominante.
Este decorado está en permanente construcción, nada en él es constante. La
remodelación continua del espacio que nos rodea está justificada por la amnesia
generalizada y la inseguridad con las que tienen que vivir sus habitantes. Se trata de
cambiarlo todo a la imagen del sistema: el mundo se vuelve como una fábrica, cada vez
más sucio y ruidoso.
Cada parcela de este mundo es propiedad de un Estado o de un particular. Este robo
social que es la apropiación exclusiva de la tierra se materializa en la omnipresencia de los
muros, de las rejas, de las cercas, de las barreras y de las fronteras. Son las marcas visibles
de esa separación que lo invade todo.
Pero al mismo tiempo, la unificación del espacio, según los intereses de la cultura
mercantil, es el gran objetivo de nuestra triste época. El mundo debe convertirse en una inmensa autopista, absolutamente eficiente, para facilitar el transporte de las mercancías.
Todo obstáculo, natural o humano, debe ser destruido.
La concentración inhumana de esa masa de esclavos es fiel reflejo de su vida: se
asemeja a las jaulas, a las cárceles, a las cavernas. Pero a diferencia del esclavo o del prisionero, el explotado de la época moderna debe pagar por su jaula.
“Pues no es el hombre sino el mundo el que se ha vuelto anormal.”
Antonin Artaud
Capítulo IV: La mercancía
“A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata.
Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y
reticencias teológicas.”
Karl Marx, El Capital, capítulo I, libro 4.
En este estrecho y lúgubre espacio en donde vive, el esclavo acumula las
mercancías, que según los mensajes publicitarios omnipresentes, deberán traerle la felicidad
y la plenitud. Pero entre más acumula mercancías, más se aleja de él la posibilidad de
acceder un día a la felicidad.
“De qué le sirve al hombre poseerlo todo, si a cambio pierde su alma.”
El Evangelio según San Marcos 8, 36
La mercancía, ideológica por esencia, despoja de su trabajo al que la produce y
despoja de su vida al que la consume. En el sistema económico dominante, ya no es la demanda la que condiciona la oferta, sino la oferta la que determina la demanda. Es así como, de manera periódica, surgen nuevas necesidades consideradas vitales por la inmensa mayoría de la población: primero fue el radio, luego el carro, el televisor, el computador y ahora el celular.
Todas estas mercancías, distribuidas masivamente en un corto lapso de tiempo,
modifican en profundidad las relaciones humanas: sirven por un lado para aislar a los
hombres un poco más de sus semejantes y por otro, para difundir los mensajes dominantes
del sistema. “Las cosas que poseemos terminan por poseernos.”
Capitulo V: La alimentación
Seguir leyendo De la servidumbre moderna →