Si algún lugar del planeta está cargado de magia en cada uno de sus rincones, ese es el continente negro. Aquí empezó la vida, y a la vez que la vida, la magia, que hoy continúa siendo un elemento primordial en el día a día de cualquier africano. Hoy recorremos una pequeña e impresionante parte de esta Africa mágica.
Juan José Revenga
Cualquier país africano nos habría servido para iniciar nuestro viaje. En cada uno existen etnias y culturas por doquier. Todas ellas abarrotan el continente y cada una tiene particularidades. Todas ellas cuentan con un denominador común: la magia.
Comenzamos nuestro periplo por este mundo desconocido en Camerún. Esta tierra fue descubierta por los navegantes portugueses que apostaron por el nombre de Camaroes a causa de la cantidad de estos crustáceos que pueblan sus ríos… Aún hoy en día la abundancia de éstos es notoria.
Lo que normalmente ha interesado a la civilización ha sido la madera. Es increíble la deforestación que se observa viajando por las pistas de tierra de este país. Hubo algo que me llamó la atención, un todoterreno impresionante, con ruedas de tacos y todos los adelantos posibles para manejarlo fuera de los caminos, provisto además de una enorme antena de radio… La finalidad de este vehículo es localizar los grandes árboles, aunque estén escondidos en el rincón más recóndito de la selva. Con esa especie de depredador de cuatro ruedas se puede llegar a cualquier sitio y una vez allí dar las coordenadas GPS del tronco, que en ocasiones lleva siglos en aquel lugar de la jungla. Entonces se pone en marcha la gran máquina de extracción y en compañía de los bulldozers, corren hacia aquel árbol, mágico en ocasiones para las etnias que habitan…
Después viajará al primer mundo, donde lo convertirán en valiosos muebles. El simple hecho de fotografiar estos árboles en los camiones que los transportaban nos supuso una noche de «agradable» encierro en un calabozo.
La danza acompaña a los impresionantes, y en ocasiones terribles, rituales mágicos que forman parte de la esencia del alma africana.
Los pigmeos
Muchas veces hemos oído hablar de ese mítico pueblo. Pero llegar hasta él no es fácil. Habitan en lo mas profundo de una selva cada día más pequeña. El gobierno los empuja hacia aquí prometiéndoles ayuda si abandonan su jungla, una ayuda, por cierto, que nunca llega, de modo que acaban desapareciendo o marchándose a los suburbios de Yaunde o Duala, las principales ciudades del país.
Pero el pigmeo es mucho mas que eso. Pese a su baja estatura -hoy la media es de 1,45 m para un adulto- es un gran guerrero que se introduce todos los días en la jungla, armado con una lanza para cazar al mayor de los paquidermos, el elefante de selva carnerunas. Esta vez seguimos a la partida de pigmeos que se interna en la jungla. Mujeres y hombres van juntos en busca del sustento diario. El cazador principal porta la lanza que usan desde hace lustros para cazar al gran elefante, que hace mucho abandonó esta zona del planeta huyendo de la civilización y la deforestación. El alimento que hallan es mínimo y se resume en larvas de insectos y algún roedor. Estos hombres siguen siendo dignos y mantienen su cultura milenaria encendida. Es fácil vera jóvenes pigmeos con los dientes afilados en forma de pirámide. Han afilado sus incisivos con piedras para tener un aspecto más fiero, que los distinga de lo demás pigmeos.
Cuando volvemos al poblado con la miserable carga de alimentos comienza la actividad. Hay que preparar la comida antes de que se estropee. Antes de la comida, el brujo de la tribu aparece; es un hombre de mediana edad, pero ciego por la malaria. Danza en un ritual animista de agradecimiento por haber conseguido alimentos e invoca a sus deidades para seguir sobreviviendo. En el ritual participa todo el pueblo. Los niños enfermos acuden al hechicero para que los sane con la medicina de las plantas. Un ritual de música y cánticos evoca el principio de los tiempos, cuando, como dicen los antropólogos, la vida era mas fácil en esta parte de África.
En esta parte del continente negro encontramos a multitud de hechiceros. Un ejemplo es aquél que conocí en la ribera del lago Chad. El viaje en 4×4 fue impresionante. Entonces me di cuenta de que África se está secando. Llegamos incluso a circular sobre cauces de arroyos que fueron en su día caudales de vida y hoy están secos. Allí la gente escarba en la superficie, realizando hoyos de más de un metro hasta que alcanzan el agua que circula por el subsuelo. Igual ocurre al llegara nuestro destino. El lago Chad, en el centro de África, y en teoría la reserva para los pueblos que viven a su alrededor, se está secando.
Cada año sus riberas bajan de nivel y no sabemos hasta cuándo seguirá subsistiendo la vida que contiene en su interior.
Al fin llegamos a casa de nuestro anfitrión, el brujo más poderoso del lugar. Un tipo mal encarado, vestido a la europea y con una casa de adobe en lugar de una cabana. Estábamos en territorio musulmán, donde se trabaja con los demonios o Ijems, que dan el poder al brujo. André -así se llamaba- no dudó en ofrecernos participar en un ritual que se celebraría esa noche. Debía proteger a un niño de los espíritus malignos que lo rondaban. Bastó con decirle que lo verían en todo el mundo para que aceptara nuestra presencia.
Irrumpimos en una habitación oscura, sólo iluminada por velas. Se veía una alfombra sobre el suelo y en las paredes montones de maletas que llegaban hasta el techo -las maletas son los armarios de África, fuera del alcance de insectos o roedores- Nuestro amigo André entró en la habitación acompañado de un niño de unos cuatro años que lo miraba absorto mientras se ponía calaveras sobre su cabeza, tocaba animales disecados y recitaba versículos del Corán. El muchacho estaba a punto de comenzar a llorar cuando André le colocó sobre su cuello un collar de dientes de perro. Sería su protección. El niño comenzó a jugar con dichos dientes. André se dio por satisfecho y cobró a los padres su tarifa. Un brujo en África puede cobrar diez veces más que un doctor, y en un país donde la situación es difícil, nadie va al doctor, todos prefieren al hechicero.
Siguiente parada: Senegal
Un país fascinante, con una historia increíble. De él salían todos los esclavos de África occidental con rumbo al Nuevo Mundo, desde la isla de Goree.
Nuestro primer destino fue precisamente ese y tras una hora de navegación en un barco carguero llegamos a la isla, en la bahía de Dakar. Allí se hallaban las mansiones o casas de los comerciantes de carne humana y las celdas de los esclavos, bajo las tablas de los salones. Lo primero que encontramos en ellas es un gran patio central rodeado de celdas con barrotes de hierro de unos 12 metros cuadrados donde se metían hasta quince esclavos. Al llegara la casa los hombres y mujeres capturados en lo más profundo de las junglas quedaban ¡mpactados por el mar, que muchas veces nunca habían visto. En seguida se producía la separación de hombres, mujeres y niños… las familias nunca más volverían a verse. En las celdas se engordaba a los esclavos hasta que pesaban un mínimo de 60 kilos.
Mientras los barcos esclavistas esperaban en la bahía, en la plaza que había en cada casa se realizaba la subasta. Desde lo alto de la escalera, dueños y compradores discutían los precios. Una vez hecha la venta el esclavo atravesaba la famosa puerta sin retorno. Al final de aquella plaza se veía una puerta que daba al mar donde aguardaban los botes que les llevarían a los bergantines que llenaban sus bodegas con aquellos asustados cuerpos. Una época infame para la humanidad, como me decía un catedrático de Dakar: «Fíjese la que se montó en el mundo con cinco millones de judíos que mataron en la Segunda Guerra Mundial. De los 50 millones de africanos que murieron durante los más de 300 años que duró la esclavitud, nadie dice nada».
Lo que no sabían los esclavistas es que la zona donde cazadores árabes capturaban prisioneros era donde vivían las etnias de los magos mas potentes, los Fon y losYoruba, además de los Mandingas, el pueblo de los guerreros más fuertes e indomables del continente. Por eso no nos debe extrañar lo que más tarde ocurrió en lugares como Haití o Nueva Orleans, donde la magia y el mal encontraron un nuevo lugar donde crecer.
En Dakar conocí a brujos con los que participé en rituales mágicos, pero hay uno -quién sabe por qué- del que pocas veces he hablado. Se llamaba Yañe, y era un nigeriano que había conseguido crear una secta, mezclando el vudú y la religión católica. Llegar a él no fue fácil.Todos hablaban de este hombre pero nadie sabía dónde trabajaba, hasta que un taxista en la puerta del Ministerio de Turismo se ofreció a llevarnos. Era muy arriesgado. Podíamos acabar en una cuneta, pero había que aceptar… era la única opción que teníamos para localizarlo.
Se convirtió en una de las horas más largas de mi vida. Circulábamos cargados de cámaras, apretados en aquel taxi, entre los interminables atascos de la ciudad, hasta que salimos a los barrios del perímetro y giramos por callejuelas que cada vez disparaban más nuestra adrenalina.
Nuestro recorrido terminó frente a una pared de hormigón. El conductor nos pidió que le siguiésemos al interior de una casa que había en la esquina. Allívi por primera vez a Yañe, un tipo con una cara diferente. He tratado con muchos brujos en todo el mundo y reconozco cómo es el rostro de alguien que trabaja con el mal, su forma de expresarse y gesticular. Tras una corta conversación con el taxista,Yañe se dirigió hacia míy por primera vez le vi sonreír, con unos dientes amarillentos que habían probado todo tipo de mejunjes.
La conversación tuvo lugar en su despacho, presidido por un retrato del Sagrado Corazón, casualmente el mismo que tienen
los chamanes de todo el mundo en sus lugares de poder. Yañe iba vestido como un obispo católico. Según me explicó, en su mundo era como Dios, pues tenía la bondad y el poder de Cristo y la fuerza de sus antepasados Yorubas, que le daban dominio sobre el mal. Hablaba muy bien y merecía la pena verle en acción. Al poco tiempo comenzó a celebrar una misa especial, con aquella extraña mezcla de religiones.
La primera sorpresa fue ver a sus seguidores. Todas eran mujeres con una especie de cofia o tocado con una cruz católica en la cabeza. De rodillas durante toda la ceremonia, seguían a Yañe como si fuese un dios. En un momento, el brujo tocó con su mano a una de las presentes y ésta cayó fulminada. No sé si se trataba de un truco, pero aquella mujer habría de ser una magnífica actriz si así fuera. Permaneció atendida por las demás mujeres mientras nosotros terminábamos el ritual. Abandonamos el recinto acompañados porYañe, al que pregunté qué le había ocurrido a aquella mujer. La respuesta fue rápida: «le he quitado toda su energía y no despertará hasta que no cree otras nuevas».
República de Benin