Haré que estén cerca coperos, mozos de taller y cerveceros, mientras mezclo abundante cerveza, mientras me siento magníficamente bebiendo cerveza en un clima gozoso, escanciando bebidas, sintiéndome alegre con gozo en el corazón e hígado feliz. (Canción sumeria)
En la antigua Mesopotamia las tabernas eran casas de placer donde los hombres bebían cerveza, escuchaban música y se relacionaban con prostitutas. Los muros estaban decorados con imágenes de mujeres desnudas y escenas eróticas, y la patrona de estos locales era Ishtar (Inanna para los sumerios), la diosa del amor, a la que las taberneras —pues habitualmente eran mujeres— dirigían sus plegarias. En aquel ambiente alegre y desinhibido, se cantaban canciones de amor, compuestas como un diálogo acompañado por un instrumento musical, temas que se caracterizaban por la pasión y el deseo sexual.
Cuando estoy sentada en la puerta de una taberna,
yo, Ishtar, la diosa
soy prostituta, madre, esposa, divinidad.
Soy lo que llaman vida,
aunque vosotros le llaméis Muerte.
Soy lo que llaman ley,
aunque vosotros le llaméis Marginal.
Soy lo que vosotros buscáis
y aquello que conseguisteis.
Soy aquello que vosotros esparcisteis
y ahora recogéis mis pedazos
Estas viejas tabernas eran, además de lupanares, pequeñas tiendas en las que se vendía al por menor. Estaban generalmente asociadas a los bajos fondos, o bien situadas fuera de las poblaciones, en cruces de caminos, para asegurarse una mayor cantidad de clientes potenciales. Otro emplazamiento muy buscado era las orillas de ríos y canales. Contaban con rótulos en los que se pintaban símbolos como las jarras y toneles de cerveza que aparecen en el poema de Gilgamesh, para anunciar al viajero que allí había una taberna.
Se trataba de lugares peligrosos que atraían a toda clase de forajidos, y, sobre todo, centros en los que solían tramarse conspiraciones. Por ejemplo, el rey Samsi-Addu de Asiria ordena en una carta a su hijo, gobernador de Mari, que detenga a un médico y unos funcionarios que se habían refugiado en una taberna tras huir de palacio. El código de Hammurabi prohíbe la entrada a las sacerdotisas y no olvida regular también el comportamiento que deben observar la sabitum (tabernera). Fueron muchas las que acabaron condenadas a prisión, o incluso a muerte, por dar cobijo a conspiradores:
Si una tabernera en cuyo local suelan reunirse embusteros o conspiradores, no agarra a esos embusteros y los lleva a Palacio, que esa tabernera sea ejecutada.
Si una sacerdotisa que no reside en un convento abre una taberna o entra a por cerveza en una taberna, a esa mujer, que la quemen.
La sabitum pagaba un impuesto especial, pero en general se trataba de un negocio lucrativo que recibía buenas inversiones. El código de Hammurabi estipula que debía cobrar en grano y no en moneda:
Si una tabernera no cobra cebada como precio por la cerveza, y cobra en dinero según una pesa grande, y rebaja el valor de cerveza en relación al valor de la cebada, que se lo prueben y la tiren al agua.
Según el código de Eshnunna, las taberneras no podían aceptar mercancías de los esclavos, ni tampoco conceder créditos a menores o a esclavos.
La razón por la que estos establecimientos estaban regentados por mujeres era la costumbre de dejar en manos femeninas los asuntos relacionados con la mesa. En los palacios y en los templos el cocinero era un hombre, pero no así en los hogares, en los que la mujer se encargaba de elaborar la cerveza para consumo doméstico, además de las sopas y los panes. Lo que sobraba se ofrecía a los vecinos. A veces los platos tenían tanta aceptación que con el tiempo algunas casas acabaron por tener un mostrador, y los invitados se convirtieron en clientes que pagaban por la comida y la bebida. Así nació la taberna, al principio simplemente una prolongación de la casa, donde la mujer mandaba. Aunque pronto iría perdiendo ese carácter doméstico y evolucionaba hacia un tipo de establecimiento de mala reputación, seguía siendo generalmente una mujer quien se situaba al frente del negocio.
«A mi pequeño, que come solo pastas de harina, dadle pastas de harina. Dadle el pan hecho para él y dadle mi pan especial de Ekur.» (Inscripción del templo de Enlil, dios del cielo, el viento y las tempestades en la ciudad sumeria de Nippur. Fue encargada por una madre que había perdido a su hijo y pedía a los dioses que le dieran su comida favorita.)
Prueba de la laxa moral que había pasado a imperar en dichos locales es la tablilla hallada en Asur y que recoge, entre otras, la siguiente ley, un precepto que refleja al mismo tiempo la desigualdad de derechos entre hombres y mujeres:
Si un hombre yace con la esposa de otro hombre en una taberna o en la calle y sabe que es la esposa de otro hombre, se hará al fornicador lo que el hombre diga que se haga a su esposa. Pero si hubiera yacido con ella sin saber que era esposa de un hombre, el fornicador es inocente. Si el hombre lo prueba a su mujer, hará con ella lo que prefiera.
La inquietud de los gobernantes con respecto a estos locales parece plenamente justificada si tenemos en cuenta que algunas taberneras consiguieron llegar muy lejos con las intrigas que dirigían en su local: según establece la Lista Real Sumeria, fue una tabernera de la ciudad de Akshak, Ku-Bau, la fundadora hacia el año 2500 a. C. de la cuarta dinastía de Kish, que duró cien años. Según el texto, “En Kish Ku-Bau, la guardiana de la posada, la que ha hecho firmes los cimientos de Kish, se convirtió en rey y gobernó durante cien años”. Vemos que además la tabernera asumió un título masculino: “lugal”, que designaba al rey y no a la reina.
En cuanto a la cerveza, solía ser elaborada en la propia taberna, o bien comprada a las mujeres que la fabricaban en sus hogares. Era la bebida más popular de los antiguos mesopotámicos, por encima del vino, hasta el punto de que llegó a destinarse a su producción un 40% de los cereales cultivados. Tenían unas cuantas variedades, aunque la más común era la de cebada. No solo se consumía en estas tabernas de mala reputación, sino también con motivo de todo tipo de celebraciones, como bodas, nacimientos y funerales, y formaba parte de la vida cotidiana: se estima que cada persona bebía dos litros al día, pero a los sacerdotes se les asignaban hasta seis, para que bebieran en honor a Nin-Kasi, la diosa de la cerveza, “la Señora que llena la boca”, aquella “que sacia el corazón” y “satisface el deseo”. Se decía que Nin-Kasi había nacido de “agua dulce y brillante”, y que cada día preparaba grandes cantidades de cerveza para los demás dioses.
En lengua sumeria se designaba al banquete con el término kas-de-a, que significa escanciado de cerveza. La dejaban caer desde el barril a la vasija, haciendo que el líquido golpeara con fuerza para producir espuma.
El vino que se servía en las tabernas se importaba de Siria y Cilicia. También era apreciado, pero resultaba más caro, lo que favorecía el consumo de cerveza. Era frecuente que varias personas se reunían para compartir la bebida en una gran vasija de la que bebían empleando una larga caña que les evitaba los grumos, aunque también había recipientes más pequeños para consumo individual.
Los sumerios hacían incluso publicidad de la cerveza. El primer cartel publicitario conocido data del año 4000 a. C. Consiste en una tablilla hallada en la actual Siria y que muestra a una mujer con dos copas. La inscripción dice “Bebe cerveza con el corazón del león”.
Nin-Kasi
¡Haz que todo Uruk esté de fiesta!
Que con cánticos el alto sacerdote salude a la Barca Celestial.
Y profiera plegarias grandiosas.
Haz que el rey mate bueyes y borregos.
Que escancie cerveza en la copa.
Que resuenen el tambor y el pandero.
Que se toque la dulce música del tigi.
Que todos los confines proclamen mi noble nombre.
Y que mi gente cante mis alabanzas.
(Palabras de Inanna a Ninshubur)
http://themaskedlady.blogspot.com.es/2012/05/las-tabernas-de-mesopotamia.html
Bibliografía:
Seeking Out
the Wisdom of the Ancients – Ronald L. Troxel, Kelvin G. Friebel, Dennis Robert
Magary
Daily Life in Ancient Mesopotamia – Karen Rhea Nemet-Nejat
Espejos: Una historia casi universal – Eduardo Galeano
El alba de la civilización – S. Moscati
Beliefs,
Behaviors, & Alcoholic Beverages: A Cross-cultural Survey – Mac Marshall
L’espace domestique en Mésopotamie de la IIIe dynastie d’Ur à l’époque paléo-babylonienne – Laura Battini-Villard
La Mésopotamie: essai d’histoire politique, économique et culturelle – Georges Roux