YAKARTA, jun (IPS) – Salvo que la rápida tala de bosques se controle en Indonesia, sus habitantes podrán preguntarse un día: «¿A dónde se han ido todas las flores?». Pero es posible que a la letra de esa canción de Joan Báez deban agregar: a dónde se fueron los tigres, elefantes, orangutanes, aves y comunidades forestales.
La cantante estadounidense, todo un emblema de los años 60, cantaba entonces contra la guerra de Vietnam. Actualmente, organizaciones ambientalistas en Indonesia libran un combate contra la deforestación.
Este país alberga a alrededor de 15 por ciento de las especies conocidas en el mundo de plantas, mamíferos y pájaros. Algunos ya están en peligro crítico a consecuencia de la tala de bosques para abastecer la industria del papel o para dar lugar a la explotación de la palma aceitera y la minería.
Al cumplirse en Indonesia el primer año de una moratoria de dos a la deforestación tras un compromiso de 1.000 millones de dólares de Noruega, una coalición de entidades ecologistas nacionales e internacionales urge al presidente Susilo Bambang Yudhoyono a fortalecer la medida.
Su objetivo reducir y, en última instancia, frenar defintivamente la deforestación en el país.
«La moratoria existente solo incluye los nuevos permisos de uso de bosques, pero no revisa los ya existentes. También tiene otros vacíos flagrantes que es necesario abordar si Indonesia quiere cumplir sus compromisos internacionales», dijo en una conferencia de prensa Yuyun Indradi, asesor de políticas forestales en Greenpeace – Asia sudoriental.
Esas preocupaciones se plantean de cara a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, más conocida como Río+20, que tendrá lugar del 20 al 22 de este mes en Brasil.
Las organizaciones ambientalistas sostienen que la prohibición se ve perjudicada por una legislación deficiente. Cuestinioan, además, que da poca protección extra a los bosques en general y a las turberas en particular, ricas en carbono, y que no aporta nada a la protección de los pueblos indígenas forestales y las comunidades locales.
De continuar la tala indiscriminada a un promedio de más de un millón de hectáreas al año, en 50 años se habrán destruido todos los bosques de Indonesia.
A comienzos de mayo, las organizaciones dijeron haber presenciado la continua destrucción forestal por parte de varias empresas, pese a la moratoria. Estimaron que 4,9 millones de hectáreas de bosques primarios y de turba, de un total de 71,01 millones de hectáreas cubiertas por la moratoria, se perderían por culpa de las industrias vinculadas a la palma aceitera, las minas de carbón y otras conversiones de predios forestales para fines de ese mes.
También en mayo, la firma indonesia Asia Pulp & Paper (APP, celulosa y papel de Asia), una de las más grandes en su rubro, que fue muy criticada por organizaciones ecologistas, anunció que suspendería el despeje de bosques natuarles a partir del 1 de junio, y que emplearía mejores procedimientos ambientales.
El anuncio causó una rápida reacción de Greenpeace, que negó que APP llevara a cabo buenas prácticas. La agrupación verde dijo que imágenes de su último vuelo, realizado en febrero sobre esas zonas, indicaban que continuaba la tala forestal en la región de Sumatra.
La deforestación está devastando la biodiversidad. Menos de 400 tigres de Sumatra permanecen en su hábitat natural, los orangutanes de la isla pasaron de 1.000 a comienzos de 2000 a menos de 200 en 2012, y quedan apenas 3.000 elefantes nativos, la mitad de los que había en 1985, sostienen los ambientalistas.
«Es razonable esperar que haya muchas especies amenazadas sin documentar», dijo a IPS el científico Louis Verchot, del Centro Internacional de Investigación Forestal.
La deforestación también ha afectado a comunidades enteras de pueblos originarios que dependen del bosque para obtener alimento, refugio y sustento. Como la mayor parte de la tierra pertenece al Estado, el gobierno ha cedido los derechos ancestrales de las comunidades nativas a empresas, según organizaciones indígenas.
La tala que tiene lugar en Indonesia va mucho más allá de las 17.000 islas del archipiélago. El país es el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero, luego de China y Estados Unidos.
Según Greenpeace, un gran volumen de los gases procede de la destrucción de los bosques de turba, considerados los depósitos de carbono más cruciales del mundo.
Se cree que estos almacenan alrededor de 35.000 millones de toneladas de carbono, y cuando se secan, se queman y son reemplazados por plantaciones de acacias, eucaliptos o palmas aceiteras, liberan el dióxido de carbono a la atmósfera.
Aunque organizaciones ambientalistas creen que Indonesia debería hacer más para frenar la deforestación, algunos funcionarios creen que el país necesitan más incentivos para hacerlo.
«El Ministerio de Silvicultura necesita un presupuesto de cinco billones de rupias (538 millones de dólares) por año para combatir la deforestación», dijo a IPS el director general de Protección Forestal y Conservación de la Naturaleza en esa cartera, Darori.
Él, que como la mayoría de los indonesios lleva un solo nombre, dijo que el compromiso de Noruega de aportar 1.000 millones de dólares «no es suficiente».
Indonesia «necesita que el mundo la apoye» para llevar a cabo esta tarea, sostuvo.
Al evaluar las declaraciones de Darori, el portavoz de Greenpeace, Indradi, dijo que el dinero «nunca es suficiente si no podemos solucionar los problemas de corrupción en el sector forestal».
Según Verchot, «el compromiso de Noruega no iba a solucionar todo el problema, pero ha transformado el debate en Indonesia, y en ese sentido es exitoso».
Ese aporte, «a lo largo de varios años, es significativo y cimenta el camino para (que haya) dinero adicional de la iniciativa REDD+ (Reducción de Emisiones de Carbono Causadas por la Deforestación y la Degradación de los Bosques), entonces el programa puede volverse sostenible», agregó.
Darori dijo a IPS que las autoridades han sentenciado a ocho años de prisión a 12 dueños de plantaciones en Sumatra, por tala ilegal, e impuso multas de 5.000 millones de rupias (534.000 dólares) a cada uno.
El presidente Yudhoyono se ha comprometido a reducir entre 26 y 41 por ciento de las emisiones contaminantes del país, con la ayuda de la comunidad internacional, para 2020.
Pero también ha destacado la importancia de la contribución que hacen las industrias forestales a la economía del país.
Un estudio mostró que este aporte es de aproximadamente 21.000 millones de dólares al año, es decir 3,5 por ciento de la economía nacional. El sector emplea a alrededor de cuatro por ciento de la fuerza laboral del país.
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