La ciencia va progresando y ahora se da cuenta que lo que ella llama consciencia, que es en realidad nuestro ego, va muy por detrás de lo que el cerebro sabe.
Pero el cerebro tampoco es la última frontera. Es sólo un órgano con un elemento muy importante «La glándula pineal», que sirve de nexo de unión con nuestra propia esencia, nuestro ser espiritual, nuestro auténtico yo.
Somos nosotros seres espirituales los que poseemos el libre albedrio para ordenar a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo los pensamientos que hacen fluir en nuestro ego, o consciencia según la ciencia.
El problema es que ese ego está también influenciado por la genética del cuerpo y por la sociedad y la información que recoge nuestro cuerpo.
Todo eso hace que a veces, no escuchemos a nuestro auténtico yo.
DESPERTEMOS
Escuchemos en nuestro interior la esencia de nuestro ser. Recordemos nuestra misión, nuestro objetivo nuestro origen.
La ciencia aún está en pañales.
La ciencia va progresando y ahora se da cuenta que lo que ella llama consciencia, que es en realidad nuestro ego, va muy por detrás de lo que el cerebro sabe.
Pero el cerebro tampoco es la última frontera. Es sólo un órgano con un elemento muy importante «La glándula pineal», que sirve de nexo de unión con nuestra propia esencia, nuestro ser espiritual, nuestro auténtico yo.
Somos nosotros seres espirituales los que poseemos el libre albedrio para ordenar a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo los pensamientos que hacen fluir en nuestro ego, o consciencia según la ciencia.
El problema es que ese ego está tambien influenciado por la genética del cuerpo y por la sociedad y la información que recoge nuestro cuerpo.
Todo eso hace que a veces, no escuchemos a nuestro auténtico yo.
DESPERTEMOS
La ciencia aún está en pañales.
La investigación neurocientífica ha revelado un hecho sorprendente que revoluciona enormemente lo que nosotros, como humanos, hemos dardo por asentado acerca de nuestras interacciones con ese mundo situado fuera de nuestras cabezas: Nuestra conciencia no está a cargo realmente de nuestro comportamiento.
Los experimentos de laboratorio muestran que, antes de tomar conciencia de una decisión, nuestro cerebro ya ha sentado las bases para ello. En un libro reciente, Subliminal: How Your Unconscious Mind Rules Your Behavior, el físico Leonard Mlodinow examina una amplia gama de experimentos psicológicos que demuestran el papel dominante de las tareas inconscientes en nuestra conducta. Este reconocimiento cuestiona las suposiciones básicas sobre el libre albedrío y las enseñanzas religiosas asociadas acerca del pecado y la redención, así como nuestros conceptos jurídicos de la responsabilidad y castigo. Si nuestros cerebros elaboran nuestras decisiones por nosotros mismos, inconscientemente, ¿cómo vamos a ser responsables de nuestras acciones? ¿Cómo podrá castigar nuestro sistema legal a los criminales, o castigar Dios a los pecadores, si no están con el pleno control de sus procesos de decisión?
¿Es el libre albedrío una ilusión? En su reciente libro, titulado Free Will, el neurocientífico Sam Harris nos lo dice de forma inequívoca: «El libre albedrío es una ilusión». No existen algo así como controladores inmateriales de la consciencia, sino seres enteramente físicos, cuyas decisiones y comportamientos son productos totalmente causados por el cerebro y el cuerpo.
En “Philosophers” se identifican varias posiciones distintas sobre la cuestión del libre albedrío. Los ‘incompatibilistas’ sostienen que el libre albedrío es incompatible con el determinismo, la idea de que nuestro comportamiento está completamente determinado por causas antecedentes, como el destino, los actos de Dios o las leyes de la naturaleza. Estos, a su vez, están divididos en dos bandos. Los libertarios, que sostienen que tenemos libre albedrío, puesto que los humanos trascienden la causa y el efecto, de forma que en última instancia nos hace responsables, y los deterministas, que sostienen que no tenemos libre albedrío, porque ya sea que el determinismo sea verdadero o exista el indeterminismo (aleatoriedad), no nos proporciona el control o la responsabilidad. Ambos grupos se oponen a loscompatibilistas, cuyo argumento es que el libre albedrío es compatible con el determinismo o el indeterminismo en cualquier caso.
Pero, ¿qué es exactamente el determinismo? Hace dos siglos, el físico francés, Pierre Laplace, señalaba que, de acuerdo con la mecánica de Newton, en principio se podía predecir el movimiento de cada partícula del universo, partiendo del conocimiento de su posición,momentum y las fuerzas que actúan sobre ella. Esto es lo que se conoce como la máquina newtoniana del mundo. Y dado que, en cuanto a la física se refiere, no somos más que partículas, todo parece indicar que, en realidad, el libre albedrío es tan sólo una ilusión.
Sin embargo, nosotros ahora podemos decir con gran confianza que el universo no es la máquina newtoniana del mundo. El principio de incertidumbre de Heisenberg de la mecánica cuántica, nos demuestra que, en el fondo, la naturaleza es fundamentalmente indeterminista. Sin embargo, ¿hasta que punto juega la indeterminación cuántica un papel importante en el cerebro, y en ese caso, abrir así un camino para el libre albedrío? Probablemente no, y he aquí el porqué.
Las partes móviles del cerebro se hacen pesadas para los microscopios estándar y se mueven a velocidades relativamente altas cuando el cerebro está caliente. Por otra parte, las distancias también se hacen grandes para los estándares de estos mismos microscópicos. Es fácil demostrar, de manera cuantitativa, que los efectos cuánticos en el cerebro no son significativos. Por tanto, a pesar de que los libertarios están en lo correcto, y que el determinismo es falso a nivel microfísico o cuántico, el cerebro es, para todos los efectos prácticos, una máquina newtoniana determinista, por lo que no tenemos ese libre albedrío tal como ellos lo definen.
Aunque probablemente el cerebro sea determinista, en cuanto se trata del control de la conducta, hay una magnitud enorme de «pseudo-aleatorios» (en contraposición a la «pura» aleatoriedad cuántica), en los movimientos térmicos de nuestro cerebro y en el entorno que nos alimenta de datos. Es posible que esto puede proporcionar suficiente incertidumbre para darnos la «sensación» del libre albedrío. O, tal vez, la incertidumbre no juega ningún papel directo y se trata simplemente de que carecemos de conciencia sobre cuáles son las causas de nuestras decisiones, y que nosotros interpretamos como estar exentos de las leyes de la naturaleza. De cualquier manera, esto significa que, en última instancia, no tenemos un libre albedrío libertario, pesar a que podríamos tener la impresión de que sí lo tenemos.
No obstante, algo hay que nos sirve de consuelo. A pesar de que a nivel cuántico no hay ningún rígido determinismo, los compatibilistas están en lo correcto en su visión de las operaciones del cerebro como procesos causales. También hay otro punto que argumentan bien, que incluso si nuestros pensamientos y acciones son el producto de procesos inconscientes, ahí seguirán actuando. En otras palabras, «nosotros» no sólo somos nuestra mente consciente, sino más bien la suma de ambos procesos, de lo consciente y lo inconsciente. Es más que probable que otros puedan influir en nosotros, pero nadie tiene acceso a todos los datos que entraron en nuestro cálculo, excepto nosotros mismos. Otras operaciones cerebrales, con los mismos algoritmos de la decisión podrían no llegar necesariamente a la misma decisión final, ya que la experiencia de la vida que ha conducido hasta ese punto sería muy diferente..
Así pues, aunque no tengamos el libre albedrío libertario, si la decisión no está controlada por fuerzas externas a nosotros mismos, sean éstas naturales o sobrenaturales, sino por las fuerzas internas de nuestro cuerpo, entonces, la decisión es nuestra. Si usted y yo no somos solamente una conciencia inmaterial (o alma), sino nuestros propios cerebros y cuerpos físicos, entonces todavía somos quienes tomamos nuestras propias decisiones. Despues de todo, para eso evolucionó nuestro cerebro, para todo aquello que la conciencia pueda desempeñar y, por lo tanto, somos «nosotros» quienes somos responsables de nuestras decisiones.
Y a eso se reduce todo. ¿A quién le importa si a una acción la llamamos «libre albedrío» o no? Llamarlo libre albedrío (como hacen los compatibilistas) es demasiado confuso, dado que sugiere alguna forma de dualismo, sobrenatural o no, bastaría con denominarlo «autonomía». La cuestión es, ¿qué responsabilidad moral y legal tiene una persona autónoma, y cómo la sociedad debería hacer frente ante una mala conducta?
Obviamente, una sociedad no puede funcionar si no se protege de las personas peligrosas para los demás, sea lo que sea que haya dentro de sus cerebros y sistemas nerviosos que los hace peligrosos. Sin embargo, dado que no tenemos ese libre albedrío libertario que nos coloque por encima de las leyes causales, parece que nuestros sistemas de retribución moral y de justicia necesitarían ser reevaluados, y quizá, renovados drásticamente.
– Referencia: Huffingtonpost.com, 1 junio 2012, por Victor Stenger
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