TOMADO DE http://alcione.cl
La gente está dispuesta a ir a la guerra e incluso renunciar a su vida por una causa, pero no puede renunciar a las causas de su sufrimiento.
Una vez abierto nuestro corazón, toda la existencia aparece naturalmente bella y armoniosa.
Las enseñanzas fundamentales de la senda espiritual se originan en nuestro corazón. Cuando éste se convierte en nuestro maestro y nos inspira seguridad, la energía espiritual fluye por el centro del corazón (el chakra Anahata) y tiene propiedades curativas. Entonces, otros placeres y sensaciones parecen simples destellos. De modo que es importante mantener la comunicación con nuestro corazón y escuchar el silencio de nuestro interior. A menudo, sin embargo, nuestro estudio o meditación apenas roza nuestros pensamientos y sentimientos. No nos aceptamos como lo que somos, sino que pasamos la vida soñando e intentando encontrar placeres externos. Estas fantasías nos hipnotizan y nos impiden experimentar nuestros sentimientos más íntimos, que después son ocultados por velos de decepción creados por nuestras expectativas frustradas. El fantasear abre una distancia entre la mente y el cuerpo.
La vida parece bastante vacía cuando el corazón está cerrado. Podemos leer libros, pedir consejo a amigos o buscar refugio en objetos materiales, y de todos modos sentirnos insatisfechos. Las diversiones ya no nos dan mucha satisfacción, y no hay cosa bella que por algún motivo no nos decepcione; el amor es escurridizo, y nada parece ser muy significativo ni valer mucho la pena. Simplemente nos enredamos en nuestros problemas, y buscamos algún método o técnica que alivie la tensión y presión de nuestra inseguridad y miedo. A la larga puede ser que sólo lloremos en secreto.
En el océano hay rocas que han estado cubiertas de agua durante miles de años y sin embargo permanecen secas por dentro. Análogamente, podemos tratar de comprendernos a nosotros mismos enfrascándonos en diversas ideas y filosofías, pero si nuestros corazones están cerrados y fríos, el verdadero significado no produce cambio alguno en nosotros. No importa dónde estemos ni qué hagamos, si no somos abiertos, nadie, ni siquiera el más extraordinario de los maestros, logrará acercarse.
Aunque somos adultos, llevamos un niño dentro. Ese niño quiere crecer, bailar, madurar, pero carece de la alimentación adecuada. Sólo sabe buscar satisfacción por medio de exigencias. Detrás de cada acción se halla el ego dirigiendo, manipulando, apropiando.
Ocasionalmente experimentamos un alivio de nuestro descontento, pero los recuerdos pronto crean nuevas expectativas. Tratamos de repetir nuestras experiencias pasadas, y buscamos nuevas maneras de complacer o ser complacidos, de satisfacer o ser satisfechos; gran parte del tiempo, sin embargo, la vida sigue pareciendo frustrante y desprovista de toda esperanza. Aunque todos deseamos la felicidad, pocos la alcanzamos debido al ciclo aparentemente interminable de expectativas y decepciones. No obstante, este ciclo puede terminar. Si logramos renunciar a nuestros apegos, es posible crecer espiritualmente y encontrar un goce genuino. Las abejas se alimentan del néctar de las flores, mas no se aferran a los capullos.
Hay, entonces, un modo de obrar, uno que no involucra al ego. Podemos simplemente existir; olvidarnos del ego arrojarlo lejos – y relajarnos por completo. No debemos pensar en mí ni en ti ni en lo que ganamos o perdemos; podemos simplemente intensificar nuestras sensaciones y relajarnos, así como aumentar la alegría. Podemos continuar desarrollando nuestra consciencia, libres del ego, libres de expectativas, prejuicios o asociaciones. Cuando hacemos esto, comenzamos a crecer.
Una vez que reconocemos que nuestras expectativas sólo llevan a la decepción y a la frustración, nos abrimos a nuestras experiencias. Podemos encontrar satisfacción en cualquier situación: una simple caminata puede darnos más placer que cualquier otra diversión. Pero hasta que abramos nuestro corazón, hay poca inspiración que nos anime a seguir, pues estamos constantemente socavándonos. Finalmente nadie puede ayudarnos mucho a menos que demos el primer paso, nos escuchemos a nosotros mismos y nos demos ánimo y confianza refugiándonos en nuestro corazón.
Empieza por escuchar tu corazón, tus sentimientos y pensamientos. Presta atención a todo lo que ocurre en tu interior. Al principio es posible que tiendas a juzgarlo todo, y que rechaces tu experiencia inmediata a causa de un profundo resentimiento contigo mismo o con los demás. O tal vez te sientas apagado y frío; tu corazón puede estar cerrado y es posible que te cueste sentir algo. Pero poco a poco y con mucha destreza, escucha tus sentimientos. Es importante. Escucha tu corazón escucha literalmente el latir de tu corazón – Por lo general ni siquiera nos percatamos de lo rápido o despacio que late éste. En vez de distraerte con pensamientos y conceptos, escucha tu voz interior y empezarás a sentirte más alegre y relajado.
Al escuchar con atención, a veces puedes incluso oír un sonido dentro del silencio. No es el sonido fugaz que a veces se oye cuando el cuerpo pasa por el proceso natural de liberar tensión, sino que es el sonido de tus pensamientos. Cuando tus sentidos están muy atenuados y tú estás relajado y concentrado, es posible oír distintos tonos. A veces se oye un tono agudo o una voz grave. De hecho, hay diez tonos diferentes, cada uno de los cuales tiene una vibración específica. Para experimentarlos, primero debes desarrollar tu concentración y percepción consciente hasta que estés totalmente receptivo.
Es importante no esforzarse por lograr ninguna experiencia determinada, de modo que relájate sin distraerte ni perder el estado de consciencia. Tras un prolongado período de meditación, es posible que oigas una música bella y suave en tu cuerpo: una especie de música silenciosa entre los pensamientos. Por medio de la meditación y de tu propia sensibilidad puedes entrar en contacto con esta silenciosa música.
Antes de poder escuchar al Yo Superior que llevamos dentro, debemos aprender a aceptarnos y a amarnos. Con el tiempo el chakra del corazón se abre de manera natural y esto es el comienzo de la senda de la apertura, la compasión y el compromiso. Cuando se abren los diversos chakras descubrimos ciertos indicios o energías mentales y físicas que influyen tanto en las emociones como en el sistema nervioso. Podemos sentir cuán abierto está el corazón y lo bien que nos comunicamos con éste.
Si nuestro corazón es receptivo, toda la existencia aparece naturalmente bella y armoniosa. Esto no es otra fantasía: es realmente posible ver o sentirse así, y ésta es la esencia de las enseñanzas espirituales. El corazón nos revela todo el conocimiento. Por qué el corazón y no la mente? Porque nuestra cabeza está gobernada por el ego y nuestro corazón es mucho más libre.
Cuando nuestro corazón está abierto, ningún problema es demasiado grande. Aunque perdamos nuestros bienes y nuestros amigos y nos quedemos solos, sin nadie que nos apoye o guíe, encontraremos sustento en nuestros más profundos sentimientos, en nuestro silencio interior. Utilizando nuestros recursos interiores podemos habérnoslas más fácilmente con las situaciones emocionales e intelectuales porque ya no estamos involucrados en el drama que nos rodea. Aunque tengamos que enfrentarnos con la muerte, permaneceremos apacibles y equilibrados.
De modo que debemos alentar nuestros sentimientos cálidos y positivos. Esta calidez no es una emoción superficial o sentimental del tipo que lleva al desequilibrio y a menudo crea pánico en lugar de calma. Es un genuino estado de apertura que sentimos como una profunda calidez en el chakra del corazón, que es nuestro santuario interior.
Es allí donde nuestra naturaleza alcanza la plenitud. Una vez que se abre el chakra del corazón, todos los bloqueos se disuelven; nuestro cuerpo se impregna de inspiración y todo nuestro ser cobra vida. A veces se alude a esta inspiración como la esencia de la energía humana o la esencia de la verdad. Sin importar su nombre, a menos que permitamos que nos refresque, nuestro cuerpo puede mantenerse activo pero nuestro corazón permanecerá cerrado.
Cuando somos capaces de integrar el corazón a la mente y la intuición a nuestras acciones, encontramos significación genuina. Nuestras dificultades y problemas emocionales disminuyen automáticamente y descubrimos la inspiración, la facultad de percibir la naturaleza de las cosas, la motivación y la fuerza. Llegamos a ser capaces de mantener nuestra motivación y la seguridad en nosotros mismos. Es importante que examinemos lo que ocurre en nuestro corazón; es ésta la base para experimentar la verdad de nuestra vida.
Representación vibracional del chakra AnahataDespertar la compasión
Como el sol que emite incontables rayos, la compasión es la fuente del crecimiento interior y la positividad.
Poco después de nacer nos familiarizamos con nuestro propio sufrimiento. Sin embargo, después de muchos años, seguimos sin percatarnos de los sufrimientos de los demás. Y nuestra capacidad de comunicarnos, incluso con los que están más cerca de nosotros, es limitada. Nos resulta difícil comprenderlos, y a menudo no nos entienden. Hay cientos, o hasta miles de personas con las que compartimos tantos problemas humanos fundamentales, y no mostramos mucho interés los unos por los otros.
Muchos buscamos la manera de comprendernos y satisfacernos a nosotros mismos y a los demás. Aunque, por lo general, lo que encontramos no es más que un cúmulo de información: conceptos y teorías que poco tienen que ver con los asuntos del desarrollo y conocimiento humano, estudiamos ese tipo de información y creemos haber descubierto el verdadero conocimiento. Si lo que aprendemos nos ayuda a crecer espiritualmente, esto puede ser verdad, pero si no es así, año tras año nos hallaremos en la misma situación, malgastando nuestro tiempo en la acumulación de información de poco provecho. Por lo tanto, es importante que observemos atentamente nuestra vida, y que aprendamos a beneficiarnos del conocimiento y la comprensión que moran en nosotros.
Si nos examinamos honestamente qué vemos? Superficialmente, nuestra vida puede parecer tranquila, y aún así puede que no nos sintamos satisfechos. Aunque sonreímos y actuamos como si nada nos molestara, podemos estar sufriendo, sin que nadie nos ayude. Queriendo proteger nuestra situación o imagen, perpetuamos nuestro aislamiento y creamos un caparazón, un mundo privado en el que nadie más tiene permiso para entrar en éste experimentamos alegría, así como nuestros fracasos y frustraciones en éste podemos cometer errores sin que nadie se entere. Allí ocultamos nuestros resentimientos y pensamientos intolerantes olvidando que actitudes de esa índole son nocivas y que sólo provocarán más frustración.
De modo que, por una parte, creemos necesitar relaciones con otros que nos proporcionen alegría y amistad, pero además levantamos un muro para protegernos de enredos y conflictos. Rara vez nos interesamos o confiamos unos en otros. Quizás de jóvenes intentamos ser más abiertos mostrando nuestros sentimientos, pero fuimos lastimados y nos bloqueamos. Nuestro ego era muy vulnerable y nuestro interés por los demás no era muy profundo, de modo que nos aislamos. Incluso ahora, es posible que tengamos amigos íntimos y una familia a la que apreciamos, pero siendo honestos sabemos cuán solos nos sentimos. Casi nunca mostramos nuestro interior a nadie; cuando nos interesamos en alguien, a menudo el interés proviene de un sentido del deber o por conveniencia.
Cualquiera que sea nuestra pretensión, podemos aprender a interesarnos en esta persona asustada y solitaria que tal vez seamos. Interesarnos en nosotros mismos es una extraordinaria fuente de protección contra el sufrimiento y la frustración. La confianza en nosotros mismos nos ayuda a aplicar la inteligencia y el conocimiento para alcanzar un estado de mayor armonía. Por medio del desarrollo personal establecemos una amistad con nosotros mismos y se origina la compasión. Cuando empezamos a tener seguridad en nuestra persona nos mostramos verdaderamente bondadosos con nosotros mismos y con los demás.
Cuidarnos no es simplemente otro acto egoísta con etiqueta espiritual. Podemos proporcionarnos afecto y sustento sin estar motivados por el amor propio, porque tratar de obtener satisfacción es muy diferente de aprender a querernos. Sin compasión, los pensamientos y acciones se basan en el deseo de una gratificación egoísta. Pero la compasión verdadera, que es el antídoto del ego, se origina en una actitud humilde y valiente, de franqueza y generosidad.
La compasión es un puente, el fundamento espiritual de la paz y el equilibrio. El ego es un obstáculo; con apegos, habilidad e ingenio nos gobierna. El ego nos ha programado física y mentalmente de tal manera que sólo la compasión puede interrumpir su dominio sobre nosotros y permitirnos desarrollar todo nuestro potencial como seres humanos. Una vez que experimentamos profundamente el sufrimiento y la soledad podemos imaginar cuántos seres en el mundo experimentan emociones de este tipo. Vemos que las condiciones que dan origen a tanto dolor surgen una y otra vez, no sólo en esta vida sino en muchas más; nos damos cuenta, entonces, de que debemos tratar de modificar esta situación lo antes posible. Si reconocemos todo lo que tenemos en común con los demás surge un sentimiento de compasión y ya no tratamos a los otros con tanta indiferencia. Nos resulta más fácil comprender sus problemas.
Una vez que aprendemos a interesarnos en nosotros mismos podemos aprender a apreciar lo precioso y único de cada individuo. Acogemos a otros en nuestro corazón con cordialidad y alegría, pues ya no estamos a la defensiva. Es fácil darnos cuenta que cuando los demás se están relacionando con nosotros de esta manera tienen la mirada animada y el rostro radiante.
La compasión tiene el poder de acercarnos a los demás y podemos expresarla hacia nuestros padres. Tal vez de niños nuestra relación con ellos no haya sido muy afectuosa, pero el interés por los padres es fundamental para el bienestar psicológico de toda civilización. Los padres quieren a sus hijos, y éstos quieren a sus padres. Es una relación muy importante. Sin embargo en algunas familias surgen grandes desavenencias y resentimientos que duran décadas enteras.
Si consideramos lo mucho que nuestros padres soportaron con el fin de protegernos y sacarnos adelante, lo mucho que nos ayudaron incluso cuando su situación era difícil, no nos costará sentir un profundo cariño por ellos. Tal vez podrían haber procedido con mayor sabiduría al educarnos; posiblemente estaban confundidos o atrapados por sus propios deseos, pero muy probablemente hicieron todo lo que pudieron. Intentemos imaginar cómo hubiéramos vivido la vida si hubiésemos tenido a los padres que ellos tuvieron, su infancia, educación y experiencias. Podemos tratar de imaginar nuestra infancia, hace veinte, treinta, cuarenta años. Fuimos pequeños y débiles, pero de alguna manera logramos madurar. Al crecer pasamos por muchas experiencias y ahora somos adultos y podemos hacer lo que queramos. Es valioso recordar nuestros orígenes y cuánto dolor, preocupación y sufrimiento experimentaron nuestros padres a fin de mantenernos y darnos la oportunidad de crecer. Cuando miramos hacia atrás y recordamos todo esto, nuestros corazones se abren más a nuestros padres.
La compasión es una actitud psicológica saludable porque no conlleva expectativas ni exigencias. Aunque no podamos lograr mucho a nivel físico, por lo menos podemos tener el deseo de ser una persona afectuosa y de corazón compasivo, el deseo de ayudar a otros, espontáneamente y sin reservas. Esta actitud abre automáticamente nuestro corazón y desarrolla nuestra compasión. Podemos entonces decirnos sinceramente: Si hay alguna manera de aprender a aumentar mi compasión o comprensión de la naturaleza humana, deseo recibir esa enseñanza sea la que sea y dondequiera que exista – y asumir la responsabilidad de utilizar ese conocimiento para ayudar a los demás.
Representación alegórica del chacra AnahataAl desarrollarse la compasión comenzamos a ofrecer y a entregar nuestro corazón. Ni siquiera nos importa si el otro reconoce nuestra actitud o nuestras acciones; tal vez ni siquiera se percate de ellas. Al disminuir nuestro apego a nosotros mismos sentimos una más profunda satisfacción que puede aumentar y dar gran significado a nuestra vida Qué otra cosa en la existencia humana tiene tanto valor?
Es posible que seamos muy inteligentes, poderosos, cultos y que hayamos viajado mucho, pero qué valor tiene eso? Es tan fugaz como un sueño nocturno. Toda experiencia imaginable tiene la misma naturaleza transitoria; sólo la compasión proporciona una felicidad duradera. A diferencia de los fugaces momentos de alegría que experimentamos habitualmente, la felicidad que resulta de la compasión no es sentimental ni romántica. Es una felicidad sin distinción entre el que da y el que recibe.
Es provechoso que por lo menos una vez al día pensemos en la soledad, confusión, sufrimiento e ignorancia que todos experimentamos. Hacerlo conduce a la comprensión de cómo se originaron todas estas dolorosas circunstancias, desde el nacimiento hasta el momento presente. Cuando lo comprendemos nos relajamos. Nuestros problemas no parecen tan graves y podemos disfrutar de la vida e incluso reírnos de nosotros mismos, porque lo comprendemos y apreciamos todo como lo que es.
La compasión se siente en el chacra del corazón, y la fuente de la compasión es el conjunto de nuestros sentimientos, nuestra experiencia de vivir. Hasta que la energía positiva de la compasión fluya a través de nuestros corazones, logramos pocas cosas valiosas. Es posible que sólo estemos llenando nuestra mente de palabras e imágenes huecas. Puede ser que dominemos varias ciencias o filosofías, pero sin compasión no somos más que vanos eruditos atrapados en círculos viciosos de deseo, apego y ansiedad. En nuestras vidas hay poco significado real. Pero cuando despertamos la energía de la compasión, las relaciones con los demás se vuelven sanas y agradables; no tenemos ninguna sensación de deber porque naturalmente todo lo que hacemos está bien. De manera análoga al sol que emite incontables rayos, la compasión es la fuente de todo crecimiento interior y acción positiva.
Por lo tanto, en esta era en que el hombre tiene los medios para arrasar con la tierra, es particularmente importante fomentar todo lo que sea bello, beneficioso y significativo y practicar la compasión. Al principio nuestra compasión es como una vela, y debemos gradualmente llegar a tener una compasión tan radiante como el sol. Cuando la compasión sea tan inmediata como nuestra respiración, tan viva como nuestra sangre, comprenderemos cómo vivir y trabajar eficazmente en el mundo y cómo ayudarnos a nosotros mismos y a los demás.
Empezamos por acercarnos a nuestra naturaleza esencial, y luego nos abrimos a amigos y familia. Más adelante, intensificamos este sentimiento de compasión y lo compartimos con todos los seres vivos, extendiéndolo hasta abarcar a toda la naturaleza, a las montañas, el agua, el viento, el sol y las estrellas. Cuando nos abrimos a todo lo que existe, nuestras relaciones se vuelven armoniosas de forma natural. Esta compasión no tiene por qué manifestarse físicamente: surge mediante la aceptación y el desarrollo de una actitud receptiva. El poder de la compasión puede transformarnos totalmente.
Trata, entonces, de visualizar a todos los seres del mundo, particularmente a aquellos que tienen problemas o experimentan dolor. Acuérdate sobre todo de tus padres y amigos, estén vivos o no, y luego de todos los demás. Libérate de motivaciones egoístas y transforma tus problemas y emociones en una profunda compasión para con todos los seres y para con la naturaleza, de modo que el universo se inunde de compasión. Deja que esta compasión irradie desde todas partes de tu cuerpo, para enviar nuestra fuerza y energía a todos los seres y así puedan superar sus obstáculos y mantenernos todos saludables y felices.
Tarthang Tulku
Traducido y extractado por Rodrigo Beltrán de
Gesture of Balance.-Dharma Publishing.- USA
http://senderodelmago.blogspot.com/2012/08/abrir-el-corazon.html