En Estados Unidos el Índice de Precios al Consumo (IPC) está oficialmente en su nivel más alto desde hace 40 años. No obstante, los economistas son como los epidemiólogos y sus mediciones tienen trampa. No sopesan suficientemente partidas como la alimentación, la energía y la vivienda, que son gastos esenciales para la población.
En las últimas décadas los cálculos del IPC se “ajustan” para exponer un panorama más favorable de las subidas de precios. Si calculáramos la inflación con los mismos parámetros utilizados en los años ochenta, veríamos un aumento mucho más dramático.
Los precios de los alimentos en Estados Unidos han alcanzado niveles que no se veían desde 2008, al comienzo del colapso financiero que llevó al rescate de decenas de miles de millones de dólares por parte del Banco de la Reserva Federal.
Más allá de la crisis de 2008, el coste de los alimentos no experimentó un salto similar hasta la década de los ochenta del siglo pasado. El aumento de los precios de los alimentos en Estados Unidos suele quedar enmascarado por la contabilidad creativa y la “contracción de los precios” (reducción del tamaño de los envases y aumento de los precios), pero si se observan los precios de los alimentos a escala mundial, éstos han subido una media del 30 por cien en el último año.
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