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Nada de lo que podemos pensar, sentir, imaginar o proyectar, SOMOS.
En realidad, somos lo que queda fuera de todo eso, fuera de cualquier estado, pensamiento o emoción que llegan como invitados, presentándose en la consciencia que como anfitrión los recibe, solo por un fragmento de tiempo lineal.
La presencia, la esencia, el ángel que somos, es la base, esa que no podemos desmentir ni negar…la que nunca desaparece, la que no puede ser quitada capa tras capa…el centro creador que se expande y abarca moradas y habitantes circunstanciales.
Los místicos Zen dicen : No te pierdas en la multitud de los invitados.
Se presenta el dolor, y se marcha…luego llega la felicidad por un tiempo, y viaja a otro estado de consciencia…y el miedo, y la paz…todo va y viene como huésped…LO QUE PERMANECE ES LO QUE SOMOS.
Solo que hemos llegado a identificarnos con esos invitados, y por atenderlos, volcamos la atención en ellos y nos olvidamos del verdadero anfitrión, el que tiene la llave de acceso a la morada.
Mulla Nasruddin daba una fiesta para amigos y extraños. La fiesta era enormemente aburrida, y a media noche todavía no se había terminado. Entonces un extraño que no sabía que Mulla es el anfitrión le dice, “No he estado nunca en una fiesta así, tan absurda. Parece que no vaya a acabar nunca, y estoy tan aburrido que creo que me voy a marchar.”
Mulla le contesta, ” Te iba a decir exactamente lo mismo. Yo tampoco he estado nunca en una fiesta tan aburrida y absurda. También estaba pensando en marcharme, pero no me atrevía. No tengo tanto valor como tú”. Y los dos se van juntos.
Entonces, en la calle Mulla se acuerda y dice: “Aquí hay algo que no funciona, acabo de recordarlo: ¡yo soy el anfitrión! Así que perdóname pero, tengo que regresar”.
Esto nos está pasando a todos: el anfitrión se pierde, el anfitrión es olvidado a cada momento. ¿Podemos reconocerlo, y tratar de volver a sentirnos, volver a tomar el control de la casa, estar PRESENTES para no olvidarnos más de quien es el director de nuestra vida?
El anfitrión somos nosotros, contemplando. El dolor viene y el placer le sigue, después la felicidad, la miseria, la enfermedad, la salud resplandeciente. Y sea como sea que lleguen o el lapso de tiempo en que habiten nuestra consciencia, nos identificamos con ellos, les dejamos tomar posesión de nuestro espacio, y nos convertimos en un invitado más.
Recordemos al anfitrión. El anfitrión es el único que permanece siempre, eternamente.
Todo lo que es pasajero, es solo un huésped, un invitado, o un intruso que llega, no sin una enseñanza, pues todo es como tiene que ser, mas…
RECORDEMOS AL ANFITRIÓN QUE ES, QUE SOMOS.
Como habrán percibido, hay muchas clases de invitados…algunos con los que querríamos convivir permanentemente, y otros, dolorosos, a los que desearíamos despedir en la puerta misma…porque el acuerdo del alma los ha traído sin consentimiento del ego.Aceptémoslos, si así lo sentimos, mas nunca olvidemos al anfitrión.
RECUÉRDATE.
Céntrate en el anfitrión.
Si lo logramos, podemos dejar de identificarnos con los huéspedes, podemos separar lo que es REAL de lo transitorio, y creamos un puente que nos hace permanecer como co-creadores de la situación, y a la vez, como observadores de lo que llega.
No es que estemos fragmentados, sino que estamos conscientes de lo que no es LO QUE SOMOS y lo vemos en perspectiva, sin que nos dañe tan rotundamente. Podemos permanecer con los invitados, pero no confundirnos…podemos interactuar hasta que sea necesario, teniendo el poder del anfitrión.
Algo mágico se produce entonce:no necesitamos escapar del invitado. Podemos vivenciar esa etapa en la que está…despedirlo en paz cuando se marche, y seguir siendo el anfitrión.
RECORDEMOS AL AFITRIÓN, QUE ES PRESENCIA ETERNA EN EL AQUÍ Y AHORA…SIEMPRE
MI CORAZÓN LES SIGUE ABRAZANDO!
Tahíta