¿Hasta qué punto los individuos de un cardumen o banco de peces están emparentados entre sí y constituyen un clan en vez de un grupo formado más o menos al azar? ¿Es sólo fruto de las circunstancias o los individuos prefieren la compañía de sus parientes?
En numerosas especies existe la habilidad que permite a un individuo distinguir a sus parientes de entre otros individuos de su misma especie pero con los que no tienen lazos de parentesco. Sin embargo, los mecanismos que hacen posible esa habilidad han permanecido en buena parte tras un telón de misterio pese a los muchos años de esfuerzos de la comunidad científica.
Cuando los miembros de una familia permanecen juntos a lo largo de toda la vida, es obvio que el reconocimiento de esos parientes se puede lograr con facilidad por el mero hecho de estar familiarizado con ellos y haberles tratado desde la infancia.
Pero, ¿cómo reconocen los animales a sus parientes cuando no viven en grupos familiares? Una forma posible de reconocimiento puede ser la “concordancia de fenotipos”, en la cual los individuos comparan rasgos tales como la apariencia o el olor de los parientes a quienes tratan habitualmente, con los de los congéneres desconocidos: Dado que genes compartidos pueden producir fenotipos similares, la concordancia de esos rasgos revela al desconocido como un pariente, y la discordancia como a un congénere sin lazos de sangre.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Medicina Veterinaria en Viena, Austria, la Universidad de Berna en Suiza, y otras instituciones, han investigado la cuestión utilizando como ejemplo peces de la especie Gasterosteus aculeatus y sus preferencias dentro del cardumen. Y las observaciones indican que los peces prefieren agruparse con sus parientes por encima de los demás congéneres, sin importar cuán acostumbrados estén a los individuos del cardumen.
Los resultados obtenidos por el equipo de Sarah Zala y Joachim Frommen indican que el nivel de familiaridad (en el sentido de conocer de antes a un individuo y estar acostumbrado a su compañía) no entorpece la capacidad de los Gasterosteus aculeatus para reconocer a sus parientes. El reconocimiento basado en la concordancia de fenotipos o el reconocimiento innato parece así ser el mecanismo predominante cuando se trata de escoger miembros de entre un grupo de congéneres.
Ya se sabía que el Gasterosteus aculeatus es capaz de reconocer a parientes, tanto si ha tratado con ellos habitualmente como si no. Cuando no están dedicados a la crianza, los Gasterosteus aculeatus tienden a reunirse en grupos aunque no muy cerrados o sólidos, pero en cualquier caso, ahora parece estar claro que prefieren la compañía de parientes cercanos más que la de “extraños”. Muchas especies de peces se asocian en bancos o cardúmenes, cuya composición puede estar influenciada por la familiaridad (conocer a esos individuos) y el parentesco. Nadar en un cardumen generalmente minimiza las posibilidades de que un pez individual sea comido por un depredador. La formación de grupos de esta clase no sólo protege al individuo sino también al grupo familiar entero, y por lo tanto aumenta las probabilidades de supervivencia de la familia.
Parece ser que los peces de la especie estudiada aprenden muy pronto en su vida a reconocer señales delatadoras del grado de parentesco de miembros de su grupo, incluyendo señales olfatorias, y a partir de ahí infieren el grado de parentesco, valiéndose de dichas señales, cuando se encuentran con un congénere desconocido.
En la investigación también han trabajado Shirley Raveh, Franziska C. Schaedelin, Bettina Wernisch y Attila Hettyey.