En un universo donde todo se comporta de una forma que el ser humano no es capaz de comprender, existe la suerte o azar.
En un universo donde se conocen todas las variables y sus infinitos estados quánticos existe el destino o la inevitabilidad.
Las dos definiciones son igual de válidas. Vamos a ir un caso clásico. Lanzar un dado de 6 caras. Puede salir cualquier numero, azar, ¿no?.
No, con un ordenador quántico capaz de computar todas las variables quánticas que intervienen en el lanzamiento de un dado, que para hilar fino, serían cada una de las fuerzas de cada uno de los objetos, rayos, energías y demás elementos desconocidos que existen en todo el universo te podría decir que número saldría. A fecha de hoy, es imposible, con un computador.
Allí es donde entra en concepto de sincronicidad con el universo, llamado de muchas otras formas según la religión o creencia que lo mencione. Dicha sincronicidad une a todos los elementos que conforman el universo.
Se ha “comprobado” su existencia, pongamos el ejemplo de la entropía en cuanto a la física, la empatía en el terreno de la psicología, y el Karma en la religión.
Recuerdo una conferencia en la Facultad de Informática de Barcelona que un ponente repetía constantemente que la buena suerte se crea por uno mismo. A lo cual lleva pensar, ¿es posible que el cerebro humano pueda entrar en sincronía con el universo para condicionar el “azar o destino” quántico a su voluntad?
Me atrevo a afirmar que es posible y que ocurre. La sociedad conoce a dicha gente como videntes (en caso que se sincronicen con el futuro), o bendecidos (aquellos que la sincronía con el presente les beneficia de forma contínua).
También existen los conocidos objetos que “dan suerte” ya sea de forma positiva o negativa. De la misma forma que una persona entra en sincronía con el universo, es factible pensar que un objeto este en sincronía aportando un campo parecido al magnetismo de resoluciones favorables en decisiones quánticas del sujeto portador y sus cercanías, o que simplemente el hecho de disponer de dicho objeto vuelve más receptivo a la sincronización a su portador ya sea de forma voluntaria o involuntaria.
Para concluir, me gustaría que hicierais un experimento: coger un dado, y lanzarlo X veces anotando que números han salido. Luego repetir el experimento creyendo y concienciándote que tú elijes el número al lanzar el dado (sin hacer trampas), quizá os sorprendáis, y si no…¡a practicar la sincronicidad con el universo!