Al deponer al primer presidente libremente elegido de Egipto, Mohamed Mursi, los militares egipcios ciertamente no actuaron para preservar la democracia. Nunca han mostrado mucho interés en el tema. Están determinados a frenar el creciente caos político y económico que desgarra al país. Esa turbulencia amenazaba no solo la supervivencia de Egipto, sino, más concretamente, ponía en peligro el vasto Estado dentro del Estado presidido por los militares.
Por cierto, el ejército egipcio no es monolítico. Sus rangos inferiores provienen del pueblo: cientos de miles de conscriptos, extraídos de las filas más humildes de la sociedad – y tienen una fuerte identidad con el pueblo egipcio.
El ejército ha sido tradicionalmente el medio más importante de socializar y educar a las clases inferiores, inculcándoles, en teoría, un sentido de orgullo y patriotismo.
La Constitución de 1971 dice que el Ejército Egipcio “pertenecerá al pueblo”.
Por lo tanto, como he blogueado anteriormente, cuando en 1977 el ejército fue llamado a aplastar disturbios después que el presidente Sadat anunció recortes en los subsidios a alimentos básicos, los generales se negaron a intervenir a menos que los subsidios fueran restablecidos. Sadat restauró los subsidios.
Los rangos superiores del ejército, sin embargo, tienen otras preocupaciones – comenzando por la supervivencia personal. Nunca olvidarán el espectáculo espeluznante de generales iraníes ejecutados públicamente después de la revolución de Jomeini en Irán. Irán demostró que una revolución radical también significa unas fuerzas armadas radicalmente transformadas. (Los generales de Egipto tienen un recuerdo constante y cercano de esa lección. El Shah está enterrado en una mezquita en El Cairo.)
Pero desde la caída de Mubarak, los militares no han temido solo una toma del poder por musulmanes radicales. También existe el hecho de que un verdadero régimen civil podría significar el fin del sistema de masiva corrupción y padrinazgo militares que ha existido en Egipto durante décadas, un sistema que ha dado a los militares un control libre de trabas sobre la economía egipcia que se estima en un 40% – un “Estado dentro de un Estado” como lo define un amigo egipcio bien informado.
Durante años, los rangos superiores de los militares egipcios han gozado de una existencia mimada en amplias urbanizaciones como ser Nasr City en El Cairo, donde los oficiales residen en espaciosos condominios subvencionados. Gozan de otras ventajas con las que el egipcio promedio solo puede soñar, como ser guarderías infantiles, bonificaciones, coches nuevos, escuelas y cooperativas para consumidores militares que ofrecen productos nacionales e importados a precios de descuento. En otras áreas, los altos oficiales pueden comprar lujosos apartamentos mediante generosos créditos por un 10% de su valor real.
Pero no solo estamos hablando de sensacionales privilegios oficiales. Muchos de los mandamases de Egipto son notoriamente corruptos. Vastas áreas de tierras militares, por ejemplo, fueron vendidas por los generales para financiar algunas grandes urbanizaciones urbanas cerca de El Cairo – con poca o ninguna obligación de rendir cuentas.
Otra propiedad militar de primera en el Delta del Nilo y la costa del Mar Rojo ofrece playas idílicas, y exquisitos arrecifes de coral. A cambio de entregar la tierra a urbanizadores privados, oficiales militares se convirtieron en accionistas importantes en una gran cantidad de urbanizaciones para turistas.
Los generales también dirigen 16 enormes fábricas que no solo producen armas, sino una variedad de productos domésticos desde lavaplatos hasta calefactores, vestimenta, puertas, productos farmacéuticos y microscopios. La mayoría de estos productos son vendidos a personal militar a través de tiendas militares a descuento, pero una gran parte también es vendida comercialmente.
Los militares también construyen carreteras, urbanizaciones habitacionales, hoteles, líneas de alta tensión, alcantarillados, puentes, escuelas, centrales telefónicas, a menudo en tenebrosos tratos con compañías civiles.
Los militares son los mayores agricultores de Egipto, y dirigen una vasta red de granjas lecheras, instalaciones de procesamiento de lácteos, áreas de pastoreo, granjas avícolas, piscifactorías. Sobra gran parte de su inmensa producción para venderla a civiles a través de una amplia red de distribución.
La justificación para toda esta actividad no militar es que los militares son naturalmente más eficientes que los civiles. Es difícil no ser “más eficiente” si se puede emplear a miles de reclutas militares mal pagados para que hagan el trabajo.
Muchos empresarios civiles se quejan de que competir con los militares es como tratar de competir con la Mafia. Cuando pasan a retiro, altos oficiales militares son frecuentemente recompensados con posiciones privilegiadas dirigiendo todo, desde fábricas e industrias a obras benéficas.
Sea cual sea su cantidad, Robert Springborg, que ha escrito extensivamente sobre Egipto, dice que los oficiales en las fuerzas armadas egipcias ganan “miles y miles y miles de millones de dólares”.
No obstante, no hay manera de saber cuán eficiente o ineficientes son los militares, ni cuánto dinero ganan sus vastas empresas, ni cuántos millones o billones son retenidos, ya que las operaciones de los militares no son registradas en la contabilidad de la nación. En ninguna contabilidad publicada.
Ninguna supervisión. Cuando Mohamed Mursi llegó a la presidencia, incluso tuvo que aceptar la demanda de los militares de que no habría supervisión civil del presupuesto militar.
Por supuesto, nada de lo mencionado es una sorpresa para los funcionarios estadounidense que entregan unos 1.300 millones de dólares por año en ayuda militar al ejército egipcio, y esperan que esa suma y las excelentes armas que suministran mantengan en su línea al ejército. [Uno de los estudios más detallados de las actividades no militares de las fuerzas armadas fue realizado por un investigador militar estadounidense en Fort Leavenworth.]
EE.UU. también agita una zanahoria de 1.300 millones de dólares que tienta al ejército egipcio. Esa ayuda militar anual estadounidense a Egipto ha permitido que los oficiales egipcios tengan en su poder algunas de las armas modernas más sofisticadas – como hemos visto en el último par de años en el centro de El Cairo.
Los generales se dan cuenta de que de ninguna manera EE.UU. seguirá pagando por esas chucherías si un nuevo régimen más hostil a Israel llega al poder en El Cairo.
Una mirada perceptiva de todo esto aparece en un cable diplomático estadounidense de 2008 publicado por WikiLeaks. El autor en la embajada de EE.UU. en El Cairo enumeró los diversos negocios en los que están involucrados los militares, y consideró cómo podrían reaccionar si el entonces presidente de Egipto, Hosni Mubarak, llegara a perder el poder.
Sería casi seguro que los militares aceptarían a un sucesor, escribió el autor del cable, mientras ese sucesor no interfiera con los negocios de los militares.
Pero, siguió diciendo el cable, “en un escenario de sucesión más desarreglado, se hace difícil predecir las acciones de los militares”.
Ningún escenario podría ser “más desarreglado” que el creciente caos en Egipto durante los últimos meses.
Los militares entraron en acción.
Barry Lando fue productor del programa 60 Minutes y ahora vive en París. Contacto: barrylando@gmail.com o en su web: http://barrymlando.com/.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/07/04/egyptian-military-a-state-within-a-state/