El amor entre hombre y mujer (1ª parte)

Una colaboración de titicaca

 

Quisiera reflexionar sobre el amor entre hombre y mujer.

Y quisiera para entenderlo y así poder explicarlo.

Una fuerza tan intensa que desde la pubertad o antes en muchos casos, se manifiesta y crece con la adolescencia. Se busca como si fuera la vida en ello, una pareja. Cuando se consigue parece que la felicidad por fin te ha sonreído, ¡y para siempre!

Comienzan los preparativos para vivir juntos porque siempre vamos a ser así de felices y ya entonces, en algunos casos, la felicidad va dejando paso a la rutina. Otros duran más, unos años, tal vez por los niños, para esperar que crezcan.

Los hay que duran hasta la muerte pero ¿ese amor estaba vivo?, ¿seguía produciendo el mismo sentimiento de felicidad que al principio?, ¿seguía siendo el otro esa persona de la que te enamoraste?

¿Qué sucede en  ese santuario del hogar que muchas veces acaba convirtiéndose en el altar de un  ritual satánico donde se sacrifica al Amor?

¿Acaso el amor solo era una máscara de ese otro impulso, aún mas fuerte, que es el de la perpetuación de la vida?

Intentaremos analizar.

Todo puede empezar en esa búsqueda compulsiva de pareja que inician la mayoría de personas, donde lo que prima es el amor a uno mismo y la necesidad de que alguien te lo ratifique. Se buscan parejas que aporten serenidad, alegría, cariño, etc. Y es normal, pero esa necesidad pone unas expectativas tan altas en el otro que en cuanto empieza la vida compartida, caen hechas pedazos porque el otro necesita también lo mismo que tú, o más. A esto se suma el que cada uno trae sus heridas de guerra de la infancia, la adolescencia y quien sabe si también de otras vidas.

La herida de cada uno es sagrada, nadie puede tocarla, cuando esto sucede saltamos como fieras enjauladas y arrasamos con lo que se ponga por delante.

Y esto, por mucho que te amen, es difícil de llevar en cualquier relación.

Por ese motivo el primer paso es sanar nuestras heridas. Aceptarnos como somos reconociendo nuestras cualidades y nuestras limitaciones. De esta manera no hemos de buscar en otro lo que podemos y debemos tener por nosotros mismos: reconocimiento.

Muchas personas suelen decir que lo que buscan en el otro es que les hagan sentirse bien y esto es muy fácil al principio, cuando se pretende conquistar, ya que vamos a mostrar lo mejor de nosotros mismos de forma natural y hasta un poco más.

En esos momentos cruciales del inicio de la relación hay que estar muy atentos porque el otro me va a mostrar su mejor sonrisa, sus atenciones, sus palabras amables y  nos va a decir lo maravillosos que somos.

Son cruciales porque muchas parejas se enredan en compromisos familiares y económicos de los cuales, en caso de que ya en esta etapa el amor haya dejado de escribirse con mayúsculas, no saben deshacerse.

Así que hay que mirar más allá. Más de lo que a mi me diga o me haga el otro tengo que fijarme en los detalles de su personalidad, los que no van dirigidos a mi, como gestos inconscientes o reacciones, porque estos no están controlados por la voluntad sino por el yo más profundo que esta escondido en algún lugar esperando pacientemente como una fiera al acecho a que las defensas caigan. Tu puedes ignorar esos detalles y dejar pasar el tiempo pero es entonces cuando recuerdas aquellos gestos que no te gustaron, como cuando le dio una patada a un perro o se burló de un disminuido psíquico. Tu no le diste importancia porque  eso no iba para ti, contigo era otra persona, tan amable, tan encantadora…

En realidad no quisiste darle importancia, todo lo demás era tan hermoso… Pero esa venda en los ojos se cobro su precio, te paso la factura del miedo, si, miedo a quedarte solo, a que ninguna otra persona quiera estar contigo porque ¡vales tan poco!

Sigamos adelante, estamos en la primera etapa de la convivencia, ya ahí en muchos casos se derrumban las expectativas y ese ser al cual tenías en un pedestal cae más abajo del suelo. ¿Qué ha pasado? Ya no te dedica todo su tiempo, ni le interesa que le cuentes tu vida porque ya la conoce, y esos defectillos del carácter que antes no te molestaban, ahora son insoportables. La convivencia se hace tensa, discusiones tontas por nada, y el resentimiento empieza a crecer.

Aun así seguís y vienen los niños, a veces porque si y otras para llenar el vacío de la relación. Pero muchas veces este hecho sólo contribuye a aumentar la distancia entre los dos: las situaciones para estar en desacuerdo se multiplican.

Algunas relaciones aguantan “por los niños” y los pobres niños crecen en un hogar donde las discusiones son lo cotidiano o bien la calma tensa “por no discutir delante de ellos” sin darse cuenta que la antena parabólica que ellos tienen, capta hasta el más mínimo sentimiento negativo de sus padres (y positivo también).

Pero no hablaremos de la cuestión de los niños, eso es otra historia.

Profundicemos un poco en el funcionamiento afectivo-sexual de cada miembro de la pareja, hombre y mujer (disculpadme el colectivo de gays y lesbianas pero si sé poco de las relaciones heterosexuales imaginaos lo que sabré de vuestro funcionamiento).

Comenzamos por el hombre que al parecer, todo concuerda en que su funcionamiento es más sencillo y más simple, yo como mujer tengo que confiar en lo que escucho o leo acerca de ese asunto.

Para estimular la sexualidad en el hombre, en general basta un sencillo estimulo para levantar el hacha de guerra.

Sus procesos de pensamiento son claros y directos, no suelen cuestionarse como va la relación, a menos que vaya exageradamente mal. Sus necesidades afectivas están colmadas cuando lo están sus necesidades sexuales.

Bien, muchos hombres podrían decirme que no están de acuerdo, en realidad casi todos los que lean esto. Entended que hablo del estereotipo masculino y me alegra pensar y saber, que hay un porcentaje cada vez mayor entre los hombres que comienza a funcionar de una forma más integrada en su polaridad masculina-femenina.

Hablemos ahora del estereotipo femenino. La mujer tiene una necesidad afectiva mucho mayor que la del hombre, que junto a la sexualidad funciona en proporción inversa a la de él. Primero necesita tener la afectividad colmada y es a partir de ahí que puede  surgir el deseo sexual.

Por supuesto que no es así siempre. Estoy hablando de parejas que conviven, no comparemos con encuentros sexuales esporádicos donde ya los parámetros no son los mismos.

Una mujer necesita sentirse querida, que se lo digan o se lo demuestren. Sino es así, difícilmente sentirá atracción sexual hacia su pareja, de ahí que muchas mujeres nunca tengan deseo. Esto el hombre no lo comprende, se dice a  sí mismo “Me mato trabajando para mantener la familia, cuando llego a casa solo quiero que mi mujer tenga las mismas ganas que yo”

No se da cuenta de que la mujer es una flor delicada que necesita mucho mimo, riego, abono, para dar lo mejor de si. Sino se marchita. O se queda raquítica como un bonsái sin desarrollar toda su plenitud.

“Claro, como eres una mujer, -me diréis-, te crees que solo vosotras necesitáis sentiros queridas” Tenéis razón, los hombres lo necesitan igual o en mayor medida, ya que su ego es más fuerte que el de la mujer y ante cualquier cuestionamiento del mismo, su reacción es mayor. Cuando se os lleva la contraria, cuando no se admiten vuestros razonamientos, cuando sentís que no se os da lo que necesitáis… podéis admitirlo mientras quien hace eso no sea vuestra pareja.

Pero ahora no hablamos de ese miedo a sentirse superado, absorbido o anulado por la pareja, que también es una forma de sacrificar al Amor. En general la mujer no siente ese temor, al contrario, suele sentirse atraída por hombres con mas capacidad que ella sin que por ello merme en absoluto su autoestima. Sin embargo sí necesita atención, porque si se ve como parte del mobiliario de la casa, atrapada entre el trabajo dentro y fuera, los niños y todas las obligaciones, se acabó el amor. ¿Y que ha pasado? Se puede preguntar él. Le ha faltado el riego suficiente, el toque de abono, el resguardarla del frío. Le ha faltado la ternura.

Una mujer enamorada, que ama a su pareja y que a su vez se siente amada, puede superar cualquier lucha diaria, cualquier frustración porque sabe que en los brazos de su amado se colman sus anhelos y esas pequeñas atenciones de su hombre, ella las devuelve con creces haciéndole la vida más agradable.

A los que soñáis con ninfómanas, sabed que cada mujer puede ser una bomba sexual si tiene el vaso de la ternura lleno. No te compliques con trabajar mucho, mientras no sea absolutamente necesario para subsistir, si después en casa solo está tu cuerpo vacío tirado en el sofá, hipnotizado por la televisión. Tu mujer te necesita a ti, el hecho de poder comprar lujos le satisface solo en la medida que pueda compensar la frustración de no tenerte cerca, pero acabará aborreciéndote a ti y a tus lujos porque eso no llena el vaso de la ternura, son solo cosas materiales, no tienen valor real.

Hay requisitos básicos para el buen funcionamiento de una relación y entre ellos está la forma de comunicación, incluida la ausencia de la misma.

Los hombres, ante un problema, tienden a reaccionar recluyéndose dentro de sí mismos, metiéndose en su cueva como aprendimos con “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”. Cuando viven solos, les puede funcionar, pero estamos hablando de relación de pareja y cuando esto sucede, la imaginación de la mujer se desboca, no sabe qué le pasa (aunque ya el ha dicho que nada, ella sabe muy bien que sí hay algo que no quiere decir). Ante esta situación lo primero que la mujer se cuestiona es a sí misma: que he hecho, que he dicho, ya no le gusto etc., etc. Percibe su silencio como un castigo, creando una distancia que aumenta según las veces que eso llega a ocurrir y matando al Amor con el sistema de tortura china, lenta pero eficaz.

Queridos hombres ¿tanto os cuesta decir al menos el asunto que os trae preocupados para que vuestras mujeres se queden tranquilas?

A esto se suma que a veces entráis en la cueva y resulta que ahí se está muy a gusto, apartados del mundo y de todo, pero la consecuencia es que también la estáis dejando a ella fuera.

Parece que todos venimos a este mundo preparados sin más para emprender una relación con éxito pero la evidencia nos muestra todo lo contrario.

A todos nos cuesta cambiar pero cuando tenemos un hijo, un trabajo, hemos de cambiar hábitos y lo vemos normal, ¿Por qué entonces creemos que para vivir con alguien no hay que hacer adaptaciones?, lo que decimos es “yo soy así y así me tiene que aceptar” y esto es el comienzo del fin.

Algo básico en cualquier relación humana es el respeto, más aún en una relación de pareja para que esta funcione. Este tema, por lo complejo, lo dejaremos para otro momento pero puntualizar que el respeto es una vía de doble sentido donde no puedo pedir respeto si no me lo doy a mi mismo y a su vez no puedo respetar si no se me respeta (¿a que está muy claro?).

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