Se aconseja escuchar el video mientras se lee
“Ese pensamiento no es mío”. Esa es la frase que me repito cuando me cruza una idea que no resuena conmigo. Que como no es mía, me pesa. Y como me pesa, no se siente bien.
Sucede que los pensamientos son energía. Los reconocemos a través de las imágenes con que los visualizamos o las sensaciones que producen. Pero, al igual que todo lo que existe en el universo, son energía. Energía invisible, por eso nos cuesta entender que los pensamientos son “algo” y ocupan un espacio físico. Pero allí están. Algunos agolpados en nuestra cabeza, por eso nos duele. Otros en la espalda, por eso nos pesan. Otros a la altura del pecho, por eso se contrae.
Allí están. Por todos lados Y cuando los pensamos, los hacemos nuestros. Al menos los llevamos con nosotros por un tiempo. Algunos de ellos fueron usados en el hogar donde nacimos y, sin cuestionarlos, de tanto pensarlos, los hicimos propios. Otros, simplemente los recibimos cuando escuchamos una conversación, en la televisión o al leer algo por allí. Cuando los pensamos, se instalan. Y al sentirlos, se afirman en nosotros. Por eso, cuando sufrimos por algo se nos hace tan difícil “sacarlo de la cabeza”. O al revés, se nos hace inevitable, y muy fácil, volver a pensar en “eso que nos hizo tan felices”.
Sabiendo esto, he aprendido a soltar el pensamiento que sé que no es mío. Y que no quiero sostener.
Cuando estoy conversando y lo que digo no se siente bien, libero ese pensamiento repitiéndome, en silencio, “ese pensamiento no es mío”. Si identifico de donde viene, mentalmente lo regreso. Sino, simplemente lo saco de mi sistema, repitiendo con consciencia “ese pensamiento no es mío”.
Así como cuidamos nuestro cuerpo visible de toxinas, cuidemos también el cuerpo invisible de las toxinas energéticas. No comamos todo lo que nos pongan en el plato. Usemos la discernimiento.
Ya lo sabemos. Ejerzamos la libertad de elegir que pensamiento queremos sostener.
Julio Bevione