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Dondequiera que vayamos, la mente estará con nosotros. Con quienquiera que estemos, la mente estará con nosotros.
En una ocasión le preguntaron al gran sabio indio Ramana Maharshi a qué había que renunciar y repuso: “A lo único que hay que renunciar, es a la estupidez de la mente y a la idea de posesión”. La gente corre hacia un guía espiritual para que libere su mente, sin darse cuenta de que sólo uno mismo puede liberarla, pues uno tiene que encender la propia lámpara interior. Por minoría de edad emocional, la gente persigue líderes de todo tipo, ídolos de barro, desaprensivos y burdos farsantes o mercenarios del espíritu, todo con tal de no asumir la propia responsabilidad del cambio interior, dando vueltas de aquí para allá, pero arrastrando los oscurecimientos de la mente. Te vas a la India o a la isla de Pascua o al Machu Picchu, pero arrastrando la misma mente, acarreando los mismos impedimentos mentales. Estos impedimentos mentales, también conocidos como oscurecimientos de la mente y que distorsionan el discernimiento y frustran el entendimiento correcto, son:
El apego a las ideas, puntos de vista, interpretaciones y estrechas opiniones. No hay peor apego. Velan la visión mental y la oscurecen. Por el apego a las ideas se llega a matar.
Los venenos emocionales o tóxicos mentales, como el odio, los celos, la envidia, la rabia, el resentimiento, la soberbia y tantos otros, que nacen de la ofuscación y conducen a la misma.
Los condicionamientos del subconsciente, es decir, las heridas inconscientes que arrastramos, las frustraciones y los traumas, todas esas huellas subliminales que perturban el pensamiento, condicionan la visión e impiden la lucidez y el sosiego.
No hay ningún sitio adonde ir tan importante como la propia mente, para examinarla y purificarla, para poner un poco de orden en la misma y sanear su trasfondo. La verdad está aquí y ahora y aquí y ahora debe comenzar el trabajo sobre uno mismo para hallar el equilibrio y el sosiego. De la mente oscurecida, sólo pueden brotar desdicha, insania y malestar propio y ajeno. El maestro, el líder, el guía, está dentro de uno mismo, aunque otra persona nos pueda procurar métodos y claves para hallarlo en nuestro interior. Si la mente logra estar atenta y serena, la verdad se percibe en todo lugar y a cada momento.
Damos vueltas atolondradamente, porque la mente está aturdida; es lo que los yoguis denominan “lavar manchas de sangre con sangre”. Tenemos que ser cuidadosos para no convertir en escapes o subterfugios lo que imaginamos como medios de búsqueda o autodesarrollo. Unos meditan para escapar; otros, para enfrentarse a sí mismos y realmente superarse. Unos hacen de la vida espiritual un placebo y otros, una búsqueda real e intrépida. No hay mayor renuncia, que la renuncia a los modelos estereotipados de la mente y a las raíces insanas de la misma: la ofuscación, la avidez y el odio. Éstas pueden disolverse cultivando las raíces de lo saludable: la lucidez, la generosidad y el amor. En el escenario de la mente se celebra el juego de la libertad interior.
Ramiro Calle, El libro de la serenidad