Niños y jóvenes guaraníes se quitan la vida para no vivir como mendigos o hacinados en reservas tras perder sus tierras en manos de grandes empresas y terratenientes
Brasil vive una oleada de suicidios sin precedentes en la historia de América Latina. Se trata de la desaparición de los guaraníes, la etnia más grande del país y la primera que fue contactada por los europeos tras su llegada al continente hace más de 500 años.
Cada semana, este pueblo afronta la tragedia agonizante de ver cómo al menos uno de sus integrantes más jóvenes se quita la vida ante la imposibilidad de recuperar las tierras despojadas por empresas extranjeras, terratenientes nacionales y por los continuos ataques por parte de pistoleros contratados.
Así lo denuncia la ONG Survival en un amplio informe en el que se demuestra cómo los Guaraníes han alcanzado un nivel de suicidio al menos 34 veces superior a la media nacional. Los protagonistas de esta epidemia son jóvenes entre 15 y 29 años, pero la víctima más joven de la que se tiene constancia tenía solo 9 años.
Rosalino Ortiz como guaraní sabe de lo que habla. Para este hombre, lo más desgarrador es cómo los jóvenes miran la miseria en la que viven sin sus tierras y piensan que lo mejor es suicidarse. “Ya no tenemos espacio. Antes éramos libres; ahora ya no somos libres. Por eso nuestros jóvenes miran a su alrededor y piensan que no queda nada y se preguntan cómo pueden vivir. Se sientan y piensan, olvidan, se pierden y al final se suicidan”.
La escritora e investigadora Joanna Eede explica que la pérdida y la destrucción de sus tierras está en el origen del sufrimiento mental de estos indígenas. “Para los guaraníes, como para la mayoría de los pueblos indígenas tribales, su tierra lo es todo. Les da alimento y refugio, moldea sus lenguas, sus cosmovisiones y su identidad. También es el lugar donde están enterrados sus antepasados y la herencia de sus hijos. Simplificando: la tierra es lo que son. La línea divisoria entre el mundo exterior de la naturaleza y el mundo interior del yo es muy fina”.
En cuanto a cifras oficiales, el Ministerio de Salud asegura que en 2012 se suicidaron 56 guaraníes, y que desde 1986 se han reportado 625 casos en la zona. Las organizaciones de Derechos Humanos denuncian que no son cifras reales, porque las investigaciones en terreno reflejan que desde el año 2000 cada semana ocurre un nuevo suicidio.
Desde el pasado 15 de octubre, La Vanguardia.com ha intentado obtener un pronunciamiento por parte de la presidencia de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), como dependencia oficial de los asuntos indígenas del Ministerio del Interior y Justicia, pero hasta la fecha no se pudo tener respuesta alguna.
Es un problema que tiene su epicentro en Mato Grosso do Sul, un estado al sur del país, cuya extensión puede ser comparada con Alemania. En esta zona, los guaraníes llegaron a convivir hace décadas a lo largo y ancho de 350.000 kilómetros cuadrados entre selva y llanura.
Los guaraníes siguen presentes en esta zona pero la realidad los ha situado en pequeñas parcelas de tierra o en la orilla de las carreteras, en condiciones crónicas de hacinamiento y sin acceso a ningún servicio básico. Por ejemplo, se calcula que en reservas de 3.000 hectáreas sobreviven más de 12.000 de estos indígenas.
“Es difícil vivir aquí al lado de la carretera. Cuando llueve bebemos agua sucia al igual que los perros. Aquí no hay pozos (…) pedimos que nos dejen volver a nuestra tierra ancestral”, lamenta la líder guaraní Damiana, quien ha visto morir a más de la mitad de sus familiares.
Survival internacional además denuncia que la destrucción de los bosques ha traído como resultado la imposibilidad de cazar o pescar, y disponen de tan poca tierra que casi no es posible el cultivo. La malnutrición constituye un serio problema, y desde 2005 al menos 53 niños guaraní han muerto de hambre.
Las empresas
A partir de la década de 1980, Mato Grosso do Sul ha sido invadido por empresas que desarrollan las plantaciones de caña de azúcar que en la actualidad ocupan más del 60% de las tierras reclamadas por los indígenas. A esto se le suma el interés del gobierno de Brasil por desarrollar empresas biocombustibles en la región.
Gran parte de los indígenas trabajan para estas plantaciones –entre ellos niños- con sueldos mínimos y condiciones deplorables. Unas 80 nuevas plantaciones de caña de azúcar y destilerías de alcohol están planificadas en Mato Grosso do Sul, muchas de las cuales serán construidas en la tierra ancestral que reclaman los guaraníes.
Jata Yvary es una de las comunidades más afectadas en la región. En ella viven 225 guaraníes que perdieron sus tierras tras ser sometidos por los terratenientes que han implantado sus empresas para cultivar caña de azúcar que posteriormente venden a empresas extranjeras.
Las organizaciones internacionales como Survival señalan que en los últimos cuatro años, los guaraníes de esta comunidad han sobrevivido a pesticidas pulverizados que salen desde aviones que aterrizan en el lugar, y que la escasez de agua ya es inevitable luego que las maquinarias desechadas han taponado los principales arroyos de los ríos en toda la región.
En un comunicado enviado por los líderes de Jata Yvary se conoció su reclamo: “Nosotros los guaraníes no queremos que se plante más caña de azúcar en nuestra tierra… daña nuestra salud, incluida la salud de nuestros hijos, y de nuestros ancianos, y el veneno contamina el agua”.
En lo que va de 2013, dos adolescentes de 16 y 13 años decidieron quitarse la vida al colgarse de un árbol en el que fueron hallados por los propios habitantes de esta comunidad.
El portavoz guaraní Tonico Benites reitera que “El suicidio de guaraníes se produce y aumenta como resultado del retraso en la identificación y demarcación de nuestra tierra ancestral”.
Esta nueva demarcación de territorios podría estar avalada en los próximos meses por una serie de propuestas de enmiendas a la Constitución y otras leyes en materia indígena que actualmente se discute en Brasil.
“Decenas de proyectos de ley, decretos y propuestas de enmienda a la Constitución pretenden reducir y no hacer viables los derechos indígenas reconocidos y garantizados por la Carta Magna. El objetivo de estas iniciativas es, claramente, beneficiar sectores económicos vinculados a la agroindustria o la minería de exportación” concluye Ivaldro André, vicecoordinador del Consejo Indígena de Roraima, quien estuvo en España denunciado estas irregularidades.