¿Somos o no somos superiores los que pertenecemos a la especie humana por el hecho de poseer intelecto y conciencia? Buena pregunta. Yo creo que, desde el punto de vista biológico, somos una especie más y que nuestro cerebro ha sido un arma de doble filo.
Los lenguajes innatos con los que está dotada la especie humana, y los que la evolución cultural ha ido construyendo, sumados a la autoconciencia, la forma de inteligencia que nos caracteriza y la capacidad de manipular herramientas para lograr complejos objetivos son algunas de las estrategias para la supervivencia que se desbordaron de su ventaja adaptativa inicial.
El sueño de que somos superiores lo ha fabricado el mismo homo sapiens, específicamente esa parte de nuestra especie que se formó en la ideología del mundo occidental cristiano.
Como comenté en el artículo “Sí somos tan animales”, que publicó Sentido Común en EquinoXio, en la Biblia nos dijeron que los animales y las plantas eran recursos de los que podíamos disponer, porque los pusieron aquí al servicio del hombre. Que el hombre era el dueño de todo lo que puebla la tierra. Y, nos hemos tomado este equívoco antropocéntrico como si fuera una verdad absoluta; como tal hemos actuado.
Creo que la forma de inteligencia que tiene la especie humana nos ha concedido poder y un supuesto libre albedrío, que no lo es tanto. Un poder para construir y poder para destruir. Pero eso no nos hace superiores como diseño biológico. Nos ha hecho adaptables. Esa ha sido nuestra estrategia más eficiente y poderosa para la supervivencia de esta especie. Pero esa es una estrategia que tiene poder relativo. La prueba es la capacidad que hemos tenido para acomodarnos a todo tipo de hábitats y de multiplicarnos, pero lo hemos hecho hasta alcanzar el estatus de plagas.
No sé si haya otro mamífero como nosotros, que tenga una población de 6 600 millones de individuos, regados, agotando recursos a lo largo y ancho del planeta. Somos una nube de langostas que depreda sin control, sin importar si estamos en el Sahara, en la selva del Darién, en la del Amazonas o en medio del Himalaya. Y eso no es un comportamiento inteligente.
¿Qué dirían de sí mismas las abejas, las hormigas, los elefantes, los delfines, los peces en cardumen, si por un instante pudieran ponerse en el lugar de nosotros, si pudieran mirarse a sí mismos o mirar el mundo con nuestros ojos? ¿Si nos vieran y comprendieran la manera como nos relacionamos entre nosotros y como lo hacemos con el hábitat? Esas son preguntas imposibles de responder, porque el trasfondo es demasiado complejo. Las abejas y hormigas funcionan como partes de un mismo organismo, donde cada miembro nace y se desarrolla para cumplir unas funciones específicas, dictadas por un programa genético. Son unas maquinitas vivientes, con una capacidad de altruismo incomprensible para nosotros.
Tal vez se mirarían a sí mismas y se asustarían al comprobarse tan mecánicas y repetitivas. O tal vez, como ocurre con el ser humano cuando solo conoce una forma de realidad, pensarían que así es como debe ser y seguirían actuando de la misma manera. ¿Se emanciparían picadas por el deseo de ensayar el supuesto libre albedrío de los humanos? No lo creo. Eso sí, tal vezhuirían de nosotros, más aterrorizadas que nunca. Tal vez soltarían una sonora carcajada al vernos tan patéticos. Tal vez nos satanizarían o iniciarían una cruzada para exterminarnos por ser una especie dañina.
Una paradoja es que, de todos modos, algún día la tierra posiblemente va a decidir barajar de nuevo, como lo ha hecho ya; se sacudirá, estornudará, se desperezará o le apetecerá hibernar mullidamente algunos miles de años, en medio de una glaciación; entonces, ahí sí, adiós especie humana, con sus lenguajes (que no son ni únicos ni los más sofisticados de la Naturaleza) y con ese maravilloso pero “…diminuto, hórrido abismo donde se anudan serpentinos mis sesos…” (León De Greiff).
Y el ADN, que inventa las especies para perpetuarse, mediante su paciente trabajo, que se mide en cientos de miles de años, empezará de nuevo el juego de azar, de ensayo y error, para diseñar nuevas formas de vida y, por supuesto, de inteligencia, muy probablemente con lenguajes diferentes a los que hoy usan las especies que pueblan la tierra.
El que sí es inteligente, es el ADN. Nosotros somos sus vasallos. Y los virus nos dan sopa y seco.
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Este artículo está basado en un comentario publicado en “La Lengua me tiene de la lengua”, en equinoXio, específicamente en una reflexión que partió de un planteamiento que hizo Sentido Común, en el cual, entre otras cosas, él se preguntaba si la especie humana era superior a las otras, por el solo hecho de poseer intelecto y conciencia.
El planteamiento de Sentido Común es éste:
El día que un investigador logró dar una respuesta aproximada al sistema de comunicación que tienen las abejas, le otorgaron el premio Nobel. Entre tanto, las abejas se niegan sistemáticamente a estudiar el lenguaje humano; más allá de saber que si son perseguidas o molestadas por éste, deben propinarle un aguijonazo para sacarlo de combate. ¿Somos seres superiores y más inteligentes que las abejas porque poseemos intelecto y conciencia? No conozco de masacres, secuestros, corrupción o vandalismo en el mundo de ellas. Es más, nunca se les ve preocupadas por la moda, por no tener minutos en un celular, por el impuesto a la renta o por la guerra de Irak. A lo mejor es porque ni siquiera leen la prensa…
http://markota.wordpress.com/2007/07/10/%C2%BFes-la-especie-humana-superior-a-los-otros-animales/