El descubrimiento de la tumba del faraón Tutankamón fue uno de los acontecimientos arqueológicos del siglo XX. Pese a que su embalsamado es uno de los más estudiados en la historia (y lleno de especulación luego de una combustión espontánea y un aparente robo de su miembro viril), aún yacen ciertos misterios sobre la naturaleza de su muerte y el significado ritual de los arreglos de su tumba. El Rey Tut, como se le conoce popularmente, fue enterrado de manera un tanto extraña: su corazón había sido extraído, se le cubrió con aceites negros y su pene fue momificado como si estuviera erecto.
El egiptólogo Salima Ikram, profesor de la Universidad Americana del Cairo, cree que estas anomalías no son accidentes, sino que forman parte de una simbología funeraria para hacer parecer al Rey Tut a Osiris, el dios del inframundo, que renació luego de que Isis reconfigurara su cuerpo, al último cincelándole un pene de oro y otorgándole la categoría de dios de la vida después de la muerte. El pene erecto del Rey Tutankamón, el avatar del sol, sugiere sus poderes regenerativos y la ausencia de su corazón o de un reemplazo con un escarabajo podría tener que ver con el mito de Osiris, quien fue despedazado por su hermano Set. La pigmentación negra de la piel parece relacionarse con la representación esotérica de Osiris como un dios negro, algo que lo conecta con dioses como Krishna o Shiva en su aspecto negativo.
Ikram cree que la representación del Rey Tut como Osiris podría también tener un contenido político, luego de que Akenatón, aparentemente el padre de Tutankamón, antes Tutankaten, intentara imponer el culto a un único dios, el sol; quizás su rito funerario fuera un intento de regresar a un panteón plural por parte de las castas sacerdotales.