ETA reaparece sin aportar otra novedad que su voluntad independentista y el recuerdo del rechazo mayoritario de su ‘militancia’ a la violencia
ETA sigue atrapada por la noria de la nostalgia. Tan ensimismada situación le lleva a creerse todavía un agente político más, sin que haya reparado en que hace tiempo perdió pie en la realidad. Así es fácil entender que en su décimo comunicado desde que hace dos años decidiera acabar para siempre con el uso de la violencia apenas ha podido aportar más novedad que el recuerdo de su fervor independentista y que su teórica militancia ha votado a favor de no volver a la estructura militar, vaya a no matar. ¿Acaso se lo han llegado a replantear en este tiempo de paz?
Conocida la existencia de esta insólita votación entre una militancia de la que no se aporta quórum, y difundida quizás como una justificación no pedida en medio de las interpretaciones surgidas sobre sus discrepancias crecientes, no sería un exceso democrático reclamar que aquel feliz anuncio de octubre de 2011 lo hubieran acompañado del escrutinio de sus votos. No obstante, ya sabemos, y ahora de fuentes oficiales, que un 20 % de una desconocida militancia de ETA no secunda el final del terrorismo. Con la mayoría ya se contaba.
Esta reaparición con un mensaje nada destellante coincide en plena exigencia al Gobierno Rajoy para que atienda el clamor social de una nueva política de paz, pero surge desfasado por los acontecimientos. Es la consecuencia directa de esa vida clandestina que le desplaza de la realidad y que le coloca en posiciones que resultan anacrónicas en una sociedad que ya solo espera de su parte el anuncio de su disolución. Pero resulta significativo conocer cómo la banda terrorista, atrapada en su discurso por unas coordenadas inmovilistas, jamás imaginó que el PNV fuera de la mano de Sortu para liderar en la calle la exigencia de derechos para sus presos.
ETA sigue sin atender los deseos de ese pueblo para el que pide la independencia. Su comunicado dista mucho de interpretarse como un nuevo paso por su parte en este proceso que no acaba de encarrilarse. Desde luego, esta inanición no es el mejor garante, desde las exigencias de Madrid, para respaldar las exigencias del lehendakari Urkullu en su cita con Rajoy ni tampoco refrenda la razón de las decenas de miles de vascos que se manifestaron hace unos días en Bilbao. Solo es una vuelta más a la noria.