Cada año se registran cerca de 150.000 casos de una enfermedad cuyo impacto en los desiertos del suroeste de EE.UU. es igual —según el doctor en enfermedades infecciosas John Galgiani— “al impacto de la polio antes de [que se creara] la vacuna”.
Según un artículo publicado en la revista ‘The New Yorker’, los casos se han multiplicado por diez entre 1998 y 2011, y lo más preocupante es que para “los casos más graves” —afirma el boletín— “no hay cura”. El hongo ataca los pulmones, pero también puede afectar la piel, los huesos, el hígado, el cerebro, el corazón, así como las membranas que protegen el cerebro y la médula espinal.
Una enfermedad que minimiza la esperanza de vida
“Una paciente, una mujer blanca de 26 años de edad que pescó la fiebre del valle hace cuatro años, contó que la medicina le hacía vomitar sin parar. Estuvo paralizada temporalmente, ha sido sometida a tres cirugías cerebrales y a 22 punciones lumbares”, reza parte de la publicación en ‘The New Yorker’, agregando que los médicos lamentan que las esperanzas para salvar a la joven sean nulas.
Actividades como la construcción pueden levantar las esporas del coccidioides immitis, que se propaga fácilmente por los vientos del desierto de la región. Las esporas también pueden trasladarse a lugares lejanos y pueden, incluso, ser un peligro para las personas que reciben órganos donados ya infectados. La revista cuenta que un hombre de Michigan, al otro lado de EE.UU., cayó enfermo después de comprar un coche usado en Phoenix.
“El impacto de la fiebre del valle en las poblaciones endémicas es igual a la repercusión de la polio o la varicela antes de las vacunas”, señaló John Galgiani, un experto en enfermedades infecciosas que dirige el Centro de la Fiebre del Valle en la Universidad de Arizona.
A pesar de que la fiebre del valle es una enfermedad fácil de contraer y puede ser muy grave, incluso mortal, hay poca financiación para su investigación. Y es que analizar las esporas en un laboratorio también plantea un peligro importante: un grupo de estudiantes de obstetricia padece la fiebre del valle a pesar de que su aula se encontraba dos pisos más arriba del laboratorio donde estudiaban el hongo.
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