La miel es el único alimento que no se daña. La miel más antigua fue conseguida en Georgia, se remontaba a más de 5.000 años y esta todavía era comestible.
La miel no se echa a perder, es altamente perdurable, no caduca. Gracias a su alta concentración de azúcar, mata a las bacterias por lisis osmótica. Las levaduras aerotransportadas no pueden prosperar en la miel debido a la baja humedad que contiene.
Los traslados de cuerpos humanos en la antigüedad se hacían sumergidos en miel; por ejemplo Alejandro Magno fue trasladado desde Babilonia hasta Alejandría en Egipto en el 323 a. C. y el de Agesilao II, rey de Esparta, desde Egipto hasta su ciudad natal en el 360 a. C., utilizándose miel para evitar la descomposición.
El efecto preservante de la miel se debe a su baja concentración de agua y es idéntico al que permite la prolongada conservación de los dulces y de las frutas en almíbar donde el alto contenido en azúcar disminuye el contenido de agua.
Las abejas añaden además una enzima llamada glucosa oxidasa. Cuando la miel es aplicada sobre lasheridas esta enzima produce la liberación local de peróxido de hidrógeno.
Ahora centrémonos en la fecha de caducidad, porque hemos visto mieles que tienen una fecha de vencimiento también. Pero ¿qué es la fecha de caducidad en sí? No es el tiempo en que un producto se putrefacta, sino que es el tiempo que el fabricante te garantiza que el producto no sufrira variaciones.
El problema más grande es definir qué es deterioro. Si compras miel en otoño, la veras líquida viscosa. Para el invierno, se hace sólida. Nunca deja de ser comestible, pero su aspecto ha cambiado. Por un lado, eso es garantía de pureza. Ninguna miel maltratada puede solidificarse en invierno, sólo lo hacen las mieles puras. Las mieles que uno compra líquidas viscosas y nunca cambian es que han sido sometidas por lo menos al calor, cuando no tienen agregados.
Otra cuestión es que, cuando la miel tiene agregados de agua, glucosa, viscosantes. En ese caso, ya hablamos de un producto comercial no de mieles.