Una colaboración de Francisco Guanipa
El universo y el individuo se nutren mutuamente. Existe un único “Yo” en todos los seres.
Os invito a disfrutar de este video a modo de meditación visual.
Hace poco, vi un video en que se mostraba la Secuencia de Fibonacci. ¿Qué es esta proporción áurica, como también se la conoce? Es la sucesión infinita de números naturales: 0,1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89,144, etc. Comienza con los números 0 y 1 y, a partir de estos, cada término es la suma de los dos anteriores. Tiene múltiples aplicaciones en ciencias de la computación, matemáticas y teoría de juegos. También aparece en configuraciones biológicas, como por ejemplo en las ramas de los árboles, en las caracolas, en la figura humana, etc.
¿A qué viene esto? Me conmueve la belleza, la variedad, lo inconmensurable de la Creación. Detrás de una fórmula matemática, aparece una expresión estética de extraordinario esplendor. ¿Cuánto damos por sentado, ignorando la magnificencia que encierra?
Todos los días, vivimos de memoria. Una memoria repetitiva, mecánica, yerma. Ya conocemos este cuarto, a esa persona, ese trabajo, nuestro cuerpo, el cielo, ni yo. No hay asombro ni sentido ni evolución. ¿Para qué ocuparnos si ya sabemos cómo son las cosas?
En esta aplastante superficialidad, una parte nuestra reclama una observación más profunda. Porque justamente se trata de ver en lugar de mirar. Se trata se Sentir el Universo. De entrenar la capacidad de sorprendernos. De reconocer y valorar esta existencia, en donde se unen lo humano y lo divino a la cual podemos despertar una y mil veces.