Los fenómenos paranormales, a la luz de la rarología.¿Es posible abordar el estudio de fenómenos paranormales como las experiencias con fantasmas y espíritus desde una óptica científica? Eso es precisamente lo que pretende la rarología, una nueva disciplina que busca dar respuesta a las manifestaciones más “raras” de la conducta humana.
“El té adquiere todo su cuerpo, y un sabor pleno, y no es en absoluto amargo o desagradable cuando se mantiene el agua en la tetera a una temperatura de entre 82º y 88º C y ha estado ocho minutos sobre las hebras. No existe otro misterio en la tetera”, concluía Sir Francis Galton en su obra The Art of Travel (El arte de viajar, 1855) tras una investigación científica para determinar la mejor manera de preparar la taza de té perfecta. Para tal fin había construido un termómetro que le permitía controlar la temperatura del agua dentro de la tetera. Pero esta no fue la única investigación curiosa que llevó a cabo el explorador y científico británico, primo de Charles Darwin, ya que también se interesó por el aburrimiento, la belleza y la oración. Estos son ejemplos tempranos de una manera de abordar la investigación del comportamiento humano que el analista moderno Richard Wiseman ha denominado “rarología”.
¿Buena o mala estrella?
Este enfoque de la psicología iniciado por Galton ha tenido continuadores a lo largo de los últimos cien años a pesar de que hasta ahora no ha sido reconocido de forma oficial como ciencia social. Y decimos hasta ahora porque la obra reciente de Wiseman titulada Rarología (2008) supone una auténtica aportación a la ciencia o estudio de lo raro. Aunque este aborda su trabajo con gran sentido del humor, no le resta seriedad. Tanto los experimentos realizados por él, como los que describe de otros colegas, han seguido una rigurosa metodología y aportan valiosa información sobre el comportamiento humano. Como no podía ser de otra manera en un temática tan “rara”, algunos de estos experimentos “utilizan las técnicas que siguen las principales corrientes científicas para investigar temas inusuales. Otros emplean métodos inusuales para investigar corrientes científicas. Todos ellos son el resultado del análisis llevado a cabo por investigadores del comportamiento”, explica Wiseman.
Probablemente ninguna creencia ha superado mejor la prueba del paso del tiempo que la astrología. Millones de personas leen a diario sus horóscopos, o bien pagan a astrólogos para que les levanten su carta astral, les hagan un análisis de su temperamento o realicen una predicción sobre su vida futura en función de los astros. ¿Significa esto que la astrología funciona, es decir, que los astros tienen un impacto real en el comportamiento humano? Tras una investigación prolija para determinar las similitudes entre las personalidades de mellizos idénticos según la astrología, el científico británico Geoffrey Dean llegó a la conclusión de que no. Sin embargo, las personas que se interesan por la astrología no solo se sienten impresionadas con la exactitud de lo que describen sus cartas astrales, sino que las consideran válidas. Al parecer, esto se debe a dos factores: el “efecto Forer” o de validación subjetiva y el “efecto halagador”. El primero presupone que la gente tiende a aceptar descripciones personales vagas y generales como aplicables a ellos mismos sin darse cuenta de que esta descripción podría asociarse a cualquiera. El segundo tiene que ver con que la mayoría de las personas son proclives a creer cualquier cosa que las describa de manera positiva. Para los estudiosos de la rarología, este efecto explica en gran medida por qué la mitad de la población acepta la astrología. Otra cuestión digna de estudio es la forma en la que algunas personas se dejan engañar y cómo se las ingenian otras para mentir sin ser descubiertas. Lo más sorprendente es que la gente suele ser incapaz de destapar los engaños… ¿A qué se debe esto?
Las claves del engaño
La psicología del engaño ejerce tanta fascinación en los seres humanos que, con frecuencia, convierten en héroes a los timadores. Dado que la mayoría de la gente dice unas dos mentiras importantes cada día, que una tercera parte de las conversaciones contiene alguna forma de engaño y que cuatro de cada cinco embustes no son descubiertos, no es extraño que todo el mundo haya sido engañado alguna vez. Los hallazgos sugieren que en las relaciones de larga duración ni siquiera podemos discernir cuándo nuestras parejas no están siendo sinceras y que los padres se dejan engañar fácilmente por sus hijos. Sin duda, no es fácil descifrar las claves del engaño. Pero una investigación reciente ha mostrado que es posible hacerlo. Si no logramos descubrir las mentiras es porque basamos nuestra opinión en comportamientos que en realidad no acompañan al engaño. Se suele creer, por ejemplo, que los mentirosos tienden a desviar la mirada, agitar las manos nerviosamente y moverse inquietos en sus asientos. Sin embargo, lo más probable es que no solo nos miren a los ojos, sino que ni agiten las manos ni se muevan en sus asientos. Es más, puede que hasta permanezcan estáticos. Según la rarología, los gestos que realmente los delatan son los siguientes: tienden a incluir menos referencias a sí mismos y a sus sentimientos en las historias que cuentan, y cuando se trata de información relativamente poco importante parece que hayan desarrollado memorias prodigiosas y siempre recuerden el menor de los detalles. Las verdaderas pistas del engaño están en las palabras que utilizamos y no en el lenguaje corporal, que puede controlarse conscientemente. Esto significa que a la hora de descubrir embustes es preferible escuchar que mirar. Conviene por tanto recordar que el lenguaje de la mentira es mucho más corto que el de la verdad: “Los signos más reveladores están en la voz de la persona y en su elección inconsciente del lenguaje, en el aumento de las pausas y las indecisiones, en la manera en que los embusteros se distancian de su engaño evitando referencias a sí mismos, tales como ‘yo’, y en cómo evitan describir sus sentimientos, así como en la habilidad que parecen tener para recordar pormenores menudos que los sinceros olvidan”, explica Wiseman. Aunque los oídos sean de gran ayuda para descubrir a los mentirosos, los ojos también lo son cuando se trata de discernir la sinceridad o la falsedad de la sonrisa humana, uno de los gestos sociales que más se presta a la simulación. Los rasgos delatores para distinguirlas son los siguientes: las sonrisas auténticas no solo tensan el músculo cigomático mayor a cada lado de la cara, sino que afectan a los músculos orbiculares situados alrededor de los ojos, es decir, tiran hacia abajo de las cejas y para arriba de las mejillas produciendo arruguitas alrededor de los ojos. Con esta sencilla clave resulta fácil discernir las sonrisas genuinas de las falsas, ya que estas últimas no van acompañadas de mímica ocular. En cambio, es muy difícil no ser engañado por los ilusionistas, auténticos maestros del embuste que utilizan gran variedad de artimañas psicológicas para mentir al público, sobre todo mediante sugestión. Richard Wiseman llevó a cabo un memorable estudio para examinar el papel de la sugestión en las sesiones de espiritismo. Para ello contó con la colaboración de su amigo Andy Nyman, hábil actor y mago.