Una colaboración de yaivi
Las diferencias culturales son riquezas peculiares.
Nos pueden dejar como personas simpatiquísimas o como desabridos odiosos en cuanto a aceptación social se refiere. La verdad es que a veces caemos bien o mal por pequeños comportamientos nuestros. Y bien es sabido que nuestros comportamientos dependen de nuestras vivencias, de la sociedad en la que hemos crecido, del ámbito en el que nos hemos formado y de la educación que hemos recibido, aunque también de la época que nos ha tocado vivir.
Que quede claro que cada uno es libre de comportarse como quiera pero ¿acaso no es más inteligente saber comportarse? Y si existen manuales de protocolo y parafernalias para los estirados que frecuentan las cortes reales ¿por qué no puede haber algunos entre culturas?
Dicen que es más fácil caerle bien a mil personas que a una sola. Pero quien dijo esto, no sabe lo astuto e inteligente que pueden llegar a ser los africanos. Astutos por la vida africana, que no da oportunidades e inteligentes por este sin fin de vivencias sabias de cualquier país africano.
Llegar a Europa es difícil y una vez aquí, muchos inmigrantes se tienen que enfrentar a la incomprensión de algunos europeos que poco han leído y que poco han viajado. Blancos sencillos que comparan cualquier realidad a la suya que consideran perfecta.
Y para el inmigrante recién llegado, hacerse amigo de los blancos es un juego de ajedrez en el que gana el que tiene más estrategias.
Aquí va pues, el savoir-faire de cómo caerle bien a un blanco. Un pequeño manual para inmigrantes que tienen que tratar con blancos duros de roer. Seguro que los blancos lo leerán diciendo: “!Son tópicos!”. Pero cualquier negro sabe de lo que hablo.
MANUAL DE INSTRUCCIONES PARA CAERLE BIEN A UN BLANCO:
Si no conoces a un blanco, no le saludes ni le vayas a dar conversación aunque sea para ayudarle. A los blancos no les gusta que nadie invada su espacio. Te mirarán como cuando uno mira a un ladrón o a un indeseable. Una mirada fría que pone los vellos de punta y que hunde los ánimos durante días. No es porque tu seas negro o violeta. Es que entre ellos mismos tampoco interactúan. Prefieren sus aparatos electrónicos a una buena conversación. Ya sabemos que en los países africanos todo el mundo habla con todo el mundo pero aquí, no. Así que si no conoces a un blanco, no te le acerques.
Cuando te presenten a un blanco, para saludarle no hay que ir a las formulas sociales de respeto y de consideración que tenemos allí. Nada de decirle: “Hola ¿Tienes paz?” Nada de preguntar por sus padres, sus abuelos, sus preocupaciones y demás. No lo entienden. Cualquier blanco al que le preguntes por su familia o por su salud personal e íntima te considera raro, negativamente peculiar e incluso le da miedo seguir hablando contigo.
Cuando un blanco te dice su edad, hay que decirle que parece más joven. Parece mentira pero la edad que para nosotros es una bendición, para ellos es una perversa y diabólica conspiración del destino contra la humanidad. Ser joven no tiene nada que ver con la edad. Pero ellos no lo saben…
La mayoría de los blancos da importancia al cuerpo por lo que hay que decirles que tienen una complexión envidiable, un cuerpazo más allá de lo normal. Hacer ver que flipas un poco como cuando uno ve una criatura del mar. Si son hombres, hay que decirles que parecen todo fibra y que sus brazos deformados demuestran una disciplina de gimnasio y si son mujeres, pues una dieta envidiable. Reiterar una y otra vez tu admiración y tu asombro es primordial para que de verdad te crean.
No hay que hablar fuerte o gritar como sí estuvieras en algún mercado del África del Oeste. Aquellos mercados tan ruidos y tan “bruyantes” en los que uno se deja poseer por la bullanga hablando fuerte para hacerse entender. Y allí, las cuerdas vocales se frotan dejando escapar unas voces graves como de esténtor con un vibrato de frecuencia 9Hz. Un musculus vocalis con tremor complejo entre la glotis y el diafragma. Unos vozarrones potentes que a veces no dejan distinguir entre hombres y mujeres. Según Wikipedia, la frecuencia agradable es de 4,5Hz por lo que con los blancos hay que hablar bajito y suave.
Eliminar radicalmente aquellos golpes amigables que entre negros se dan. Golpes capaces de sacarte un trozo de comida de la boca, golpes de estos que se dan los amigos dahomeenses cuando hablan de viejas hazañas o cuando se alegran de verse. Golpes fuertes y secos que dejan rojos a los blancos ennegreciéndoles el humor.
Intenta hablar sin tocar, que ya se sabe que los blancos se abrazan mucho, pero cuando se conocen o cuando se quieren. En muchos países africanos, el locutor toca con un dedo o con una mano o con las dos manos al interlocutor mientras habla como para reclamar su atención. Una costumbre que pone de los nervios, pero que muchos africanos aguantan por respeto. Si hablas con un blanco con el que no tienes mucha confianza, no le toques.
No hay que hablar de matanzas de animales. Si. De aquellas matanzas de las fiestas de tu pueblo o las fiestas religiosas o simplemente las cazas tradicionales que hacen en muchos de nuestros países en épocas temporalmente calculadas para mantener el ecosistema. No hay que hablar de ello de manera jocosa. La muerte de los animales para muchos blancos, es un tema peliagudo. Comen carne, pero prefieren pensar que los animales que comen no han sido matados.
Cuando hables de los niños, hazlo como si hablases de adultos juiciosos y sapientes. Que no se te ocurra jamás hablar de collejas, ni de broncas, ni de castigos… Aquellas cosas que tú siempre has visto en tu país para educar a los niños traviesos. Aquí pegan bronca a los perros y a los gatos. Sí. Aquí educan a los animales de compañía pero no a los niños…
Les gustará que les hables de los curiosos animales africanos. Cualquier animal vale. Incluso puedes decir que tenías un gallo como animal de compañía. Les gusta porque para ellos, esto demuestra que eres sensible e interesante. Habla de tu gallo y de aquel lazo personal que tenías con el gallo. Hazlo con lágrimas en los ojos y para ellos, ya eres tierno y digno de confianza. Les extrañará que no tuvieras un león o un leopardo o incluso un tigre como animal de compañía. Amigo… No digas nada. Tú y yo sabemos que nadie en su sano juicio mete un león en su casa.
Cuando salga el tema de las mujeres, ten cuidado. Aquellos comentarios machistas y aborregados que en algunos países africanos ya quedaban mal, aquí quedan súper mal. Un blanco te puede retirar la amistad por un comentario desagradable sobre una mujer. Y con razón.
Nada de hablar de tus supersticiones o incitarlos a no hacer según qué cosas para evitar el poder de las energías sagradas. Si quieren silbar por la noche, déjales. Si quieren ponerse las dos manos en la cabeza, déjales. Ya sabemos que en nuestros países es un deber aconsejar a la gente que quieres pero aquí no. Te tomarán por loco, por perturbado y por desequilibrado. Y a parte sólo creen en sus propias supersticiones. Todo lo demás les parece superfluo.
Cuando hagan comparaciones raras entre animales y personas, no opines. Yo ya sé lo que piensas. ¿Cómo puede ser que haya gente que trate los animales como personas, comparándoles incluso a sus hijos? Lo sé. Es difícil de encajar. Pero no digas nada. Ellos son así. No hables jamás mal de este animal que es seguramente más importante que tú. Puedes hacer un “oooh” amoroso de vez en cuando besen el animal en cuestión y hacer ver que te emocionas porque recuerdas a tu gallo.
Cuando hables de costumbres primitivas, hay que hacerlo como si fuesen ritos místicos. No hay que decir que para mantener los dientes blancos a veces usamos trocitos de carbón. No. Hay que explicar que la negrura del carbón y la blancura de los dientes es un proceso complejo, comparable al Ying y al Yang en su profundidad. Entonces te creen…
No les digas que las esponjas nuestras que parecen una red de pescar van muy bien como esponjas. No. Diles que son esponjas naturales, que equilibran las emociones y ayudan la epidermis joven como la de una zagala. Entonces te creen…
Si te explican una preocupación, no les digas lo que tienen que hacer o lo que harías tú. No opines de manera subjetiva. No quieren. No saben qué hacer, pero juran por todos los medios que a ellos nadie les va a decir o dictar lo que tienen que hacer.
No fanfarronees, ni te hagas el rico. Los blancos tienen el ojo agudo y en seguida detectan a los farsantes. Ellos tienen más información y saben más cosas…No intentes chulear como en África donde los “Grotos” sacan fajotes de billetes para impresionar a la gente. Porque aquí, la mayoría siempre tendrá más dinero que tú; A parte de que queda fatal en su sociedad chulear por dinero.
No regales dinero a nadie. Aquí no se hace. Allí, en tío gentil y adorable es el que regala billetes a todo el mundo. Aquí quien regala dinero es un mafioso, un trastornado cuya compañía no es recomendable.
En Europa, evita llamar a la gente “tete” o “tata” o “mama” o “papa” o “madrina” o “Padrino” como se hace allí, para mostrar respeto y consideración, ya sea a la panadera o al charcutero. No. No son tus tetes, ni son tus tatas. Ni quieren serlo. Aquí hay que llamar a la gente por su nombre para evitar situaciones incomodas y tensas de vergüenza ajena.
Cuando comáis juntos, evita hacer comentarios sobre la importancia del picante para dar sabor a las cosas. Ellos piensan que el picante es para eludir el gusto a podrido de según qué comida. No insistas, no les gusta el picante, ni entienden que pueda formar parte de una dieta. Ni lo probarán. Antes prueban un plato de gusanos a las finas hierbas que un plato de cordero sazonado con picante.
…
Y no se acaba aquí.
Llegar a Europa es difícil. Y cada uno llega como quiere o como puede. Pero una vez aquí, hay que saber unas cuantas cosas… Los blancos parecen complicados, pero con este pequeño manual en la mano, ya te resultarán incluso graciosos y familiares.