En el Mercader de Venecia, el autor de la obra atribuida a William Shakespeare, muestra profundos conocimientos de alquimia lo que lleva a la pregunta sobre la identidad del bardo de Inglaterra y su posible iniciación a los misterios rosacruces.
Mucho se ha especulado sobre la identidad de William Shakespeare, un hombre cuya obra nos remite a todos los hombres, capaz de transferir la pasión humana a la literatura; Shakespeare parece asomarse al alma del hombre desde todas las ventanas. Esto ha dado lugar a singulares teorías sobre el autor de la obra shakespeariana, desde un software que detecta plagios el cual afirma que Shakespere es un colectivo, o hasta la enigmática teoría mística que señala que Shakespeare es el nom de plume de Francis Bacon, el estadista, padre del método científico, escritor y posiblemente alquimista rosacruz.
El escritor argentino Jorge Luis Borges atinadamente destaca el espíritu universal de Shakespeare en su Nueva Refutación del Tiempo, como si el misterioso bardo de Inglaterra cifrara un código homo holográfico: “¿Los fervorosos que se entregan a una línea de Shakespeare, no son, literalmente, Shakespeare?”.
Más allá del talento literario, es posible que el poder de la obra de Shakespeare, su fácil resonancia con las fibras profundas de cuialquier ser humano, tenga que ver con que el autor de La Tempestad tenía conocimientos en las artes ocultas, entre ellas la alquimia, la ciencia dedicada a la transmutación y espiritualización de la materia. Aunque existen referencias alquímicas en otras obras, ninguna es tan evidente como el Mercader de Venecia, en la cual, pensamos, se expone una versión del Matrimonio Alquímico, parte del cuerpo hermético Rosacruz.
En el Mercader de Venecia, el padre de la hermosa Portia Belmont muere y deja su hija y su reino a aquel caballero que pueda descifrar un acertijo alquímico. Para ganarse el dote de su amor, un hombre debe escoger el cofre indicado entre uno de oro, uno de plata y uno de plomo. Este firewall del corazón de Portia, es elaborado por su padre,”un hombre santo”, com dice Nerissa en la obra, para garantizar la virtud del pretendiente pero también como una especie de teleología suscitatoria. Mientras que los dos primeros pretendientes, príncipes, equivocan en su selección, engañados por la ilusión de las apariencias, Bassiano, el hombre que de todas formas ha enamorado a Portia con las flechas luminosas de la mirada, logra librar el escollo, probando ser un hombre digno del oro verdadero, seleccionando el plomo:
“So may the outward shows be least themselves:
The world is still deceived with ornament.“…’Tween man and man: but thou, thou meagre lead,
Which rather threatenest than dost promise aught,
Thy paleness moves me more than eloquence;
And here choose I; joy be the consequence!.”
Si uno se fuera solamente por las apariencias, pensaría que esto solamente es una metáfora de que el amor verdadero trasciende justamente las apariencias y el materialismo superficial. Sin embargo, cuando leemos El Mercader de Venecia sabiendo que Saturno es llamado por los alquimista el guardian de la piedra filosofal, el oro verdadero, regente de la melancolía y que el plomo es el metal asociado con Saturno, metal base que se transmuta en oro, completando la magia de los opuestos, y que justamente el nombre de Lady Belmont, es Portia (la puerta del oro es Saturno). Los alquimistas tenían un dicho, que es recuperado por Carl G. Jung, en su Psicología y Alquimia: “aurum nostrum non est aurum vulgi” (el oro nuestro no es el oro común) ¿Acaso no es esto lo que muestra El Mercader de Venecia? Mientras el vulgo piensa que los alquimistas en realidad sólo buscaban convertir metales en oro para enriquecerse, el oro que buscaban era un oro simbólico, astral o espiritual, un oro que es aquello que transmuta el cuerpo, muchas veces el amor erótico.
“For the four winds blow in from every coast
Renowned suitors, and her sunny locks
Hang on her temples like a golden fleece;”.
Aquí Shakespeare compara el cabello de Portia, cascada de su chakra corona, con el vellocino de oro, el pelambre mágicao que llevó a Jason y a los Argonautas en una búsqueda que podría interpretarse de forma alquímica. Esto nos encamina a la noción de que el oro de Portia no es el oro común (algo que el Príncipe de Marruecos no logra ver).
Es nuestra tésis que lo que se desdobla secretamente en El Mecader de Venecia es un Matrimonio Alquímico, o hierosgamos. Central a la filosofía hermética, este matrimonio es en cierta medida simbólico de la fusión de los opuestos, el Mysterium Coniunctionis y de la unión del cielo con la tierra. Pero no sólo es simbólico, es también un acto que se manifiesta en la unión sagrada del hombre y la mujer bajo el auspicio del universo.
En la Inglaterra de Shakespeare, la feminidad como fuente de inspiración reverdeció con la Reina Isabel, musa, reina de las hadas; pero esto se debió en cierta forma a la influencia del consejero aúlico, John Dee, quien agrupó a las figuras más destacadas de su época alrededor de la Reina. John Dee era astrólogo y alquimista, que junto con Edward Kelly, aparentemente entabló una misteriosa relación con huestes angélicas, descifrando el lenguaje enochiano. La visión de Dee que se extendía detrás del trono, vislumbraba una sociedad alquímica, llevar el arte de esta noble disciplina a todo el imperio y hacer de la Tierra entera la Piedra Filosofal. Dee incluso proyectó el matrimonio alquímico en Hedielburg, a través del matrimonio de Federico V del Palatinado y Elizabeth Stuart. No hay duda que Francis Bacon sintió la influencia de Dee, una sombra omnipresente en la cultura de su época. Francis Bacon, es también el autor de “La Nueva Atlantis”, una utopía sobre una sociedad ideal que realiza la Casa de Salomón, una referencia al templo de Salomón, clave arcana masónica y rosacruz.
El masón y erudito Manly P. Hall cree que La Nueva Atlantis es el plan masónico para fundar en Estados Unidos una sociedad que lleve a la humanidad a una nueva era dorada. Según Hall, el espíritu masónico en la fundación de Estados Unidos, visible en Washington y en Adams (Jefferson al parecer era Rosacruz), está orientado a cumplir este destino secreto planteado por Bacon. Manly P. Hall, una autoridad en temas esotéricos si la hay, dice que Shakespeare en realidad es Francis Bacon, un hombre iniciado en las artes ocultas, un espíritu que atraviesa el tiempo con su consciencia despierta y reaparece en puntos nodales de la historia.
En The Secret Teachings of All Ages, Hall escribe:
“Los ideales filosóficos promulgados a lo largo de la obra de Shakespeare distinctamente demuestra que el autor estaba familiarizado con ciertas doctrinas y fundamentos del Rosacrucianismo; de hecho la profundidad de las producciones shakespearianas remarca a su creador como uno de los iluminati de las edades”.
La historia secreta corre detrás de las páginas de los libros para los ojos que pueden ver la luz invisible. Como el amor de una mujer a través de la cual resplandece la Diosa Madre, el secreto se entrega solamente a quien es capaz de convertirse en el sol e iluminar al mundo.