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‘Gravity’ y sus siete Oscar colocan a la industria ante el vértigo feliz de la nueva era digital
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La mejor película, ’12 años de esclavitud’, limpia conciencias: drama sin melodrama
¿Qué hace a la 86ª edición de los Oscar diferente a las demás? Fundamentalmente el carácter de películas radicalmente diferentes de las dos ganadoras. Por un lado, ‘Gravity’. ‘Gravity, de hecho, no es exactamente una película. O lo es, pero de otra manera. Y eso, obviamente, la hace ser otra cosa. Decía Paul Schraeder en el último festival de Valladolid que el cine ha vivido un periodo estable de 100 años y esa estabilidad se asoma ahora a una suerte de apocalipsis; el apocalipsis digital.
La ruptura epistemológica (perdón) y hasta ontológica (otro perdón) que supone la defunción de lo analógico coloca a este arte centenario en un precipicio inédito. La imagen digital, con su vocación hiperrealista, exhibe y desvela lo que la propia realidad tiene de simulacro. Y de este modo, lo real se descubre por primera vez no como un límite sino como una mera posibilidad; un elemento dramático más. La realidad, para entendernos, convertida en simple efecto especial. Si no me siguen, no me culpen: la noche ha sido demasiado larga.
Y ahí, la película de Cuarón con sus siete Oscar se ofrece a la vez como alternativa y respuesta. Pocas experiencias tan radicalmente nuevas como esos 20 minutos iniciales en gravedad cero a través del más hipnótico plano-secuencia que ha visto el cine reciente. Frente al catastrofismo académico que ve en lo digital el principio de todos los desastres posibles, ‘Gravity’ propone un nuevo acuerdo con el espectador. Es más, se atreve a reclamar para sí una nueva forma de mirar que obliga a casi una relación táctil con la imagen y el espacio.
Y a su lado, ’12 años de esclavitud’ (con tres premios), la elegida por la Academia como la cinta del año. ’12 años de esclavitud’, de hecho, es algo más que una simple película. Por primera vez el cine, el americano y el otro, se enfrenta al peor de los fantasmas de la historia de Estados Unidos. Y lo hace de frente. Sin coartadas, sin falsos melodramas, sin recurrir al género. Drama sin melodrama. Steve McQueen desnuda el rigor de la tragedia en una de las más crudas aproximaciones a la carne cruda. Cine real que convierte la cámara en bisturí y la honestidad en el único arma para entender el mundo.
Y así, quedan dos películas que, en su peculiaridad, poco tienen que ver con lo que la industria reclama de forma habitual para sí. Las dos son diferentes y, por ellos, la 86ª edición de los Oscar puede presumir de ser otra cosa.
‘Gravity’, destinada a la gloria
Llevábamos dos horas y los cinco premios técnicos con los que se coronaba la aventura espacial de la imposible Sandra Bullock ofrecían más que una pista, una evidencia. ‘Gravity’ era la destinada a la gloria. A nadie parecía importar, todo hay que decirlo, la debilidad del guión de Jonás Cuarón (el hijo) incapaz de mantenerse firme ante las propias exigencias de la historia. Nadie como Hollywood para entender y valorar esa concesión lacrimógena y tontorrona a, en efecto, Hollywood.
Y así, hasta que en el último giro de la noche, cerca de las seis de la mañana, saltó la sorpresa. La honesta frialdad de ’12 años de esclavitud’ ganó el premio mayor. Hollywood también tiene su corazoncito. No todo van a ser los más de 700 millones de dólares recaudados por ‘Gravity’.
Por lo demás, y poco a poco, se asistió a cómo se desinflaba el globo de ’La gran estafa americana’. Eso por no hablar de lo cruel que volvió a ser el aparato académico con ‘El lobo de Wall Street’, la mejor de todas las cintas nominadas. De nuevo, DiCaprio. Otra vez, Scorsese. Definitivamente, ninguno de los dos gusta en Sunset Boulevard. Por lo demás, ‘Her’, que lucía el cartel de florero, en efecto, fue florero. Se llevó, eso sí, el irremediable premio a mejor guión. Faltaría.
Resurrección en pareja
Por el camino, Jared Leto y Matthew McConaughey, compañeros en‘Dallas Buyers Club’, se convirtieron en la pareja con mejores dotes para la resurrección. Los dos con estatuilla merced a una película mediocre, pero muy intensa. Que es lo que cuenta. ¿Quién lo hubiera dicho cuando vimos ‘Sahara’ por primera y última vez? ¿Y qué decir de esa dedicatoria del primero a su madre, a Ucrania y a Venezuela (no queda claro que fuera por este orden)?
A su lado, Cate Blanchett y Lupita Nyong’o se empeñaron en hacer buenos todos y cada uno de los pronósticos. La primera por ‘Blue Jasmine’ y la segunda por ’12 años de esclavitud’ llevan meses demostrando al mundo que nadie recoge los premios como ellas. Y así lo hicieron. Con gracia, inteligencia y de Armani (¿o era Gucci?). Irrefutables. Las dos.
¿Y qué decir de la gala? En algún momento algo empezó a ir mal. No queda claro si fue cuando Bono empezó a hacer gorgoritos postrado de hinojos o cuando el mejor documental de año, y probablemente de las últimas 20 décadas, se quedó sin el evidente reconocimiento. Nos referimos, obviamente, a ‘The act of killing’. La ceremonia llevaba en pie casi dos horas y aquello no había quien lo soportara. Faltaban tres más de ese saber estar de Ellen DeGeneres que tanto hace por humanizar a las estrellas. Terrible.
Para cuando acabó todo, los dinosaurios seguían perdidos. Ni rastro de ‘A propósito de Llewyn Davis’ ni de ‘Antes del anochecer’ ni de ‘Cuando todo está perdido’ ni de ‘La vida de Adèle’… Menos mal que nos quedó ‘La gran belleza’. Bien por Fellini. Perdón, Sorrentino.
Al final, quedó la sensación de un nuevo tiempo. La idea de Cuarón, decíamos, es ofrecer al espectador unas reglas nuevas con las que entender un lugar nunca visitado, raro, incompresible; un sitio en el que no valen ni una sola de las herramientas que estructuran y arman la mirada. La de McQueen es enfrentarse a la historia más triste sin sentimentalismos, hundiendo la capacidad del cine en lo más profundo de la carne. La cámara como herida, como herramienta de conocimiento. Una edición, pese al sopor de todo, sin duda diferente.