Zen para los laicos – Thich Nhat Hanh

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(Las claves del Zen, Thich Nhat Hanh / Neo Person Ediciones 1998)

El zen no sólo es patrimonio de los monjes. Todo el mundo puede estudiarlo y practicarlo. No pocos laicos han sido reconocidos como ilustres maestros zen, y han merecido el respeto del propio clero.

Los laicos se relacionan con los monasterios por el sostenimiento material que les aportan (a veces ocurre que el trabajo de los monjes es insuficiente para asegurar la subsistencia del monasterio), por su participación en la construcción de los templos y de los santuarios, y por sus actividades culturales, por ejemplo la impresión y difusión de los sutras y de las obras escritas por los monjes. Algunos monasterios organizan cada mes el bat quan tuai gioi para laicos que quieren vivir durante veinticuatro o cuarenta y ocho horas en el monasterio, exactamente como los monjes. Se reservan plazas para esos at quan tuai gioi, durante los cuales practican el zen bajo la dirección de los monjes.

Por medio de esos laicos próximos a los monjes, la esencia del zen penetra en la vida social. 

La imagen de la persona iluminada es la de alguien libre que posee fuerza espiritual y no es juguete de las vicisitudes.  El zen es una tradición viva que puede ayudar a formar gentes sobrias, sanas, equilibradas, estables. 

El hombre de nuestro tiempo se ve arrastrado por el engranaje de la producción y el consumo, hasta tal punto que va llegando a ser una parte de esa máquina, y pierde su autodominio. La vida cotidiana dispersa nuestro espíritu, devora nuestro tiempo. Por eso no tenemos ocasión de tomar conciencia de nosotros mismos y de regresar a nuestro yo profundo.

Habituados a estar “ocupados” constantemente, si esas ocupaciones nos llegan a faltar, nos encontramos vacíos y desamparados. Entonces rechazamos la confrontación con nosotros mismos y vamos a buscar amigos, a mezclarnos con la muchedumbre, a oír la radio, a ver la televisión, para borrar esa impresión de vacío.

La vida actual, excesivamente trepidante, nos hace fácilmente irritables. Las emociones nos agitan no pocas veces cada día, nos dominan, nos poseen. Influyen considerablemente en nuestras decisiones. Y si nosotros ya no somos nosotros, ¿cómo podremos decir que somos los que vivimos y decidimos nuestra vida?

La vida de nuestros días está organizada según la “razón”. Participamos en ella como sólo una mitad de nuestro ser: nuestro intelecto, nuestro manovijnana. La otra mitad, más profunda e importante, es el inconsciente, el asiento fundamental en el que se hunden las raíces de nuestro ser.

Esta parte es alaya; no puede ser analizada por la razón .

La persona de hoy abraza la razón, confía en la racionalidad. Está desarraigada de la base de su propio ser. De ahí el fenómeno de alienación que padece: el ser humano pierde poco a poco su humanidad y llega a ser cada vez más mecánico.

 

Thich Nhat Hanh

 

Thich Nhat Hanh nació en el Vietnam central en 1926 con el nombre de Nguyen Xuan Bao. A la edad de 16 años ingresó en el monasterio zen de Tu-Hieu, cerca de Hue, donde su principal maestro fue Chan Thanh Quy Tiet. Se sometió a una sólida formación de la escuela Zen y del budismo Mahayana recibiendo la ordenación completa en 1949.

En la actualidad es reconocido como el Abad de ese mismo templo de Tu-Hieu, como anciano de la 8ª generación en la linea de transmisión del linaje Quan-Lieu y en la 42ª generación del linaje Lin-Tsi (Rinzai).

Thay (“maestro” en vietnamita) ha combinado su conocimiento profundo de una variedad de métodos tradicionales de enseñanza con los métodos e ideas de la psicología occidental para formar su acercamiento a la práctica del zen moderno, por ello se ha convertido en una influencia muy importante en el desarrollo del budismo para occidentales.

Poeta, activista por la paz y los derechos humanos, ha tenido una vida extraordinaria. La guerra de Vietnam enfrentó a los monasterios a la difícil cuestión de decidir si llevar una vida contemplativa y dedicarse solo a la meditación en los monasterios o ayudar a sus conciudadanos que sufrían bajo los ataques de las bombas y la devastación de la guerra. Thay fue uno de los que decidió hacer ambas cosas, ayudando a fundar el movimiento del “Budismo comprometido”. Ha dedicado su vida, desde entonces, al trabajo de la transformación personal para el beneficio de los individuos y la sociedad.

Tras visitar los Estados Unidos en 1966 en misión de paz, se le prohibió su vuelta a Vietnam. 

En 1982 fundó Plum Village, una comunidad Budista en el exilio, en Francia, donde continua su trabajo de ayuda a los refugiados, los llamados “boat people”, “gente de los barcos”, prisioneros políticos, y familias pobres de Vietnam y de todo el mundo. También ha recibido un merecido reconocimiento por su trabajo por los Veteranos de Vietnam, por sus retiros de meditación y su prolífica obra literaria sobre meditación, plena consciencia y paz.

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