El Génesis nos dice: “Y Dios dijo, Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza“. Lo curioso es que Dios habla en plural. Para aún enfatizar más este uso del plural, el mismo Génesis añade: “Y los hombres se multiplicaron en la faz de la tierra, y les nacieron hijas, y los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran bonitas; y las tomaron como esposas“.. ¿De dónde vienen estos misteriosos “hijos de Dios“? Pero el Génesis aún insiste más en este concepto de “hijos de Dios“: “Había gigantes en la tierra en esos días; y también después de esto, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres, y tuvieron hijos“. De nuevo tenemos a estos “hijos de Dios” relacionándose con seres humanos. Aquí, también, tenemos la primera mención a los gigantes. Los “gigantes” siguen apareciendo por todas partes del globo, desde las distintas mitologías hasta las gigantescas ruinas de Tiahuanaco. Los gigantes figuran en casi todos los libros antiguos. De ello podemos deducir que deben de haber existido. Pero. ¿quiénes fueron estos gigantes? ¿fueron ellos quienes construyeron los gigantes edificios y monolitos? ¿fueron viajeros del espacio que venían de otros planetas? Una cosa es segura, la Biblia habla de gigantes y los describe como “hijos de Dios“. Y estos “hijos de Dios” se relacionan con las hijas de los hombres y se multiplican. De hecho, si nuestros viajeros espaciales encontrasen pueblos primitivos en algún planeta, a ellos también les parecerían “hijos del cielo” o “dioses“. Después del Diluvio Universal, una raza de guerreros semidivinos habitó las tierras del Levante. Eran llamados los Refaítas o Rephaim y se dedicaron a la defensa de las tierras occidentales y de las supuestas instalaciones espaciales anunnakis durante los inicios del tercer milenio antes de Cristo. En este tiempo debieron su lealtad a los reyes de Mesopotamia, especialmente a Nannar-Sin, que era el legítimo dios de estas tierras. Según “El Haggadah”, libro rabínico basado en la narrativa de los pasajes bíblicos: “Los descendientes de la alianza entre los ángeles y las mujeres Cananitas fueron los Gigantes, conocidos por su fuerza y su maldad. Ellos tienen muchos nombres; algunas veces conocidos como Rephaim“. Por Levante se describe el Mediterráneo Oriental en general, pero puede ser utilizado como un término geográfico que denota una gran área en el Asia occidental formada por las tierras que bordean las costas orientales del Mediterráneo, más o menos limitada al norte por la Montañas Tauro, al sur por el desierto de Arabia, y al oeste por el Mar Mediterráneo, mientras que al este se extiende hacia los montes Zagros. El Levante incluye actualmente Líbano, Siria, Jordania, Israel y los Territorios Palestinos y es equivalente a la zona histórica llamada Gran Siria. También, a veces, se incluyen Chipre, Sinaí e Irak.
En la mitología mesopotámica, Sin, Zuen o Nannar es el dios masculino de la Luna. Sin era su nombre en acadio y los sumerios lo conocían como Nannar. Es representado como un anciano con cuernos y barba, aunque principalmente con el símbolo de un creciente lunar. Su padre era Enlil y su número mágico era el 30. Para los Hititas, Nannar/Sin era conocido como El, que era la cabeza de su panteón, y cuyos otros miembros prominentes eran su esposa Asherah (Ningal) y sus hijos Baal (Utu/Shamash) y Anat (Inanna/Ishtar). La palabra El también existe en hebreo dónde significa “dios”, viniendo del Acadio “ilu”. Aparece en la Biblia y en algunos de los casos, esta palabra, en una Biblia supuestamente monoteísta, realmente pudiera referirse al dios anunnaki Nannar/Sin. La historia registra que un hijo del alto sacerdote de Sin/El, en su ciudad de Harran, bajó a la península árabe para comenzar allí un culto a su dios. Y se dice que probablemente fue entonces que el nombre de El podría haberse convertido en el Dios de los musulmanes. Cuando sus ciudades en Transjordania y en otras partes fueron destruidas por los reyes del Este que las invadieron durante el siglo XXI a.C., los Refaítas abandonaron su lealtad a la legítima autoridad y se convirtieron en una fuerza guerrera independiente en las tierras occidentales. Entonces se convirtieron en una fuerza formidable e incontrolable que dominó estas tierras durante mil años. Fueron los Refaítas los que construyeron formidables fortificaciones, cuyas ruinas se encuentran en todas en el Levante, desde Egipto hasta Anatolia. Sus descendientes, llamados los Hiksos, ocuparon Egipto por más de cuatrocientos años y, bajo el nombre bíblico de Amalecitas, impidieron que las tribus hebreas, bajo el mando de Moisés, entraran en las tierras de Canaán. El Dr. Immanuel Velikovsky compara los Hiksos con los Amalecitas e indica que los Hiksos eran la misma gente que los caldeos o asirio-babilonios, ya que todos ellos vinieron de Mesopotamia. Immanuel Velikovsky fue un médico y psicoanalista ruso, autor de varias obras especulativas, entre las que destaca “Mundos en colisión”, publicada en 1950, donde propone que en tiempos antiguos la Tierra ha estado a punto de colisionar con otros planetas del sistema solar, tales como Venus y Marte. Velikovsky escribió otras obras controvertidas, tales como “Siglos Caóticos“, donde revisa y propone una nueva cronología referente a culturas ancestrales como Egipto, Grecia, e Israel, entre otras, y propone una reconciliación del Antiguo Testamento con hechos de otras culturas escritos en documentos antiguos.
Bajo diversos nombres, tales como Enacitas y Filisteos, controlaron las tierras de las tribus hebreas durante un período conocido como el de Los Jueces. Como fuerza política y militar, los esfuerzos combinados de los reyes judíos Saúl y David finalmente los destruyeron. La historia de los Refaítas está relacionada con el destino de los hebreos desde los días de Abraham hasta los de Salomón. Velikovsky también sincroniza el principio de la XVIII Dinastía egipcia con el período de Saúl y David, en que la reina Hatshepsut se convirtió en la reina de Sheba; las tierras de Punt, en las tierras de Israel. Asimismo, el gigante Goliat era un filisteo y aparentemente un Refaíta. Goliat fue un soldado gigante de la ciudad de Gat y formaba parte del ejército filisteo. David le dio muerte, tal como se menciona en el Antiguo Testamento, en el Primer libro de Samuel. Goliat era extraordinariamente alto y corpulento, pues medía seis codos y un palmo (unos 2,9 metros). Su cota de malla de cobre pesaba 57 Kg. y la hoja de hierro de su lanza, 6,8 Kg. Era uno de los Refaím, y puede que haya sido un soldado mercenario del ejército filisteo. No mucho tiempo después que Samuel ungió a David, y una vez que el espíritu de Dios había dejado al Rey Saúl, los filisteos se reunieron para guerrear contra Israel en Socoh y acamparon en Efes-Damim. Cuando las líneas de batalla de los filisteos y el ejército de Saúl se encontraron de frente a cada lado del valle, el gigantesco guerrero Goliat salió del campamento filisteo y en voz alta desafió a Israel para que presentara a un hombre que luchase con él en un combate cuerpo a cuerpo, cuyo resultado determinaría qué ejército llegaría a ser siervo del otro. Durante cuarenta días, Goliat desafió al aterrorizado ejército de Israel cada mañana y cada atardecer. No obstante, ningún soldado israelita tuvo suficiente valor como para aceptar semejante reto. Al desafiar a los ejércitos de Jehová, Goliat abre un nuevo capítulo en la historia de Israel. Un pastor llamado David, de la tribu de Judá, en quien estaba el espíritu de Dios, le hizo frente. Goliat, precedido por su escudero, avanzó, invocando por sus dioses el mal contra David. A esto, David respondió: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Dios de los ejércitos, el Dios de las líneas de batalla de Israel, a quien tú has desafiado con escarnio”. Cuando David le lanzó una piedra con su honda, esta se le hundió en la frente y Goliat cayó a tierra. Acto seguido, David se plantó sobre Goliat y con la espada del gigante le cortó la cabeza. A esto siguió una notable derrota y una gran matanza de filisteos. “Entonces David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, y puso las armas de él en su tienda”. Aunque es verdad que David no tomó la fortaleza de Sión sino hasta un tiempo posterior, la ciudad de Jerusalén había sido habitada desde hacía tiempo por israelitas y jebuseos. Parece ser que más adelante David dejó la espada de Goliat en el santuario, como lo indica el que se la diera el sacerdote Abimélec cuando huía de Saúl.
En el Éxodo Moisés relata las instrucciones exactas que Dios le dio para crear el Arca de la Alianza. Las instrucciones pretendían que todo se hiciera exactamente como Dios quería. Le advirtió varias veces a Moisés que no cometiera ningún error: “Y asegúrate que lo hagas según el patrón que te fue mostrado en la montaña“. Dios también le dice a Moisés que le hablaría desde el asiento de la clemencia. Nadie, le dijo a Moisés, debería acercarse al Arca de la Alianza, y le dio precisas instrucciones acerca de la vestimenta a ser usada y del calzado apropiado al transportarla. A pesar de todo este cuidado, hubo un descuido. David hizo mover el Arca de la Alianza, y Uzzah ayudó a guiar la carreta sobre la que estaba. Cuando pasó un rebaño y sacudió y puso en peligro que el Arca se cayera, Uzzah la agarró. Entonces cayó muerto en el lugar, como golpeado por un rayo. Parece ser que el Arca estaba cargada con algún tipo de electricidad. Si reconstruimos el Arca hoy en día de acuerdo a las instrucciones recibidas por Moisés, se produciría un tipo de generador de varios cientos de voltios. El borde y la corona dorada podrían haber servido para cargar el condensador, que estaba formado por placas de oro y un conductor positivo y uno negativo. Si, además, uno o los dos querubines del asiento de la clemencia actuaran como un magneto, podría establecerse algún tipo de comunicaciones entre Moisés y una supuesta nave. Los detalles de la construcción del Arca de la Alianzapueden ser leídos enteramente en la Biblia. El Arca estaba usualmente rodeada de chispas brillantes y Moisés usó este “transmisor” cuando necesitaba ayuda y consejo. Moisés oía la voz de su Señor, pero nunca lo vio cara a cara. Cuando le pidió una vez que se mostrara a él en una ocasión, su Dios contestó: “Tú no puedes ver mi cara, porque no hay ningún hombre que me pueda ver y vivir. Y el Señor dijo: Pero, hay un lugar a mi lado, y tú deberás pararte sobre una roca. Y sucederá que mientras mi gloria pasa a tu lado te cubriré con mi mano y después que pase retiraré mi mano y tú verás mi espalda, pero mi cara no debe ser vista“. Hay asombrosos parecidos en antiguos textos. En la quinta tablilla de la Épica de Gilgamesh, de origen sumerio y mucho más antiguo que la Biblia, encontramos prácticamente la misma sentencia: “Ningún mortal viene a la montaña donde moran los dioses. El que mira a los dioses a la cara debe morir“. En otros libros antiguos, que retroceden etapas en la historia de la humanidad, encontramos citas similares. Es curioso que los “dioses” no quisieran mostrarse cara a cara. En el Antiguo Testamento se hace referencia a la necesidad de privacidad de los “dioses”. Durante el Éxodo, la deidad vivía en una tienda y nunca fue vista por nadie. Y tampoco comía en público. Instrucciones específicas le fueron dadas a Moisés de cómo preparar el alimento, que era dejado en una parrilla cerca de las habitaciones de la deidad para su comida en privado. Estaba prohibido a los humanos el verlos. Y esta prohibición es llevada al extremo a lo largo de las Sagradas Escrituras. Se convirtió en un mandato de no hacer “una imagen tallada” parecida a una deidad. De este modo al hombre no solo le fue prohibido verlos sino incluso ver una representación de dichas deidades. ¿Podría ser que su aspecto fuese tan extraño que tuvo que ser mantenido ignorado por el hombre? Si las deidades eran tan superiores y grandes como indican las Sagradas Escrituras, se entiende que se complacerían en permitir que el hombre las viese en su magnificencia
Se dice que Dios creó al hombre y quedó satisfecho con su trabajo. Sin embargo, después parece haberse arrepentido de su obra, porque el mismo creador decidió destruir a la humanidad. Es también difícil pensar en un dios infinitamente bueno que da preferencia a sus “hijos favoritos“, como la familia de Lot, sobre otros muchos, como en el caso de Sodoma y Gomorra. en el cielo haciendo un enorme ruido y provocando nubes de humo. Una de las más originales descripciones de esos incidentes nos viene contado por el profeta Ezequiel: “Entonces sucedió que en el trigésimo año, en el cuarto mes, en el quinto día del mes, estaba yo entre los cautivos al borde del río Cobar, que los cielos se abrieron. Y yo miré y un remolino vino desde el norte, una gran nube, y un fuego enroscándose en sí mismo, y una claridad había a su alrededor, y de su centro como del color del ámbar. También del medio vinieron cuatro criaturas vivientes. Y ésta era su apariencia: eran parecidos a los hombres. Y cada uno tenía cuatro caras, y cada uno tenía cuatro alas. Y sus pies eran derechos; y la base de sus pies era como la base de la pata de un ternero; y lanzaban chispas como del color de lustrosas brasas“. Ezequiel da detalles precisos del aterrizaje de este vehículo. Describe una nave que viene del norte, emitiendo rayos y brillando y levantando una gigantesca nube de arena del desierto. Peto si el Dios del antiguo testamento es omnipotente, ¿por qué tiene que venir de una dirección en particular? Ezequiel añade algo más: “Mientras estaba yo mirando los animales, apareció una rueda sobre la tierra, junto a cada uno de los animales; la cual tenía cuatro caras o frentes; y las ruedas y la materia de ellas era a la vista como del color del mar; y todas cuatro eran semejantes, y su forma y su estructura eran como de una rueda que está en medio de otra rueda. Caminaban constantemente por sus cuatro lados, y no se volvían cuando andaban. Asimismo las ruedas tenían tal circunferencia y altura, que causaba espanto el verlas; y toda la circunferencia de todas cuatro estaba llena de ojos por todas partes. Y caminando los animales, andaban igualmente también las ruedas junto a ellos; y cuando los animales se levantaban de la tierra, se levantaban también del mismo modo las ruedas con ellos“. Ezequiel dice que cada rueda estaba en el medio de otra. Ezequiel observó que las ruedas se elevaban del suelo simultáneamente con las criaturas aladas.
Entonces Ezequiel escucho lo siguiente: “Hijo del hombre, párate en tus pies y te hablaré“. Ezequiel oyó esta voz y ocultó su cara en el suelo con temor y temblando. La extraña aparición se dirigió a Ezequiel como “hijo del hombre” y diciendo que quería hablar con él. Y Ezequiel sigue: “… y escuché detrás de mí una voz diciendo, Bendita sea la gloria del Señor desde su lugar. Y escuché también el sonido de las alas de la criatura viviente que se tocaban, y el ruido de ruedas y de una gran prisa“. Además de su precisa descripción del vehículo, Ezequiel también notó el ruido que el vehículo hizo al dejar el suelo. Asimila el sonido de las alas y de las ruedas a “una gran prisa“. Seguramente esto sugiere un relato de un testigo ocular. Los “dioses” hablaron a Ezequiel y le dijeron que era su tarea restaurar la ley y el orden en el país. Lo llevaron con ellos en su vehículo y confirmaron que no habían aún abandonado el país. Esta experiencia deja una fuerte impresión en Ezequiel, quien nunca se cansa de describir este extraño vehículo. En tres ocasiones más dice que cada rueda estaba en el medio de otra rueda y que las cuatro ruedas podían ir “sobre sus cuatro lados y no giraban mientras marchaban“. Y quedó especialmente impresionado por el hecho de que el total del cuerpo del vehículo, la parte de atrás, las manos, las alas e incluso las ruedas, estaban “llenas de ojos“. Los “dioses” revelan el propósito y la meta de su viaje a Ezequiel más adelante cuando le dicen que están viviendo en el medio de una “casa rebelde” que tiene ojos pero no ve, orejas pero no oye. Una vez que fue educado. Ezequiel siguió las instrucciones de los “dioses“. Aquí se plantean varias preguntas. ¿Quién habló a Ezequiel? ¿Qué clase de seres eran? Evidentemente no eran “dioses” en el sentido tradicional de la palabra, ya que no hubieran necesitado un vehículo para moverse de un lugar a otro. Este tipo de locomoción parece totalmente incompatible con la idea de un Dios todopoderoso.
En 1843, Paul Émile Botta, arqueólogo francés, empieza sus excavaciones cerca de Kuyunjik y Korsabad. En 1845, Austen Henry Layard, arqueólogo británico, encuentra en las ruinas de Nemrod impresionantes relieves. En 1849 Layard encuentra en la colina de Kuyunjik el palacio de Senaquerib (704-681 a.C.), que hizo de Nínive su capital. En ese lugar encontraría una biblioteca con copias de documentos antiguos que proporcionaron abundante información sobre la historia de las ciudades de Mesopotamia. Nemrod, quien fue el primero en hacerse rey después del Diluvio, y a quien la Biblia identifica como un poderoso cazador, opuesto a Yahveh, es señalado como el verdadero gestor de la idea de llevar a cabo esta enorme empresa. Se encontró una heroica epopeya, grabada en doce tablillas de arcilla, pertenecían a la biblioteca de rey asirio Ashurbanipal. La epopeya fue escrita en acadio; pero más tarde se encontró una segunda copia de la época del Rey Hammurabi. Es un hecho que la versión original de la epopeya de Gilgamesh tiene su origen en los sumerios, ese pueblo misterioso cuyo origen no conocemos pero que dejaron asombrosos números de quince dígitos y una astronomía muy avanzada. También está claro que el hilo principal de la epopeya de Gilgamesh corre paralelo al libro bíblico del Génesis. La primera tablilla de arcilla de los hallazgos de Kuyunjik relata que el héroe Gilgamesh construyó una muralla alrededor de Uruk. Leemos que el “dios del cielo” vivió en una majestuosa casa que contenía graneros, y que los guardias se colocaban en la muralla. Leemos que Gilgamesh era una mezcla de “dios” y hombre. Exactamente dos tercios dios y un tercio hombre. Los peregrinos que llegaban a Uzuk lo miraban con temor, porque nunca habían visto algo parecido en belleza y fuerza. En otras palabras, el comienzo de la narrativa contiene nuevamente la idea de mezcla entre “dioses” y hombres. La segunda tablilla nos cuenta que otra figura, Enkidu, fue creado por la diosa del cielo, Aruru. Erkidu es descripto con gran detalle. Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo; usaba pieles, comía pasto de los campos y bebía en las mismas aguadas que los rebaños. También retozaba en las cataratas. Cuando Gilgamesh, el rey de la ciudad de Uruk, oyó sobre esta poco atractiva criatura, sugirió que le dieran una hermosa mujer para que se separara de los rebaños. Enkidu, inocente personaje, cayó en el truco del rey y pasó seis días y seis noches con una beldad semi-divina. La tercer tablilla habla de una nube de tierra que vino de la distancia. Los cielos rugieron, la tierra se estremeció y finalmente el “dios sol” salió y tomó a Enkidu con poderosas alas y garras. Leemos con asombro que cayó como plomo en el cuerpo de Enkidu y que su peso le pareció como el de una roca.
La quinta tablilla narra cómo Gilgamesh y Enkidu salieron juntos a visitar la morada de los “dioses“. La torre en que vivían los “dioses” podía ser vista centelleando a la distancia. Las flechas (o misiles) que los viajeros enviaron a los guardias rebotaron sin hacerles daño. Y cuando llegaron al recinto de los “dioses” una voz les dijo:” ¡Dénse la vuelta! Ningún mortal viene a la montaña sagrada donde los dioses habitan; el que mira a los dioses a la cara debe morir“. Es curiosa la similitud con el texto del Éxodo: “No puedes ver mi cara, porque ningún hombre podrá verme y vivir“. En la séptima tablilla encontramos el primer relato de un viaje espacial, hecho por Enkidu. Voló por cuatro horas agarrado en los talones de bronce de un águila. Así es como la historia lo relata, literalmente: “Me dijo: ‘Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como una montaña y el mar era como un lago. Y nuevamente voló por cuatro horas y me dijo: ”Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como un jardín y el mar era como la cañada de un jardinero. Y voló más arriba aún otras cuatro horas y dijo: ”Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como migas y el mar era como un canal de agua“. Enkidu debe haber visto la tierra desde una gran altura. La descripción es demasiado acertada para ser el producto de simple imaginación. Porque la tierra realmente se ve como un rompecabezas de migas y canales de agua desde una gran altura. Cuando la misma tablilla nos cuenta que una puerta habló como una persona viviente, sin duda identificamos el fenómeno con algún tipo de micrófono. Y en la octava tablilla el mismo Enkidu, que debe haber visto la tierra desde una considerable altura, muere de una enfermedad misteriosa, tan misteriosa que Gilgamesh pregunta si no se le habrá transmitido por el aliento venenoso de un pecho celestial. Pero es curioso que Gilgamesh piense que el aliento venenosos de un pecho celestial podía causar una enfermedad incurable y fatal. La novena tablilla describe cómo Gilgamesh llora la muerte de su amigo Enkidu y decide emprender un largo viaje hasta los dioses, porque está obsesionado con la idea de que puede morir de la misma enfermedad que Enkidu. La narrativa dice que Gilgamesh llegó a dos montañas que sostenían los cielos y que estas dos montañas enmarcaban el portón del sol. En el portón del sol encontró dos gigantes, y después de una larga discusión lo dejaron pasar, porque él mismo era dos tercios de dios. Finalmente Gilgamesh encontró el jardín de los dioses, más allá del cual se extendía el mar sin fin. Mientras Gilgamesh estaba en camino, los dioses le advirtieron dos veces: “Gilgamesh, ¿por qué te apuras? No encontrarás la vida que buscas. Cuando los dioses crearon al hombre, lo destinaron a la muerte, pero retuvieron la vida para ellos“. Gilgamesh no escuchó advertencias.
Quería llegar hasta Utnapishtim, el padre de los hombres y el equivalente del bíblico Noé, sin importar los peligros. Pero Utnaposhtim vivía en el lado opuesto del gran mar; y ningún camino llevaba a él. Asimismo ningún barco navegaba por allí, excepto el del dios sol. Sorteando todo tipo de peligros, Gilgamesh cruzó el mar. Y sigue su encuentro con Utnapishtim, que es descrito en la decimoprimera tablilla. Gilgamesh encontró la figura del padre de los hombres ni más grande ni más ancha que la suya, y dijo que se parecían como padre e hijo. Entonces Utnapishtim le cuenta a Gilgamesh sobre su pasado, extrañamente en primera persona. Para nuestra sorpresa, tenemos una descripción detallada del diluvio. Recuerda que los “dioses” le avisaron del diluvio que vendría y le dieron la tarea de construir un arca en la que albergar mujeres y niños, sus parientes, y artesanos de todo tipo. La descripción de la violenta tormenta, la oscuridad, la marea creciente, y la desesperación de la gente que no pudo llevar con él, tiene una tremenda fuerza narrativa. También escuchamos, tal como el cuento de Noé en la Biblia, la historia del cuervo y la paloma que fueron liberados y cómo finalmente las aguas descendieron y el barco encalló en una montaña. El paralelismo entre la historia del Diluvio en la epopeya de Gilgamesh y en la Biblia es evidente. Si la historia del Diluvio de la Biblia procede de otras fuentes, la forma en primera persona de la narrativa de Utnapishtim mostraría que un sobreviviente habla en la epopeya de Gilgamesh. Ha sido claramente probado que un diluvio catastrófico tuvo lugar en el antiguo Próximo Oriente hace unos miles de años. Los textos cuneiformes de la antigua Babilonia indican en forma precisa dónde deben estar los restos del barco. En la ladera sur del Monte Ararat los investigadores encontraron tres piezas de madera que posiblemente indican el lugar donde el arca encalló. Pero las posibilidades de encontrar los restos de un barco, construido principalmente de madera, que sobreviviese a una inundación hace más de 6.000 años, son muy remotas. Tal vez la epopeya de Gilgamesh no se haya originado en el Próximo Oriente sino en la región de Tiahuanaco. Es posible que los descendientes de Gilgamesh vinieran de Sud América o la Atlántida y trajeran la epopeya con ellos. Ello explicaría la mención a la Puerta del Sol, la travesía por el mar, y al mismo tiempo la aparición repentina de los sumerios, porque, como es bien sabido, todas las civilizaciones y culturas de la región de Babilonia, que vino después, tienen su origen en los sumerios. Sin duda, la avanzada cultura egipcia de los faraones poseía bibliotecas en las que fueron guardados y enseñados viejos secretos. Moisés se crió en la corte egipcia y ciertamente tuvo acceso a su gran biblioteca. Se piensa que Moisés escribió cinco de sus libros él mismo, aunque es todavía un enigma en qué idioma los pudo escribir. Si trabajamos en la hipótesis de que la epopeya de Gilgamesh de los sumerios llegó a Egipto vía los asirios y babilonios, y que el joven Moisés la encontró allí y la adaptó para sus propios fines, entonces la historia sumeria del Diluvio y no la de la Biblia, sería la genuina.
Asimismo, en el Génesis tenemos relatos muy curiosos sobre las catástrofes provocadas en Sodoma y Gomorra. Según el escritor e investigador Zecharia Sitchin, el Día del Juicio Final llegó en el año vigésimo cuarto, probablemente del siglo XX antes de Jesucristo. cuando Abraham, que estaba acampado cerca de Hebrón, tenía 99 años de edad. «Y el Señor se le apareció en la arboleda de terebintos de Mambré, cuando estaba sentado a la entrada de la tienda, al calor del día. Y levantó lo ojos y miró, y vio -tres hombres estaban parados ante él; y, en cuanto los vio, corrió desde la entrada de la tienda hacia ellos, y se postró en tierra». Desde la típica escena del potentado de Oriente Próximo descansando a la sombra de su tienda, el narrador bíblico del Génesis hace que Abraham levante la mirada y lo sumerge en un repentino encuentro con los seres divinos. Aunque Abraham estaba en la puerta de su tienda, no vio a los tres que se aproximaban. De repente, estaban «parados ante él». Y, aunque eran «hombres», reconoció su verdadera identidad de inmediato y se postró ante ellos, llamándoles «mis señores» y pidiéndoles que no «paséis de largo cerca de vuestro servidor» sin darle la ocasión de prepararles una suntuosa comida. Anochecía cuando los divinos visitantes terminaron de comer y descansar, y su jefe, preguntándole por Sara, le dijo a Abraham: «Volveré a ti por estas fechas el próximo año; para entonces, Sara, tu mujer, tendrá un hijo». La promesa de un heredero legítimo para Abraham y Sara en su ancianidad no era la única razón para que se dejaran caer por donde se encontraba Abraham. Había otra razón más siniestra: “Y los hombres se levantaron de allí para ir a inspeccionar Sodoma. Y Abraham fue con ellos para despedirles, y el Señor dijo: ¿Acaso voy a ocultarle a Abraham lo que estoy haciendo?“. El Señor, tras recordar los servicios prestados por Abraham y el futuro prometido, le desveló el verdadero objetivo del viaje divino: verificar las acusaciones contra Sodoma y Gomorra. «Las protestas por Sodoma y Gomorra son grandes, y son graves las acusaciones contra ellas», y el Señor dijo que había decidido «bajar y comprobar; si todo es como las protestas que me han llegado, las destruiré por completo; y si no, he de saberlo». La subsiguiente destrucción de Sodoma y Gomorra se ha convertido en uno de los episodios bíblicos del que más se ha hablado. Los ortodoxos y los fundamentalistas nunca dudaron de que el Señor Dios vertió literalmente fuego y azufre desde los cielos para borrar de la faz de la Tierra a estas ciudades pecadoras, mientras que los expertos, más sofisticados, han estado buscando tenazmente unas explicaciones «naturales» del relato bíblico, tales como un terremoto, una erupción volcánica u otros fenómenos naturales que se pudieran interpretar como un acto de Dios, el correspondiente castigo al pecado.
Pero, en lo que concierne al relato bíblico que, hasta ahora, es la única fuente de interpretaciones, el acontecimiento no fue, desde luego, una calamidad natural. Se describe como un acontecimiento premeditado. El Señor le desvela a Abraham, con antelación, lo que está a punto de suceder y por qué. Es una acontecimiento evitable, no una calamidad provocada por fuerzas naturales irreversibles. La calamidad tendrá lugar sólo si las «protestas» contra Sodoma y Gomorra se confirman. Y también era un acontecimiento que podía posponerse. Un acontecimiento cuya ocurrencia podía darse antes o después, a voluntad. Al percatarse de que la calamidad era evitable, Abraham empleó una táctica argumental: «Quizás haya cincuenta Justos en la ciudad», le dijo al Señor. «¿Vas a destruir el lugar y no lo vas a perdonar por los cincuenta Justos que hubiere dentro?». Y, rápidamente, añadió: «¡Tú no puedes hacer tal cosa, matar al justo con el malvado! ¡No puedes! ¡El Juez de Toda la Tierra no puede dejar de hacer justicia!». Era todo un sermón a su propia Deidad. Y la súplica era para evitar la premeditada y evitable destrucción, si hubiera cincuenta Justos en la ciudad. Pero, en cuanto el Señor accedió a perdonar la ciudad en el caso de que hubiera esas cincuenta personas, Abraham se preguntó en voz alta si el Señor llevaría a cabo su destrucción si tan solo le faltaran cinco para ese número. Y cuando el Señor accedió a perdonar a la ciudad sólo con que hubiera cuarenta y cinco Justos, Abraham continuó rebajando el número a cuarenta, y luego a treinta, a veinte, a diez. «Y el Señor dijo: ‘No la destruiré si hubiera diez’; y partió en cuanto dejó de hablar con Abraham, y Abraham volvió a su sitio». Al atardecer, los dos compañeros del Señor, a los que la narración bíblica se refiere como Mal’akhim, traducido como «ángeles», pero que realmente significa «emisarios», llegaron a Sodoma con la intención de comprobar las acusaciones contra la ciudad y dar cuenta de sus descubrimientos al Señor. Lot, que estaba sentado a las puertas de la ciudad, reconoció al instante, al igual que hiciera Abraham antes, la naturaleza divina de los dos visitantes, quizás por su atuendo o sus armas, quizás por el modo en que llegaron (tal vez por el aire). Ahora le tocaba a Lot insistir en su hospitalidad, y los dos emisarios aceptaron la invitación de pasar la noche en su casa; pero no iba a ser una noche tranquila, pues la noticia de la llegada de los extraños agitó a toda la ciudad. «No bien se habían acostado, la gente de Sodoma rodeó la casa; jóvenes y viejos, toda la población, de cada barrio; y llamaron a Lot y le dijeron: ‘¿Dónde están los hombres que vinieron contigo anoche? Tráelos para que los conozcamos’». Y cuando Lot se negó a complacerles, la turba intentó entrar por la fuerza en su casa; pero los dos Mal’akhim «hirieron a la gente que estaba en la entrada de la casa cegándolos, tanto a jóvenes como a viejos; y se cansaron intentando encontrar la entrada». Los dos emisarios ya no precisaban de más indagaciones, al percatarse de que, de toda la gente de la ciudad, sólo Lot era «justo». El destino de la ciudad estaba firmado. «Y le dijeron a Lot: ‘¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tu yerno, a tus hijos e hijas, y a cualquier otro pariente que tengas en la ciudad, pues la vamos a destruir». Lot se apresuró para llevar la noticia a sus yernos, pero se encontró tan solo con la incredulidad y la risa.
De modo que, al alba, los emisarios apremiaron a Lot para que escapara sin demora, tomando con él sólo a su mujer y a sus dos hijas solteras. “Pero Lot remoloneaba; de manera que los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas. pues la misericordia de Yahveh estaba sobre él, y les sacaron fuera, y les pusieron fuera de la ciudad“. Tras llevarse literalmente en volandas a los cuatro y dejarlos fuera de la ciudad, los emisarios le insistieron a Lot para que huyera a las montañas: «¡Escapa, por vida tuya! No mires atrás, ni te pares en ningún sitio en la llanura», fueron las instrucciones; «escapa a las montañas, o perecerás». Pero Lot, temiendo no llegar a tiempo a las montañas y «ser alcanzado por el Mal y morir», les hizo una propuesta: “¿Podría retrasarse la destrucción de Sodoma hasta haber llegado a la ciudad de Soar, la que más lejos estaba de Sodoma?“. Y, tras aceptar, uno de los emisarios le urgió a que se apresuraran en llegar allí: «De acuerdo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no llegues a esa ciudad». Así pues, la catástrofe no sólo era predecible y evitable, sino que también se podía posponer; y se podía destruir varias ciudades en diferentes ocasiones. Ninguna catástrofe natural podría haber reunido todas estas características: “El sol se elevaba sobre la Tierra cuando Lot llegó a Soar; y el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra, desde los cielos,azufre y fuego de parte de Yahveh. Y Él destruyó aquellas ciudades y toda la llanura, y a todos los habitantes de las ciudades y toda vegetación que crece del suelo“. Las ciudades, la gente, la vegetación, todo resultó «arrasado» por el arma de los dioses. El calor y el fuego lo chamuscaron todo a su paso; la radiación afectó a las personas incluso en la distancia. La esposa de Lot, ignorando las advertencias de no detenerse y mirar atrás en su huida de Sodoma, se convirtió en un «pilar de vapor». El «Mal» que Lot temía había caído sobre ella. La traducción tradicional y literal del término hebreo Netsiv melah ha sido «pilar de sal», y en la Edad Media se llegó a escribir mucho para explicar el proceso por el cual una persona se podía transformar en sal cristalina. Sin embargo, si, como cree Sitchin, la lengua madre de Abraham y Lot era el sumerio, y el acontecimiento se registró no en una lengua semita, sino en sumerio, entonces se nos plantea la posibilidad de una explicación completamente diferente y más plausible acerca de lo que le ocurrió a la mujer de Lot.
En un estudio presentado ante la American Oriental Society en 1918, y en el subsiguiente artículo de Beitráge zur Assyriologie. Paul Haupt demostró concluyentemente que el término sumerio NIMUR significaba tanto sal como vapor, debido al hecho de que las primitivas salinas de Sumer eran ciénagas cercanas al Golfo Pérsico. El narrador hebreo bíblico malinterpretó probablemente el término sumerio debido a que el Mar Muerto recibe el nombre en hebreo de El Mar de Sal, y escribió «pilar de sal» cuando, de hecho, la mujer de Lot se convirtió en un «pilar de vapor». En relación con esto, conviene hacer notar que, en los textos ugaríticos, como por ejemplo en el relato cananeo de Aqhat, con sus muchas similitudes con el relato de Abraham, se describe la muerte de un ser humano a manos de un dios como el «escape de su alma como vapor, como humo por las ventanas de la nariz». Y, de hecho, en la Epopeya de Erra, que según se cree es el registro sumerio de una destrucción nuclear, se describe la muerte de las personas a manos del dios así: “Haré desvanecerse a las personas, sus almas se convertirán en vapor“. La desgracia de la mujer de Lot fue la de encontrarse entre aquéllos que se «convirtieron en vapor». Una a una, las ciudades «que indignaron al Señor» fueron arrasadas, y en cada ocasión, se le permitió escapar a Lot: “Pues cuando los dioses devastaron las ciudades de la llanura, los dioses se acordaron de Abraham, y enviaron a Lot lejos de las ciudades de la devastación“. Y, tal como se le había dicho, Lot fue «a vivir a la montaña y moró en una cueva, él y sus dos hijas con él». Después de presenciar la ígnea destrucción de toda vida en la llanura del Jordán, y la invisible mano de la muerte que vaporizó a su madre, ¿qué iban a pensar Lot y sus hijas? Pensaron, según se nos dice en la Biblia, que habían presenciado el fin de la humanidad en la Tierra, que ellos tres eran los únicos supervivientes de la especie humana; y de ahí que, la única forma de preservar a la humanidad, consistiera en cometer incesto y que las hijas concibieran hijos de su propio padre. «Y la mayor le dijo a la menor: ‘Nuestro padre es viejo, y no hay ningún hombre en la Tierra que se una a nosotras a la manera de todos en la Tierra; ven, hagamos que nuestro padre beba vino, y luego yaceremos con él, para que así podamos preservar la simiente de la vida de nuestro padre’». Y, de este modo, ambas se quedaron embarazadas y tuvieron hijos. La noche anterior al holocausto debió de ser una noche de insomnio para Abraham, preguntándose si encontrarían suficientes Justos en Sodoma como para que las ciudades fueran perdonadas, preguntándose acerca del destino de Lot y de su familia. «Y Abraham se levanto temprano y fue al lugar en donde había estado en presencia de Yahveh, y miró en dirección a Sodoma y Gomorra, y la región de la llanura; y vio el humo elevarse de la tierra, como de una fogata». Abraham estaba presenciando una «Hiroshima» y una «Nagasaki» -la destrucción de una llanura fértil y poblada por medio de bombas atómicas. Era el año 2024 a. C.
¿Dónde se encuentran las ruinas de Sodoma y Gomorra en la actualidad? Los antiguos geógrafos griegos y romanos decían que el otrora fértil valle de las cinco ciudades se inundó con posterioridad a la catástrofe. Los expertos modernos creen que la «devastación» de la que se habla en la Biblia provocó una brecha en la costa meridional del Mar Muerto, con lo que las aguas sumergieron las regiones bajas del sur. La porción restante de lo que una vez fue la costa sur se convirtió en un accidente geográfico al que los lugareños llamaron figurativamente el-Lissan («La Lengua»), y el otrora poblado valle de las cinco ciudades se convirtió en la nueva zona sur del Mar Muerto, que aún lleva el apodo local de «Mar de Lot». Mientras tanto, en el norte, el desplazamiento de las aguas hacia el sur hizo que la línea costera retrocediera. Los antiguos informes han recibido confirmación en tiempos modernos a través de diversas investigaciones, comenzando por una exhaustiva exploración de la zona en los años veinte a cargo de una misión científica patrocinada por el Instituto Bíblico Pontificio del VaticanoImportantes arqueólogos, como W. F. Albright y P. Harland, descubrieron que las poblaciones de las montañas de alrededor de la región se abandonaron repentinamente en el siglo XXI a.C, y no se volvieron a poblar hasta varios siglos más tarde. Y hasta el día de hoy, las aguas de los manantiales de los alrededores del Mar Muerto están contaminadas de radiactividad, «suficiente para producir esterilidad y otras afecciones, tanto en animales como en personas que las absorban durante unos cuantos años». La nube de la muerte, elevándose en los cielos de las ciudades de la llanura, no sólo aterrorizó a Lot y a sus hijas, sino también a Abraham, que no se sintió seguro ni en las montañas de Hebrón, a unos ochenta kilómetros de distancia. En la Biblia se nos dice que levantó su campamento y se trasladó bastante más al oeste, para residir en Guerar. Por otra parte, ya nunca más se aventuraría a entrar en el Sinaí. Años más tarde, incluso, cuando el hijo de Abraham, Isaac, quiso ir a Egipto debido a una hambruna en Canaán, «Yahveh se le apareció y le dijo: ‘No bajes a Egipto; vive en la tierra que te mostraré’». El paso a través de la península del Sinaí, por lo que parece, aún no era seguro. Pero, ¿por qué? Se cree que la destrucción de las ciudades de la llanura fue sólo una exhibición secundaria. Al mismo tiempo, también fue arrasado con armas nucleares el Espaciopuerto de los Dioses, en la península del Sinaí, dejando tras de sí una radiación mortal que persistió durante muchos años. El principal objetivo nuclear estaba en la península del Sinaí; pero la víctima real, a la postre, debido a la gran nube radioactiva, sería la mismo Sumer.
Desde los ángeles del Libro de Enoc y del Antiguo Testamento, pasando por los “mensajeros” del enigmático Yahveh , hasta los misteriosos Akpalus, que surgen en la raíz de la civilización sumerio-babilónica. Quizá cabe identificarlos con el dios-astronauta Nomo de la tribu de los Dogones, que se dice que procedía de un planeta de la estrella doble Sirio B. Con todos ellos, tenemos toda una serie de seres mitológicos que han influido en el devenir de la Humanidad. ¿Y qué cabría decir del panteón de los dioses helenos, esos dioses aparentemente tan humanos? El célebre astrónomo norteamericano Carl Sagan, junto con los autores franceses Louis Pauwells y Jacques Bergier, en su obra “El retorno de los brujos”, concordaron en afirmar que, posiblemente, “la civilización nació en Sumeria, gracias a la venida de misteriosos hombres-peces, llegados del espacio y que se instalaron en las profundidades del Golfo Pérsico. Estos visitantes extraterrestres serían llamados Akpalus y conocemos su existencia gracias a Beroso, sacerdote babilonio del siglo ÍV antes de Cristo”. La idea esencial del investigador ruso Matest M. Agrest, autor de En el rastro del descubrimiento: Enigmas del espacio exterior,: es que unos astronautas llegaron a nuestra Tierra y encontraron hombres en ella. Un acontecimiento tan fuera de lo corriente tenía forzosamente que dejar huellas en las leyendas y en los mitos. Estos seres, dotados a sus ojos de un poder sobrenatural, serían considerados por los primitivos como de naturaleza divina, y los mitos otorgarían un papel especial al cielo del que habían venido y al que habían vuelto aquellos visitantes enigmáticos. Los «visitantes celestes» pudieron enseñar a los humanos terrestres ciertas técnicas y rudimentos científicos. Los mitos y las leyendas nacidos antes de la aparición de la escritura poseen un gran valor histórico. Así, podemos actualmente reconstruir una gran parte de la historia antigua de los pueblos del África Negra, que no tenían escritura, valiéndonos del folklore, de las leyendas y de los mitos. El astrónomo norteamericano Carl Sagan explica que, en 1875, los indios del noroeste de América vieron desembarcar al explorador y navegante francés La Pérouse. Un siglo más tarde, el análisis de las leyendas inspiradas por aquel acontecimiento permiten reconstruir la llegada del navegante e incluso el aspecto de sus barcos. Agrest interpreta pasajes de la Biblia, y ve en la destrucción de Sodoma y Gomorra los efectos de una explosión nuclear, mientras que en la ascensión al cielo de Enoc, un secuestro de los extraterrestres. Desde “El retorno de los brujos” ha proliferado toda una literatura sobre este tema. «Que nosotros sepamos – declara el astrónomo ruso Iósif Samuílovich Shklovski -, no existe un solo monumento material de la pasada cultura en que podamos ver, fundamentalmente, una alusión a seres pensantes venidos del cosmos». Es posible, por ejemplo, que el famoso fresco sahariano de Tassili, que representa un «marciano» con escafandra, haya sido abusivamente utilizado como demostración. ¿Seremos visitados? ¿Ya hemos sido visitados? Lo cierto es que Sagan calcula que el número de civilizaciones técnicamente desarrolladas, existentes simultáneamente en nuestra galaxia, podría ser del orden de 106.
Es posible que todas las antiguas leyendas y mitos hayan sido compiladas en un solo lugar y más tarde se repartieran entre diferentes culturas. Los hallazgos recientes cerca del Mar Muerto, tales como los manuscritos de Qumran, proveen una asombrosa amplificación del Génesis bíblico. Nuevamente varios textos hasta hoy desconocidos mencionan carrozas celestiales, hijos de los cielos, ruedas, y el humo que emitían las apariciones voladoras. En el Apocalipsis de Moisés, Eva miró hacia el cielo y vio una carroza de luz que era conducida por cuatro águilas brillantes. Ningún ser terrestre podría describir su magnificencia, dice Moisés. Finalmente la carroza se dirigió hacia arriba, hacia Adán, y salió humo de entre las ruedas. Carrozas de luz, ruedas y humo se citan como apariciones en épocas tan antiguas como en la época de Adán y Eva. Un evento fantástico fue descifrado del manuscrito de Lamech. Como el manuscrito está preservado de manera fragmentaria, faltan párrafos enteros. Sin embargo, lo que resta es suficientemente asombroso como para ser contado. La tradición dice que un día Lamech, padre de Noé, llegó a su casa y fue sorprendido por un niño que, de acuerdo a su apariencia, era bastante distinto que los otros miembros de la familia. Lamech reprochó a su esposa Bat-Enosh, diciendo que el niño no era suyo. Entonces Bat-Enosh juró por lo más sagrado que la semilla había venido de él y no de un extraño, o tal vez de uno de los “hijos del cielo“. ¿Qué tipo de “hijos del cielo” eran? Esto sucedió antes del Diluvio. Sin embargo, Lamech no creyó las protestas de su esposa y estando muy alterado, fue a pedir consejo a su padre Matusalén. Cuando llegó, le relató lo sucedido. Matusalén lo escuchó, reflexionó y fue él mismo a consultar al sabio Enoc. El problema era tan importante que el anciano aceptó las penurias del largo viaje. La pregunta sobre el origen del pequeño debía ser aclarada. Así que Matusalén describió cómo un niño había aparecido en la familia de su hijo, pero se parecía más a los hijos del cielo que a los hombres. Sus ojos, pelo, piel y todo su ser eran diferentes al resto de la familia. Enoc escuchó la historia y mandó a Matusalén de vuelta con noticias extremadamente preocupantes, que indicaban que un gran juicio caería sobre la tierra y la humanidad, y toda “carne” sería destruida, porque era sórdida y disoluta. Pero el extraño niño había sido elegido como el progenitor de los que sobrevivirían al gran juicio universal. Por lo tanto, debería ordenar a su hijo Lamech llamar al niño Noé. Matusalén viajó a su casa y le contó a Lamech qué los esperaba a todos. Qué podría hacer Lamech sino reconocer al extraño niño como suyo y darle el nombre de Noé.
Lo asombroso de esta historia esque el padre de Noé fue informado sobre el diluvio y que también su abuelo Matusalén fue avisado del terrible evento por el mismo Enoc, quien poco después desapareció en una carroza de fuego hacia el cielo. Esto plantea la pregunta de si la raza humana es un acto de deliberada “crianza” por parte de seres del espacio, ya que podemos observar una recurrente fertilización de seres humanos por gigantes o hijos del cielo, acompañada de la exterminación de especímenes fracasados. Visto de esta forma, el Diluvio se convierte en un proyecto preconcebido por seres celestes con la intención de exterminar la raza humana, salvo unas pocas excepciones. Parecería bastante claro que el Diluvio, cuya existencia está probada históricamente, fue planeado y preparado deliberadamente muchos cientos de años antes de que Noé recibiera las órdenes de construir el arca. Hoy en día la posibilidad de crear una raza humana inteligente no es más una teoría. Las inscripciones en la Puerta del Sol de Tiahuanaco hablan sobre una nave espacial que trajo a la Gran Madre a la tierra para que pudiera tener hijos. Asimismo, las antiguas escrituras repiten que Dios creó al hombre a su imagen. Hay textos que indican que fueron necesarios varios experimentos antes de que el hombre fuera como Dios quería. Con la teoría de una visita a nuestro planeta de inteligencias desconocidas, podríamos deducir que somos similares a esos seres extraterrestres. Algo que sorprende son las extrañas ofrendas que los dioses pidieron a nuestros antepasados. Sus demandas no estaban limitadas a incienso y sacrificios de animales. La lista de regalos pedidos por los dioses muy a menudo incluyen monedas hechas con aleaciones especificadas con gran detalle. De hecho, las mayores instalaciones de fundiciones del antiguo Oriente fueron encontrados en Ezion-Geber, y consisten en un horno ultra moderno con un sistema de canales de aire, chimeneas y aperturas para propósitos específicos. Ezion-Geber es una ciudad de la Edad Antigua, un puerto de Edom sobre el mar Rojo, en el extremo norte del actual golfo de Aqaba, en lo que hoy es la ciudad jordana de Áqaba. Expertos en fundición de nuestros días se encuentran con el inexplicado fenómeno de cómo el cobre pudo ser refinado en estas instalaciones prehistóricas. Sin embargo sucedió, dado que grandes depósitos de sulfuro de cobre se encontraron en las cuevas y galerías alrededor de Ezion-Geber. Y estos hallazgos están estimados en una antigüedad de unos 5.000 años.
Muchos eventos descritos en el Antiguo Testamento no se corresponden con el carácter de un Dios bueno y omnipresente. Es curioso que aquel “dios” o “dioses” necesitasen vehículos con ruedas y alas para moverse de un lugar a otro, o se apareasen con gente primitiva. La respuesta de los teólogos es que nosotros no podemos imaginar en qué modo se muestra Dios. Probablemente en un próximo futuro los primeros hombres aterrizarán en Marte. Si encontrasen algún objeto indicando antiguas inteligencias, causaría la mayor revolución en la historia de la humanidad. Todo parece indicar que hace muchos miles de años una nave espacial extraterrestre descubrió nuestro planeta. La tripulación de la nave descubrió que la Tierra reunía los requisitos para el desarrollo de vida inteligente. Se supone que el “hombre” de aquella época no era el homo sapiens actual, sino algo diferente. Los hombres del espacio fertilizaron artificialmente algunas hembras de esta especie, según dicen antiguas leyendas, y partieron. Miles de años después los viajeros espaciales volvieron y encontraron el primitivo homo sapiens repartido por toda la Tierra. Repitieron su experimento de apareamiento varias veces hasta que produjeron una criatura suficientemente inteligente como para aprender. Los viajeros del espacio destruyeron los especímenes no exitosos o se llevaron a los homo sapiens mejorados para establecerlos en distintos continentes. Las primeras comunidades comenzaron a existir. Lo demuestran las pinturas rupestres y la alfarería descubierta. Los primeros hombres tenían un gran respeto por los viajeros del espacio, a los que consideraban “dioses“. Por alguna misteriosa razón, los “dioses” estaban interesados en transferirles su inteligencia. Si las antiguas ciudades, construcciones, e inscripciones son encontradas en una región en particular, se demuestra que la historia de los pueblos que vivieron allí es un hecho real. Pero no se prueba que el dios de ese pueblo fuese realmente un dios en lugar de un viajero espacial. Hay cosas en la antigüedad que no deberían haber existido de acuerdo con las ideas existentes. Pero la mitología de los esquimales también dice que las primeras tribus fueron traídas del norte por “dioses” con alas de bronce. Las más viejas sagas de los indios americanos mencionan un pájaro de trueno que les trajo el fuego y las frutas. La tradición maya, a través del Popol Vuh, nos dice que los “dioses” eran capaces de reconocer el universo, los cuatro puntos cardinales de la brújula, e incluso la forma redonda de la tierra.
Los mayas tenían una cultura muy desarrollada. Dejaron no solamente un calendario fabuloso sino también cálculos increíbles. Conocían el calendario venusino de 584 días y estimaron la duración del año terrestre en 365,2420 días, cuando el cálculo actual, con nuestra tecnología, es de 365,2422. Los mayas dejaron extraordinarios cálculos con duraciones de 64 millones de años. Los cálculos de las últimas inscripciones encontradas probablemente se acerquen a los 400 millones de años. De todos modos, es difícil creer que la fórmula venusina se originasen en un pueblo de la jungla. Según dicha fórmula, el Tzolkin tiene 260 días, el año terrestre 365 días y el venusino 584 días. Estas cifras esconden la posibilidad de una sorpresiva división y suma. 365 es divisible entre 73 cinco veces, y 584 lo es 8 veces. Así que la fórmula para la Luna es: 20 x 13 = 260 x 2 x 73 = 37960; para el Sol es: 8 x 13 = 104 x 5 x 73 = 37960; y para Venus es: 5 x 13 = 65 x 8 x 73 = 37960. En otras palabras, todos los ciclos coinciden sorprendentemente después de 37.960 años. La mitología maya dice que los “dioses” vendrían al gran lugar de descanso. Las leyendas de los pueblos pre-incaicos dicen que las estrellas estaban habitadas y que los “dioses” venían a ellos de la constelación de las Pléyades. Las inscripciones cuneiformes de los sumerios, asirios, babilonios y egipcios constantemente presentan asimismo la imagen de “dioses” que vinieron de las estrellas y volvieron a ellas. Viajaron a través de los cielos en naves de fuego, poseían armas terroríficas y prometieron la inmortalidad a los hombres. Podemos considerar natural que los pueblos antiguos buscaran sus dioses en el cielo. Pero, aún si, todavía quedan muchos interrogantes. La antigua epopeya indica, el Mahabharata, nos habla de terribles armas y se considera que tiene, por lo menos, 5.000 años de antigüedad. Vale la pena leer esta epopeya con los ojos del conocimiento moderno. También es sorprendente que en el Ramayana, las vimanas, máquinas voladoras, navegaban a gran altura con la ayuda del mercurio y de un fuerte viento propulsor. Las vimanas podían cubrir enormes distancias y podían viajar hacia todos los lados. Tenían una increíble capacidad de maniobra: “Al mandato de Rama, la magnífica carroza se elevó a una montaña de nubes con un enorme estruendo“. No solamente se menciona un objeto volador, sino que también el cronista habla de un enorme estruendo. Otro pasaje del Mahabharata dice: “Bhima voló con su vimana en un rayo enorme, brillante como el sol, e hizo un ruido como el trueno de una tormenta“. ¿Cómo pudo un antiguo cronista dar descripciones que presuponen tener idea de naves volantes? En el Samsaptakabadha se hace una distinción entre carrozas que vuelan y las que no pueden hacerlo.
El primer libro del Mahabharata devela la historia íntima de la mujer soltera Kunti, quien no sólo recibió una visita del dios sol sino que tuvo un hijo de él, un hijo que se supone fue radiante como el sol mismo. Como Kunti estaba asustada de caer en desgracia, dejó el niño en una gran cesta y lo puso en un río. Adhirata, un hombre acaudalado de la casta Suta, sacó la canasta y el niño del agua y lo crió. Esta historia es sorprendentemente parecida a la de Moisés. Y también hay una referencia a la fertilización de humanos por dioses. Como en el caso de Gilgamesh, Aryuna, el héroe del Mahabharata, emprende un largo viaje para buscar a los dioses y pedirles armas. Y cuando Aryuna encuentra a los dioses, después de muchos peligros, Indra, el señor del cielo, con su esposa, Sachi, a su lado, le da una audiencia muy exclusiva. Los dos dioses no se encuentran con el valiente Aryuna en cualquier sitio, sino en una carroza de guerra celestial. E incluso lo invitan a viajar con ellos por el cielo. Algunos datos numéricos del Mahabharata son extrañamente precisos. Describe un arma que podría matar a todos los guerreros que llevaran equipo de metal. Si los guerreros conocieran el efecto de esta arma a tiempo, deberían sacarse todo el equipamiento de metal que estuvieran usando, saltar al agua y lavarse y lavar a fondo todo lo que hubiera estado en contacto con ellos, ya que el arma hacía caer el pelo y las uñas. Todo lo viviente se volvía pálido y débil. En el octavo canto del Mahabharata encontramos a Indra en su carroza celestial. De toda la humanidad, ha elegido a Yudhisthira para ser el único que podrá entrar al cielo en su forma humana. En ello también vemos un paralelismo con las historias de Enoc y Elias. En el mismo libro se relata lo que podría ser el lanzamiento de una bomba atómica. Dice que Gurkha lanzó un solo proyectil en la ciudad triple desde una poderosa vimana. La narrativa usa palabras que nos recuerdan los relatos de los testigos oculares de la detonación de una bomba atómica o de hidrógeno, ya que nos dice que se produjo un humo blanco y caliente, mil veces más brillante que el sol, que se levantó con infinito brillo y redujo la ciudad a cenizas. Cuando Gurkha aterrizó nuevamente, su vehículo era como un bloque radiante. Asimismo el Mahabharata explica que el tiempo es la semilla del universo, algo muy concordante con la física moderna. Los libros tibetanos Tantyua y Kantyua también mencionan máquinas voladoras prehistóricas, que llaman “perlas del cielo“. Ambos libros hacen énfasis en que este conocimiento es secreto y no para las masas.
Un pasaje del Mahabharata es muy explícito: “Fue como si los elementos se hubieran desatado. El sol giró alrededor. Quemados por el fuego incandescente del arma, el mundo se enrolló en fiebre. Los elefantes tomaron fuego por el calor y corrieron para un lado y otro en desesperación para encontrar protección de la terrible violencia. El agua hirvió, los animales murieron, la vida del enemigo fue segada y la furia de la llama hizo colapsar a los árboles en filas en un bosque incendiado. Los elefantes lanzaron un ruido asustado y cayeron muertos al suelo sobre una vasta área. Caballos y carros de guerra fueron quemados y la escena parecía las consecuencias de un incendio. Miles de carros fueron destruidos, luego un profundo silencio cayó sobre el mar. El viento comenzó a soplar y la tierra se puso brillante. Era terrible de ver. Los cadáveres de los caídos estaban mutilados por el terrible calor hasta que no parecían seres humanos. Nunca antes había yo visto un arma tan terrible y nunca había oído hablar de ella“. El Mahabharata continúa explicando que los que escaparon se lavaron, lavaron sus equipos y sus brazos, porque todo estaba contaminado con el aliento de los “dioses” que llevaba la muerte. Curiosamente la epopeya de Gilgamesh dice “Te ha herido el aliento venenoso del pecho celestial“. Alberto Tulli, antiguo custodio del departamento egipcio del Museo Vaticano, encontró un fragmento de un texto del tiempo de Tutmosis III, que vivió alrededor del 1.500 a.C. Relata que los escribas vieron una bola de fuego viniendo desde el cielo y que su aliento tenía un olor maligno. Tutmosis y sus soldados miraron el espectáculo hasta que la bola de fuego se levantó en dirección al sur y desapareció de la vista. Todos los textos indicados tienen una antigüedad de miles de años antes de nuestra era. Los autores vivieron den diferentes continentes y pertenecieron a diferentes culturas y religiones. Sin embargo, la tradición cuenta casi las mismas historias en todas partes. Parece imposible que los cronistas del Mahabharata, la Biblia, la Epopeya de Gilgamesh, los textos de los esquimales, los indios americanos, los escandinavos, los tibetanos, y muchos otros, cuenten la misma historia de “dioses” que vuelan, extraños vehículos celestiales, y las terribles catástrofes conectadas con estas apariciones. Estas tradiciones tan uniformes deben tener su origen en hechos prehistóricos. Casi todos los textos de los pueblos primitivos cuentan la misma historia. Sabemos que todos los dioses sumerios tenían su contraparte en ciertas estrellas. Se supone que hubo una estatua de Marduk (Marte), el mayor de los dioses, que pesaba 800 talentos de oro puro. Si hemos de creer a Heródoto, esto equivale a más de 48.000 libras de oro. Ninurta (equivalente a Sirio) era el juez del universo y sentenciaba a los seres humanos. Hay tablas cuneiformes dirigidas a Marte, a Sirio, y a las Pléyades.
Una y otra vez los himnos sumerios mencionan armas divinas, cuya forma y efecto deben haber carecido completamente de sentido para los pueblos de esos días. Un texto dedicado a Marte dice que él hacía que lloviera fuego y destruía a sus enemigos con un rayo luminoso. Inanna es descrita mientras atraviesa el cielo, irradiando un fuerte destello y aniquilando las casas de los enemigos. Los hombres de las antiguas culturas parecen haber estado obsesionados con la idea de inmortalidad y renacimiento. Sirvientes y esclavos se sepultaban en la tumba de sus amos. En la cámara mortuoria de Shub-At, no menos de setenta esqueletos yacen uno cerca del otro en perfecto orden. Sin el menor signo de violencia, sentados o yaciendo con sus ropas de colores brillantes, esperaban la muerte que debe haber llegado suavemente y sin dolor, tal vez mediante veneno. Seguramente esperaban una nueva vida con sus amos más allá de la tumba. El panteón egipcio es confuso. Los antiguos textos del pueblo del Nilo también hablan de seres poderosos que atravesaron el firmamento en botes. En una pirámide se lee: “Tú eres el que dirige el barco del sol por millones de años“. Aunque las antiguas matemáticas egipcias fueran muy avanzadas, es raro que hablen de millones de años en conexión con las estrellas y una nave celestial. Volvemos al mensaje en el Mahabharata: “El tiempo es la semilla del universo“. La isla de Elefantina en Asuán es llamada así ya en textos antiguos. Lo curioso es que la isla sí se parece a un elefante. Pero esta forma sólo puede ser reconocida desde un avión a gran altura, porque no hay colinas que ofrezcan una vista global de la isla. Sabemos que las pirámides fueron colocadas de acuerdo a las posiciones de ciertas estrellas. Sirio fue una de las estrellas por la que los egipcios mostraron especial interés. Pero este interés en Sirio es peculiar porque, vista desde Menfis, Sirio puede ser observada sólo al amanecer, cuando comienzan las inundaciones del Nilo. Para medir dichas inundaciones, en Egipto había un calendario muy exacto hace 4221 años antes de nuestra era. Este calendario estaba basado en la salida de Sirio, el19 de Julio, y calculaba ciclos anuales durante más de 32.000 años. Parece bastante absurdo basar el calendario en Sirio cuando hubiera sido más fácil usar al sol o la luna. Si Sirio aparecía en el horizonte al amanecer al mismo tiempo que una inundación del Nilo, era pura coincidencia. Una creciente del Nilo no ocurría cada año, ni el mismo día. En cuyo caso, ¿para qué utilizar un calendario basado en Sirio? Tal vez los “dioses” venidos de las estrellas proporcionaron este calendario, ya que tal vez procedían de Sirio.
Fuentes:
- Daniken, Erich von – Carrozas de los dioses
- Charpentier Louis – Los Gigantes Y El Misterio De Los Origenes
- Bramley William – Los Dioses Del Eden
- Sitchin, Zecharia – La Guerra De Los Dioses
- J.J. Benitez – Los astronautas de Yahveh
- Pauwels – Bergier – El Retorno de los Brujos
Antes de hablar de los primeros contactados, cabría hablar de los primeros formados,
aquellos que fueron puestos por seres superiores sobre la superficie del planeta Tierra,
programados para engendrar allí a una nueva raza de seres inteligentes: nosotros.
De ello nos hablan las referencias bíblicas a Adán y Eva, en que un ser superior crea a los
primeros padres de la especie humana;
los relatos del Popol Vuh, el libro sagrado de los quichés, de la gran familia maya.
¿los «primeros contactados» en sentido estricto?
antes de transformarse en serpientes míticas, ascender al cielo y moverse allí en forma de luces que pueden verse a gran altura
¿los primeros «Objetos Volantes No Identificados» en sentido estricto? etc…..