«El amor no es más que un estado de inconsciencia absoluta, de no mente, de vacuidad de pensamientos, un estado en el que solo percibes la divina conexión con el espíritu, haciendo que todo lo demás se desvanezca ante su sola presencia». Alejandro D. Gatti
En una lucha desenfrenada por hallar “un lugar en el mundo” buscamos encajar en ciertos “parámetros estándares” que nada tienen que ver con nuestra propia esencia, con nuestras propias necesidades. Indagar profundamente de nuestro interior en busca de auténticas respuestas no es una cuestión en la que estemos interesados. Nos resulta demasiado “obvio” conocernos a nosotros mismos y, a pesar de que no tenemos la más mínima idea de quien somos, negamos con entusiasmo, y en ocasiones con rebeldía, nuestra ignorancia al respecto. Nos hemos acostumbrado a responder automáticamente a los embates de la vida sin preguntarnos sinceramente el por qué y el para qué, cuestión que nos llevaría indefectiblemente a sumergirnos en las profundas aguas de nuestro océano interior, y no estamos interesados en ello, pues preferimos naufragar por la “superficie de la vida” sin tomar demasiados riesgos. Nos contentamos con ser unos perfectos desconocidos cuya existencia se limite a deambular en las penumbras de la duda, antes que ser genuinos conocedores concientes del “Sí Mismo” y caminar despiertos por la senda de la claridad.
Nos han regalado una maravillosa oportunidad, la oportunidad de estar vivos. La oportunidad de ser partícipes y protagonistas de la existencia.
¿Que es la Conciencia sino el Atributo infinito y atemporal del Ser con el cual la existencia ha beneficiado al hombre para que éste sea capaz de apreciar la vida y contemplar la manifestación de la esencia en completa presencia?
¿Y que nos regala la Conciencia? La Conciencia nos hace libres, nos ofrece la llave que abre las puertas de jaula de los condicionamientos. La Conciencia nos une al todo y nos devuelve la esencia que nos recuerda quien somos. La Conciencia responde a nuestras preguntas fundamentales y nos cubre con el manto de la eterna belleza que la caracteriza. Acceder a ella no es más que “conocer” al ser interior que da vida al Alma y que es la causa del origen de nuestra existencia. Conciencia es claridad de sentimiento por sobre elocuencia de pensamiento. Conciencia es Ser por encima de Creer. Conciencia es unión en igualdad por encima de todo deseo de superioridad.
La Conciencia nos devuelve el control de nuestras acciones, las que antes fueras reacciones, pues ya no somos guiados por los improvisados impulsos de nuestros egos, sino que una sabia armonía se instala en el Ser y la vida fluye a través de nosotros, así como el aire atraviesa la flauta y el resultado es una bella melodía. Cuando la flauta cae en manos del flautista adecuado el resultado es la música. La Conciencia es nuestro flautista.
La Conciencia nos permite disfrutar, anhelar, apreciar. Nos impregna con la fragancia del presente y nos enseña a vivir en él para siempre. Cuando siempre estás aquí es posible la eternidad, la magia de la vida sucede ante ti y finalmente eres capaz de sentirla, de disfrutarla porque cada suceso, por más insignificante que sea, es captado por tu atención que está alerta, que está presente. Eso es Conciencia, la conjunción de la atención y la oportunidad. La Conciencia es el punto de encuentro donde el pasado y el futuro se neutralizan a causa de la perfecta atención en los sucesos del ahora.
¿Y como se vuelve uno conciente? Despojándose de todo lo que sobra. Quitando lo que no le pertenece, lo que se ha “adherido” al Ser y le ha obstruido su visión. Reconocer en uno todo aquello que pertenece a otros es un paso fundamental, sean esos otros la familia, la sociedad, la cultura, la religión, los “falsos ídolos” etc., existen muchos “otros” y hay que identificarlos primero. Esta no es una tarea sencilla. Vaciarse para poder volver a llenarse. Cuando la confusión es tal que caemos en la desesperanza y en la desilusión, es un buen momento para reflexionar, para cuestionarse, para indagar en los orígenes, para hacerse responsable de uno mismo. Si no siento responsabilidad de mi inconciencia no existe posibilidad de que la Conciencia se vuelva evidente. Cuando nos hemos despojado de todo lo que sobra, solo queda lo que es real, el Ser, que estaba tapado por una infinidad de “No Ser”. Cuando hallamos al Ser aparece con él la Conciencia, la Conciencia de Sí.
¿Ser Conciente es la iluminación? En cierta forma lo es, solo para aquellos que no se encuentran atrapados por el significado de las palabras. La iluminación es sencillez, simpleza, verdad, sinceridad, autenticidad. Es estar completamente presentes en el ahora, en integridad de Ser. La conciencia te devuelve claridad y te deposita en la verdad. La iluminación no es ser superior, no es ser una especie de maestro elevado abstraído de la realidad. Iluminación es la realidad en si misma, aquello que es real solo se manifiesta a través de la Conciencia. Cuando hagas algo, sea lo que sea que hagas, solo haz eso. Sencillo, simple, posible.
¿Por qué cuesta tanto ser Conciente? Porque estamos cómodos y nos sentimos seguros con todo aquello que nos identificamos, solo porque es conocido y se ha aferrado a nosotros. “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, esto nos da una pista de por qué nos cuesta. Sabemos que sufrimos, que la inconciencia nos aleja de lo esencial, aún así nos negamos a la Conciencia. Los miedos juegan aquí un rol importante, tenemos miedo porque no sentimos seguridad, porque no conocemos nuestras potencialidades. Mientras el miedo permanezca, la Conciencia no tiene posibilidades. Para soltar el miedo debo conocerme, para conocerme debo despojarme de los “no soy”. Volvemos al principio, para descubrir al Ser hay que quitarle de encima todos los ropajes falsos con los que lo hemos vestido, y se mostrará desnudo ante nosotros.
Soy Conciente, pero en ocasiones siento que me pierdo. ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo donde la Inconciencia abunda y nos acecha en cada esquina, y además, somos seres humanos. Necesitamos cada día recordatorios de lo que es importante, de lo que nos aporta claridad en nuestras vidas. Se requiere práctica para obtener el hábito. La Conciencia siempre está pero en ocasiones nos “desconectamos” de ella. Se requiere una práctica que nos re-conecte, ya sea el yoga, la meditación, la contemplación, la música o cualquier otra que nos lleve hacia el interior, que nos guíe hacia el silencio y nos deposite en la calma y en la serenidad de la paz. Al sentir paz, la Conciencia se reconforta y resurge para ocupar nuevamente su lugar.
La Conciencia no tiene límites, es infinita, es el todo y está en todo. La Conciencia es un vasto territorio que carece de fronteras que delimiten sus confines. La Conciencia es el territorio en sí mismo donde el Ser auténtico se manifiesta, donde la Verdad se hace presente y donde la realidad esparce sus semillas. La Conciencia es eterna e infinita, así como lo es el presente en el eterno ahora, y solo vive allí donde el pasado y el futuro se conjugan. Ella te contiene tanto como tú la contienes a ella, pero es imprescindible que ambos se fusionen en el único momento que existe, en el ahora. No olvides que es tan probable que mañana despiertes en su regazo como que te encuentres sepultado en su tumba.
Por Alejandro D. Gatti
http://www.creaconciencia.com.ar/nota/41/la-conciencia-de-si
Reconozco que muchas veces me desconecto, se requiere práctica, excelente artículo, Domi,gracias.