¡Ahora se ha puesto de moda nuevamente la «tiraera» en algunos sectores del cristianismo!
Como si en una sociedad tan desintegrada como la nuestra donde: la política nos divide; la moral nos divide; la posición económica nos divide; la música que escuchamos nos divide; los portones de «control de acceso» nos divide; las ideas religiosas nos dividen; hiciera falta que se una a la larga lista el resurgir de movimientos ultra-conservadores de algunas iglesias que, siempre han estado, pero las redes sociales se han encargado de proliferar. Pretenden tener el monopolio de la verdad. Quienes no pensemos como ellos y ellas estamos condenados, expulsados del Reino de Dios, escasos de lo que llaman santidad (que para nada tiene que ver con el concepto de santidad que presenta el Nuevo Testamento), carentes de «fuego» (lo cual termina reduciéndose en la manifestación de cierto «don espiritual» o simplemente en que seas una persona extrovertida y expresiva; que te gusta «alabar» con mucho grito y expresiones corporales); en fin, quedamos excluídos y excluídas de su «pueblo santo».
Si no te pintas el pelo,
si no te sacas las cejas,
si no te pones pantalones,
si no te pones tacos,
si no te maquillas,
si no te dejas crecer la barba (yo estoy descartado para quienes me conocen),
Si no esto, si no lo otro, si no aquello, entonces eres aprobad@ por Dios… legalismo, esclavitud, exclusivismo, estancamiento, avivamiento de la ignorancia…
¡Ahora hasta vender empanadillas en las afueras de la iglesia entristece al Espíritu!
Esta mentalidad proviene de personas que ignoran muchas cosas. Cuando hablo de ignorancia, no utilizo el término para insultar o menospreciar a nadie. La ignorancia es un serio problema porque provoca que estas personas vean las cosas con «gríngolas», con una óptica bien estrecha, lo cual les lleva a distorsionar la realidad y hasta la fe.
Piensan que la iglesia ha sido, a lo largo de la historia, una entidad con una sola visión, con una sola opinión; y que todo lo que no «entre por esa visión y opinión es herejía, error, diabólico, «chuletero» y otros términos peyorativos (despreciables). Pues nada más lejos de lo que nos presenta el Nuevo Testamento.
Algunas personas piensan que en la época en que se escribieron los libros bíblicos todo era perfecto. Que no existían diferencias y desacuerdos entre las distintas iglesias. Que se trataba de UNA iglesia universal, unánime, que funcionaba bajo un único sistema de reglas e ideas. Que las iglesias eran comunidades homogéneas sin diferencias culturales y sin conflictos de clases sociales entre ellos y ellas…
¡¡POR DIOS!!
Basta solo con dar una ojeada a las cartas que escribió Pablo a las comunidades de fe en Asia Menor, Grecia y Roma para comprender que la cosa estaba bastante tensa. Quizás el conflicto más significativo en aquel momento era la relación entre los judíos y judías que ahora reconocían a Jesús como el Mesías, y los y las nuevas integrantes de las comunidades de fe llamados gentiles, o sea, no judíos, ciudadanos y ciudadanas del Imperio Romano.
Los grupos más conservadores pretendían que los no-judíos, para ser cristianos fieles a Dios, debían guardar la Ley: la circuncisión, guardar el shabat, observar las fechas sagradas, la alimentación sagrada, etc.
Los grupos que podemos denominar de «centro» eran representados probablemente por Pedro, que no pretendían imponer la Ley a los y las gentiles, pero tampoco estaban listos para declarar un evangelio completamente libre de esta. Por tal razón cuando Pedro estaba en Antioquía, una comunidad compuesta mayormente de gentiles que no observaban la Ley, se sintió amenazado por el grupo más conservador de la iglesia de Jerusalén. Hasta ese momento compartía la mesa con los no-judíos, pero entonces dejó de hacerlo por miedo a quedar mal con los conservadores (Gálatas 2:11-14); y Pablo lo confronta por lo que entiende que era un acto de hipocresía.
Pablo representaba el grupo más radical y revolucionario. Su propuesta de un evangelio libre de la Ley para los gentiles era una idea progresista que la mayoría no estaba dispuesta a reconocer en aquel momento. Por tal razón fue perseguido, y andaba defendiéndose de los ataques y falsas acusaciones. Este pensamiento vanguardista fue el que trascendió su momento histórico, y hoy hemos heredado un cristianismo que, al menos en el tema de la Ley judía, está bastante resuelto.
Sin embargo, el entendimiento de este contexto y luchas del primer siglo, nos puede llevar a la conclusión de que estas tensiones siempre han existido, y mientras la iglesia esté compuesta de seres humanos, existirán. Ahora bien, también nos lleva a la conclusión de que el mensaje cristiano que heredamos en las Escrituras, tanto el de Jesús, como el de Pablo y otros autores, siempre mantiene una constante en su discurso que debe de existir en nuestros propios discursos:
Es liberador;
es revolucionario;
es progresista;
y es inclusivo (incluye, no excluye)…
Para que nuestro discurso cristiano hoy sea uno que trascienda también nuestra historia y contexto debe cumplir con estos parámetros también. No debemos perpetuar un mensaje que provoque estancamiento y que se adapte a una ideología estática que no responde a los nuevos desafíos que la gente que nos rodea presenta.
Avivando la ignorancia, mis hermanos y hermanas, esto no va a suceder. Educándonos; transformando la vida por la renovación de la mente (como dice Pablo en Rom. 12:1); cambiando el odre viejo para recibir el vino nuevo (como dijo Jesús) es como esto ocurre.
Aferrándonos a un sistema dogmático no liberamos, no revolucionamos, no progresamos, y mucho menos incluímos. Terminamos creando un grupo exclusivo que pretende tener el monopolio de la verdad y la propiedad exclusiva de los «candungos» de la unción de Dios…
Demos el próximo paso en nombre de la liberación que implica el mensaje del Reino de Dios para la vida de los seres humanos…
Demos el próximo paso en nombre de la revolución del «estatus quo» en favor de las personas como primeras en la agenda que el mensaje de Jesús propone…
Demos el próximo paso en nombre de el progreso de una teología y una fe que pretende afectar el mundo y la vida requiere…
Demos el próximo paso para abrir nuestros brazos e incluir, abrazar, recibir, afirmar y amar como dijo nuestro Maestro: «el que viene a mí, no le echo fuera…»
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No entiendo un carajo pero te sigo.