Un cuento para entender el nacimiento de una raza – inspirada en los escritos de Robert Morningsky y de otras cosas que me han contado por ahí arriba.
primera parte
En aquel remoto y lejano monasterio, donde una vez el anciano monje le explicó al joven discípulo la historia sobre los Jardineros de la Tierra, los estudios seguían su curso y la vía de comprensión de los misterios de la Creación constituían la motivación para avanzar por el camino de crecimiento personal que todos los neófitos se habían marcado con su ingreso en el lugar. Hoy iban a escuchar una historia largamente esperada, que les iba a llevar en volandas por los orígenes del nacimiento de las especies que habitaban ésta y otras galaxias.
“Ha sucedido en tantos mundos- dijo el anciano monje – en tantas y tantas formas a lo largo de nuestro universo, que nadie podrá decirte nunca cuántas especies diferentes existen ahí arriba, en el firmamento. Los elementos que proporcionan la vida, la crean y la dotan de conciencia, se mueven de un sitio a otro, sembrándola de mil formas distintas… ésa es la maravilla de la creación, en la que existen muchas, pero muchas formas de vida diferentes, cada una con sus propias características y peculiaridades. Cuando miréis hacia el cielo, no penséis que toda la vida es como la conocemos nosotros, pues cada célula, cada núcleo, que apareció en cada uno de esos mundos, dio lugar a diferentes razas y especies, y cada raza ha evolucionado por un camino diferente…
Recordad esto, jóvenes estudiantes, la hormiga que sube por el tronco de ese árbol donde os apoyáis no puede reconoceros como el ser humano que está a su lado mirándola. El ser humano se encuentra fuera de la realidad de la hormiga, y representa una forma de vida inconcebible para ella. Sus sentidos no son capaces de registrar la forma completa de lo que significa un ser humano. De la misma forma, los sentidos de la humanidad no son capaces de registrar y percibir la mayoría de formas de vida que existen más allá de nuestra comprensión, pues incluso los mejores instrumentos de nuestra ciencia no son más que extensiones de nuestros sentidos físicos. Para la hormiga, somos tan grandes, tan incomprensibles, que no puede imaginar que somos también una forma de vida como ella, así como para el ser humano existen formas de vida que cumplen la misma regla que nosotros respecto a la hormiga.
En nuestra galaxia, existen prácticamente tantas formas de vida como estrellas en ella, y la cosa más curiosa, quizás, es que la forma humanoide tal y como la conocemos es bastante común, quizás no para todas las especies que la habitan, pero desde luego no es la excepción. Sin embargo, la forma humanoide representa sólo una configuración, pues os hablo de tener unas extremidades que nos permitan andar, unas que nos permitan asir cosas, un tronco y una cabeza, y esta forma ha evolucionado así desde muchos caminos diferentes, pues hay especies así que nacieron del desarrollo de lo que llamamos insectos, otros nacieron de aquello que relacionaríamos con peces, otros de especies homínidas y otros que evolucionaron desde una base reptoide o sauria.
– Maestro, por favor, explícanos el desarrollo de esas especies…¿cómo llegaron a ser seres conscientes?…
– Eso haremos, pues precisamente varias de estas razas son la causa de que estemos nosotros aquí, y son la razón de la forma de vida que tenemos en este planeta. Quizás esto os haga sentir incómodos, pero recordad lo siguiente: lo importante cuando uno busca comprender las cosas es que no puede esconderse de los hechos, la verdad no se camufla en como nos gustaría que fueran o hubiesen sido los eventos, sino en aceptar lo que fue como fue. Sigamos ahora…
Hace mucho mucho tiempo, en un nuevo mundo, todavía en formación y cubierto con una niebla verde, en algún sitio cerca de la superficie de los recién creados océanos, pequeñas y diminutas criaturas nacían a la vida, y se convertían en las primeras formas de vida de ese planeta verde. Estas pequeñas criaturas vivían justo entre las aguas profundas y frías, y el mundo demasiado soleado y brillante de las aguas de la superficie. Con cada generación, las larvas se acercaban un poco más a ésta, y poco a poco fueron también acercándose a tierra firme. Muchas de estas formas primitivas nunca sobrevivieron a los cambios que el planeta sufría, pero otras muchas fueron adaptándose y enfrentándose a las condiciones de la vida en la tierra, fuera del agua. Aprendieron a nutrirse de las plantas y la vegetación, y se fueron haciendo más fuertes y grandes, se multiplicaron y se hicieron enormes en número, tanto que muchas empezaron a combatir por los pocos recursos que había en las cercanías y también empezaron a nutrirse unas de otras. El instinto de supervivencia hizo que sólo las más fuertes sobrevivieran en cada generación. A medida que los milenios pasaban, algunas desarrollaron pequeñas patas y extremidades, sus pieles se hicieron más duras, y los músculos que les permitían desplazarse crecieron y evolucionaron, aún no siendo nada más que pequeños insectos. Desarrollaron órganos pulmonares para dotarse de mayor capacidad respiratoria, y así la primera camada de especies reptantes nació en el nubloso planeta verde.
La vida en este lugar no era demasiado placida para estas pequeñas criaturas, era una lucha constante por sobrevivir y que durante millones de años las pequeñas especies luchaban entre ellas por los recursos, para obtenerlos o para no ser el recurso de otros. Algunas desarrollaron pequeñas alas, para poder defenderse de otras especies o alcanzar comida situada en lugares más altos, y de nuevo, milenio tras milenio las pequeñas criaturas reptantes fueron cada vez más fuertes, agiles y mortales. Poco a poco, fue lo que conocemos como libélulas, aunque quizás en otro orden de magnitud y tamaño, la especie que en ese mundo empezó a dominar a las demás en el planeta verde, aunque podríamos decir que tenía una apariencia semejante a un cruce entre abeja y libélula, y se le llamaba “kheb”.
El kheb, fue evolucionando, creciendo en su instinto predador, conformando una forma de vida basada sólo en la supervivencia, el ataque y la defensa de las otras especies de insectos y animales que habían florecido en el mismo planeta, y cuyos mecanismos de defensa también habían evolucionado, lo cual llevó a los khebs, por sus orígenes acuáticos, a mantener su mecanismo de reproducción mediante huevos ocultos en aguas poco profundas y tranquilas. Cuando un kheb nacía, su esqueleto parecía como un pequeño escorpión, con una especie de cola que los hacia aptos para poder defenderse de presuntos depredadores aún en su más tierna infancia. Sin embargo, debido al instinto predador de la raza, los khebs luchaban entre ellos mismos nada más nacer por los recursos y el territorio, y la especie crecía cada vez siendo más violenta en comportamiento respecto a las otras formas de vida animal del entorno.
La adaptación al medio era el único modo de salir adelante, y el kheb aprendió a hacer algo que ninguna otra especie del planeta verde sabía hacer hasta entonces. Aprendió a mutar dos veces en su vida para convertirse en un espécimen adulto, dos cambios completos de cuerpo, dos mutaciones. La primera ocurría nada más los pequeños kheb-escorpiones alcanzaban la edad madura, en la que entonces, se anclaban a un árbol o a una roca y dejaban que su piel exterior se endureciera y se convirtiera en una potente y robusta coraza, protegiendo sus órganos interiores, que también empezaron a cambiar poco a poco. El kheb, tras esta mutación, ya no tenía pinta de escorpión, sino más bien se parecía a una mantis. Empezando a parecerse poco a poco cada vez más al saurio en el que un día se convertiría, el kheb fue desarrollando sus habilidades predatorias con mayor eficacia…
Un escalofrió recorrió la espalda de los alumnos…pues acababan de darse cuenta que este kheb era el ancestro de algunas de las razas de la que ellos tanto habían oído hablar…
segunda parte
El anciano monje siguió con su explicación:
“… ésta era sólo la primera transformación del kheb. En la segunda mutación, una vez expulsada su caparazón exterior, este híbrido libélula-abeja emergía con largas piernas, garras y una cola que estaba mucho más desarrollada. Salía también con un conjunto doble de alas y un hocico que le servía para múltiples propósitos. En esta nueva forma, el kheb era mucho más efectivo volando y acosando a sus presas, y, en su forma final, el kheb era un temible reptoide-insecto con una gran fuerza y un terrible instinto predador. Así fue, gracias a esto, que conseguiría eventualmente dominar todo el planeta verde y conquistarlo plenamente por encima de todas las otras especies animales desarrolladas en paralelo hasta ese momento.
Cuando otro animal veía aproximarse al kheb volando, la imagen le recordaba a la de un mosquito con armadura. Tenían esqueletos externos hecho de duro hueso que protegían todos sus órganos internos, las cuatro alas les permitían maniobrar de forma fácil y rápida, y las garras y el hocico eran usados como armas letales. Al llegar a la edad adulta, las hembras estaban lo suficientemente desarrolladas para concebir y proporcionar descendencia a la raza. Para que esto pudiera ser posible, sus órganos internos habían cambiado mucho más que el sistema de los machos adultos, y cuando, tiempo atrás, las hembras podían nutrirse sólo con el néctar de las plantas, ahora necesitaban nutrirse de los componentes esenciales provenientes de los fluidos corporales de sus víctimas, las otras especies animales del planeta. Para escoger pareja, una vez las hembras estaban listas para procrear, emprendían el vuelo hacia el cielo, lo más alto posible, de forma que sólo aquellos machos con la suficiente fuerza y potencia para volar igual de alto que ellas podrían fecundarlas, asegurando así que la camada que nacería tendría la vitalidad y la fuerza de los miembros más fuertes de la especie. Además, capaces de ser impregnadas por varios machos, las hembras permanecían volando hasta que contenían semilla suficiente para luego descender y poner sus huevos en lugares estratégicos y protegidos, donde los cuidaban…. Y el ciclo empezaba otra vez de nuevo. Así era el modo de vida de los ancestros de las actuales razas reptoides de gran parte de la galaxia.
Durante otros billones de años de desarrollo, el kheb creció en tamaño y las primeras señales de configuración antropomórfica humanoide empezaron a aparecer en él. Las extremidades empezaron a parecerse a algo así como brazos y piernas, el tórax empezó a tomar forma de pecho y torso plano, y la cabeza insectoide empezó a redondearse y aparecer ligeramente más como humanoide, una pinta algo así como una gárgola de nuestros días, si pudiéramos verlas…
Puesto que el alimento necesario no sólo existía en el aire, sino que muchas de sus presas ya eran especies animales que sólo vivían en la superficie terrestre, el kheb tuvo que adaptarse y aprender a cazar en tierra, un problema para sus largas alas, que no eran compatibles con la espesura de los bosques. Así que aprendieron a recoger las alas en la espalda, y a hacer más flexibles sus garras, patas y colmillos, además de desarrollar la cola para poder adaptar el equilibrio del cuerpo masivo que ahora el kheb tenía, y lo había convertido en un depredador mucho más potente y temible por el resto de especies del planeta verde.
Su sangre, debido a la línea reptoide que había seguido su evolución, era fría, y su configuración humanoide se iba desarrollando poco a poco, tomando la forma erguida y el desarrollo de todas las extremidades, sin perder las alas ni la cola con ello. Pero como las escamas no mantenían el calor por mucho tiempo, igual que nuestros conocidos reptiles terrestres, tenían que tomar el sol regularmente para mantenerse calientes, haciendo de su hogar las zonas más cálidas del planeta para su mejor supervivencia.
Y a pesar de que los khebs machos eran terribles, no eran nada comparado con las hembras, que se mantuvieron con un tamaño algo menor y, aunque tenían una protección más reducida en cuanto a escamas y cortezas exteriores cubriendo sus órganos, no eran ni un ápice menos peligroso. Además, a lo largo de otros billones de años, algo le pasó a las hembras que no le pasó a los machos, y es que sus cuerpos empezaron a segregar ciertas hormonas, necesarias para la cría de sus criaturas, pero que producían un líquido que era tremendamente venenoso y acídico para otras criaturas. Las hembras kheb podían proteger sus nidos de forma natural a través del veneno que escupían y que nacía naturalmente de sus glándulas internas.
Y es que como veis, queridos alumnos, en esta especie, y en muchas otras, son las hembras las que poseen las armas más terribles y devastadoras, nacidas del instinto y necesidad de mantener a la especie viva y a la descendencia protegida.
Ahora bien, y para ahorraros otros cuantos millones de millones de años de evolución más, os diré que el tiempo convirtió a los khebs más y más en formas humanoides con facciones reptoide, con las alas y la cola como elementos distintivos, pero con las extremidades, torso y cabeza con forma reconocible para todos nosotros. Así, podríamos decir que nacieron los “khebs de las cavernas”, si me permitís un paralelismo con la historia del ser humano y a partir de aquí empieza otra historia bien distinta…”
tercera parte
La historia del origen de una de las especies conocidas de la galaxia más temidas estaba siendo apasionante para los jóvenes discípulos del anciano monje, al que esperaban expectantes para poder seguir escuchando la narración…
“…a medida que los khebs prehistóricos evolucionaban, tal y como pasa en múltiples mundos, empezaron a formar sociedades primitivas que, con el tiempo terminaron formando civilizaciones. Evolucionaron desde un hábitat de nidos, cuevas y agujeros, hasta grandes y sofisticadas ciudades. Desde la vida como especie animal hasta la vida con conciencia como raza inteligente, con sus propias formas organizativas, artísticas, sociales, económicas, culturales, etc. El primigenio kheb híbrido reptoide-libélula-abeja se había convertido en una especie reptoide-humanoide, y se había vuelto “civilizado”… siempre usando un punto de comparación y términos humanos, que podáis entender… algunas sub-especies perdieron parte de las escamas, todo el poco pelo que la especie había desarrollado, y reforzaron otras características que los hacían más imponentes a la vista de sus adversarios. Al igual que ocurre en la mayoría de planetas de nuestra galaxia, las diferentes sub-razas de una misma especie entran siempre en conflicto, por territorio, recursos y materiales, y así sucedió también con los khebs. Entre ellos, las batallas siempre se dirimían entre ejércitos de reptoides cuyo éxito o fracaso dependía de su habilidad para maniobrar en vuelo y escapar o atacar a sus adversarios.
Las guerras entre clanes y sub-especies fueron miles y devastadoras. Imperios y reinos nacían y caían y, poco a poco, una de las sub-razas fue ganando la batalla al resto. Eran conocidos como los “Nekh”, los “guerreros negros”, por el color oscuro de su piel. Al igual que en muchos otros sitios, finalmente los Nekh se impusieron y dominaron al resto de sus congéneres bajo un mismo rey y un mismo reino.
… el anciano monje hizo una pausa a ver si todos los alumnos seguían atentos…
Es importante saber que, cuando estamos aprendiendo algo sobre la historia de las razas reptoides, en el nido de un insecto-reptoide, son las hembras las que hacen todo el trabajo y, por ello, como en el mundo de las abejas del cual también tienen algo, es la Reina alrededor de la cual se rige la vida del grupo. Evidentemente, la función de la hembra es proteger el nido de invasores y enemigos, así que a medida que la especie evolucionaba desde un primitivo insecto, a un animal, a un ser reptoide consciente, los mismos roles y funciones se mantuvieron siempre y fueron traspasados hacia sus etapas como raza desarrollada y civilizada. En las batallas y conquistas fuera del “hogar”, los machos reptoide luchaban y controlaban las cosas, pero, en “casa”, en el día a día de la gestión de la especie, eran las hembras las que tenían todo el poder.
Por instinto de expansión, eventualmente los Nekhs empezaron a extenderse por otros territorios del mismo planeta verde, conquistando nuevos lugares e instalando reyes y gobernadores, que bien podían ser machos reptoides, mientras que en la colonia-ciudad-imperio central siempre hubiera una reina en el poder. Con el tiempo, todos los lugares conquistados estuvieron bajo dominio reptoide pero jamás se alteró la regla. El campo base, el centro de poder de la raza caía siempre sobre una hembra, y todos los lugares conquistados fuera del mismo caían siempre bajo el control de un macho.
La vida avanzaba rápidamente bajo el manto de los reyes Nekh. La ciencia y la tecnología avanzó eones y grados de forma vertiginosa. El desarrollo de una ciencia de conquista y guerra dio paso a una capacidad inigualable para la conquista de más territorios y lugares, y, de forma parecida a como ha ido sucediendo aquí en nuestro propio planeta, la Tierra, cuando las tecnologías de guerra ya quedaban obsoletas, se transformaban en herramientas y conocimientos para el uso civil de la población. La población reptoide del planeta verde conseguía así avanzar en todos los ámbitos de la sociedad a ritmos agigantados.
Con esto en marcha, no es mucho suponer que llegó el momento en el que tuvieron la capacidad de salir de su propio planeta para explorar satélites y planetas cercanos, establecer pequeñas bases, minar sus recursos. Generaciones después, todos los satélites estaban colonizados, algunos militarizados, y servían como puente de salto para exploración de planetas algo más lejanos. Nuevas colonias se fueron estableciendo y, poco a poco, más y más mundos empezaron a ser ocupados por razas reptoides, creciendo en número, poder y recursos.
Cuando las primeras expediciones de los Nekh empezaron a salir de su propio sistema solar y encontrar otras razas que habían evolucionado de forma parecida, pero desde diferentes orígenes, vieron asombrados que pocas de esas razas tenían la tecnología, ciencia, y decisión firme que ellos poseían, por lo que la conquista de esos planetas era cosa sencilla. A medida que más y más mundos iban cayendo bajo el mando de los reyes Nekh, estos iban estableciendo gobiernos títeres como administradores, bajo el mando de uno o varios de los propios delegados Nekh para ese planeta. Cuando la conquista era abierta y clara, las razas nativas eran sometidas al pago de tributos, de recursos, y a la puesta en marcha de estructuras de control y dominación.
Por otro lado, cuando las razas con las que entraban en contacto se defendían, e incluso les vencían, los Nekh se veían obligados a retirarse, viendo que no sólo ellos habían desarrollado la fuerza o la tecnología necesarias para la guerra, sino que en otros mundos, otras especies, habían hecho lo mismo a un nivel igual o superior. En algunos casos, incluso las hembras reptoides se involucraban en estas batallas cuando los mundos a conquistar no eran lo suficientemente fáciles para que sólo los reptoides macho pudieran hacerlo. El poderoso veneno que escupían, y que se había vuelto más y más potente, era el arma más temida por todos aquellos que tenían que enfrentarse cuerpo a cuerpo con los ejércitos Nekh. Así y todo, no siempre ganaban.
Y como en toda historia que se precie, siempre hay intrigas en palacio, que con el tiempo, las luchas internas y las peleas por la sucesión en el poder de tan vasto imperio, llevaron a la rebelión de todas las hembras en posiciones de poder para dominar todos los mundos conquistados, y para destronar del mismo a todos los reyes y gobernadores macho de sus propias especies, creando un enorme imperio reptoide, dominado por una única reina, y el reino de los Nekhs pasó a llamarse la dinastía de los Nekh-t, invencible y poderosa…”
cuarta parte
Muchos días habían pasado desde que el anciano monje empezara a recontar la historia de los khebs convertidos en Nekh y luego en Nekh-T. Los nombres sólo eran eso, nombres, tal y como la tradición de los mismos Nekh la recogía, y como había llegado de mundo en mundo a través de las historias oídas por los conquistados, a veces de los mismos conquistadores. En este aspecto, el idioma y la comunicación jugaban un papel muy importante, pues no pocas características del idioma reptoide habían terminado en el vocabulario de una o más de las razas y mundos sometidos, abierta o subversivamente.
…”a medida que la raza reptoide evolucionaba- continúo el maestro – y debido a una construcción peculiar en sus bocas, existía siempre un prolongado siseo cada vez que hablaban. Si pronunciaban, por ejemplo, la palabra “semilla”, el sonido que salía era ssssss-emilla… si el siseo se encontraba al final de la palabra, esta se hacía mucho más larga, por ejemplo, si hablaban de sus alas… sonaba como “ala-ssssssss”. Con el paso de decenas de generaciones, el siseo fue el rasgo más distintivo de sus lenguajes, y en consecuencia, en otros mundos, los Nekh empezaron a ser conocidos como los SSS o los SSS-A. Así, aunque en sus propios planetas ellos a sí mismos seguían siendo descendientes de los Nekh, a lo largo y ancho de la galaxia, todos los descendientes de las razas reptoides originales fueron ya conocidos como los “SSS”.
La reina, ya no era la reina Nekh sino la reina SSS, y para poder ser reconocida cuando en conversaciones se referían a ella, empezaron a doblar el nombre de la especie y a crear varias combinaciones que se expandieron por los diferentes mundos conquistados. La reina “madre”, era pues la reina SSS-SSS, la reina SSS-A-SSS, SS-A-SS o incluso la reina SSA-SSA.
Otras particularidades de su lenguaje era el uso de sufijos. El término “UR” significaba el “primero y original”, que usado en una frase implicaba una referencia al mayor, primero o más noble de un grupo. El sufijo “I”, cuando lo usaban con uno de su especie, se refería al “compañero que estaba al lado”, y en plural se decía “IM”, y significaba los que están a su lado, los que lo apoyan. Por otro lado, el sufijo “US” significaba “aquel que es seguidor de…”
Todo esto empezó a dar un tipo de lenguaje creado por aquellos que habían sido conquistados, y por los propios descendientes de los Nekh primigenios que habían ya nacido, crecido y vivido siempre fuera del planeta verde, el hogar base.
Así, la reina empezó a ser llamada SSS-UR, SSA-UR o simplemente SSA-R, el “zar” del imperio reptoide. Pero como para mostrar su poder siempre doblaban el título, la reina se hacía llamar la SSA-SSA-R… que os sonará algo así como “la Cesar”… Los asistentes reales de la corte se hacían llamar los SS-SS-IM, ya que eran los encargados de proteger a su alteza, sonando algo así como “Assass-im”, guerreros fieros que se mantenían al lado constante de la reina y ejecutaban cada orden dada por ella sin vacilar. Y así con muchos otros términos que terminaron colándose en la raíz etimológica de miles de vocablos en centenares de mundos y colonias reptoides.
El tema del lenguaje no era cosa de poca importancia, pues también las hembras tenían una característica especial al respecto, y era que, cuando escupían, emitían un sonido final que sonaba como una doble “T”. Para distinguir cuando alguien se refería a un reptoide hembra de uno macho, empezaron a hablar de SSS-TT para las primeras, y SSS simplemente los segundos. A lo largo de generaciones, las hembras prácticamente fueron designadas sólo por el sonido “TT” y se olvidó la raíz original del siseo para ellas, pero se siguió con la costumbre de doblar el nombre para aquellas posiciones reales, así que la reina hembra reptoide, una vez más, fue conocida esta vez como TT-TT, y en varios mundos la llamaban TT-I-TT, TTA-TT, o TTA-TTA. Cuando querían hablar del poder supremo de la especie, el titulo no era otro que TT-TT-UR. Cuando además añadían otro sufijo como “-AN” que significaba “el más alto entre…”, y para echar más confusión al lenguaje, empezó a aparecer el título de TT-AN (titán), como aquel que designaba al cargo más alto entre la realeza de la corte suprema reptoide entre las hembras.
La cosa se ponía complicada, pensaban los pequeños novicios mientras trataban de retener el significado de todo este léxico… algo que el anciano monje pareció adivinar, pues les dijo:
…no es necesario que os preocupéis por todo esto, simplemente quería introduciros en algunas de las idiosincrasias del lenguaje Nekh pues su expansión por toda la galaxia tuvo repercusiones también en nuestro planeta cuando varios de sus sub-especies llegaron aquí hace mucho tiempo. Lo interesante es conocer cómo funciona su sociedad y su estructura, pues eso nos ayuda a comprender mucho de lo que pasa en los mundos que conquistan. Sigamos.
Veréis. En los inicios del imperio reptoide, la reina que ostentaba el trono tenía dos papeles separados, uno como la suprema reinante del vasto imperio sobre el que gobernaba (algo así como lo que hace hoy aquella que dirige hoy en día la Commonwealth), y otro como la única que podía tener descendencia real y asegurar la existencia de príncipes y princesas reales para el futuro. Tras la rebelión de las hembras, evidentemente lo único que se deseaba era tener descendencia femenina para perpetuar el poder de madre a hija. ¿Os acordáis que os dije que los ancestros de los Nekh eran los kheb, algo así como insectos-reptoide voladores, parecidos a un cruce entre libélulas y abejas? Por si no lo sabíais, en nuestro planeta, la reina de una colonia de abejas sólo se aparea una vez en su vida. Porta el semen de un macho en un pliego especial de su cuerpo y desde ese pliego puede fertilizar todos los huevos que pondrá a partir de ese momento.
Pues cuando la raza reptoide evolucionó con el tiempo, las hembras mantuvieron la habilidad de hacer lo mismo. Podían guardar el semen de diferentes machos y a partir de ahí fertilizar los huevos sin tener que aparearse de nuevo. La característica más importante de esto, es que todo huevo puesto por una hembra fertilizado desde el pliego del cuerpo de la reptoide daba lugar a una hembra reptoide, y sólo nacían machos de aquellos huevos que no habían sido fertilizados. Así, los machos nacidos de la reina, sus hijos, desde cierto punto de vista, no tenían padre, pues el huevo del cual nacieron no había sido fertilizado por la reina. Esto sucede también en nuestras colonias de abejas hoy en día en nuestro planeta, los zánganos provienen de huevos sin fertilizar, un proceso que se conoce como partenogénesis. Por lo tanto, las descendientes directas de la reina reptoide no tienen padre. De hecho, esa reina se podría haber apareado una sola vez siendo muy joven y no volver a hacerlo jamás. Los habitantes de otros mundos nunca hubieron conocido consorte real alguno, y sin embargo hubieran visto a la reina dar a luz una o varias veces.
…los alumnos estaban mudos de asombro…
quinta y última parte
La expansión del imperio Nekh-t, así como el de otras facciones, sub-especies y sub-razas reptoide que se habían ido desarrollando con diferentes nombres y pequeñas características que las iban diferenciando según su origen, linaje o territorio, seguía incrementándose a niveles inimaginables, llegando a tener colonias, puestos de observación, y centenares, sino miles, de mundos bajo su control. El nivel evolutivo de la especie como tal también avanzaba, lo hacían sus conocimientos, sus necesidades energéticas, de recursos, sus capacidades de control y, por otro lado, lo que menos decaía, era su fiero instinto predador, su afán de conquista y sumisión, de subyugación de todos aquellos de los que se consideraban dueños, y una polarización de un extremo servicio sólo a los intereses de la raza.
El hecho de llegar a tener un nivel evolutivo mucho mayor que el de muchas de las especies que conquistaban, o manipulaban, los hacían “invisibles” en términos energéticos, vibracionales y frecuenciales, por lo que no podían ser descubiertos fácilmente, si estos no disminuían conscientemente su nivel para poder interactuar con ciertas realidades mucho más densas y “sólidas” que en la que ellos existían. El concepto del tiempo y del espacio eran también muy diferentes, pues un solo día en la vida de uno de ellos equivalía a años o décadas en la existencia de los habitantes de muchos de aquellos mundos a los que llegaban y conquistaban, no siendo posible la gestión directa, por estar en rangos, percepciones y formas de existencia muy dispares, de ahí que siempre, o bien se instalaban coordinadores, gestores y gobiernos nativos bajo su mando, o bien se introducían en la población local al mismo rango y nivel que ellos, perdiendo parte de sus capacidades por ello, o manipulándolos a través de múltiples estructuras y formas de gestión creadas y perfeccionadas durante milenios por los mismos científicos que mantenían a la reina madre de la raza y la colonia origen, vida tras vida, en perfecto estado, moviendo su conciencia de vehículo receptor a vehículo receptor y asegurando así una continuidad en el poder jamás vista por ninguna otra especie.
El comercio, la guerra, la tecnología, el intercambio y expansión del imperio siguieron creciendo, y un día llegaron a uno de los cuadrantes de la galaxia que no habían explorado demasiado. En ese cuadrante, un nuevo sistema solar estaba en pleno crecimiento, y un lugar en ese sistema solar parecía prometedor…
Para hacer el resto de la historia corta, así fue como, milenios de millones después de que el primer kheb hubiera llegado a ser un nekh, llegaron a un planeta azul, un planeta que sería conocido como la Tierra, donde entonces, empezó otra historia muy diferente…
– ¿la historia de los jardineros de la Tierra, maestro? – preguntó un joven monje de improviso.
– Si, querido alumno, la historia de los jardineros de la Tierra, pues ahora ya conocéis el origen de aquellos que llegaron, y ya conocéis lo que pasó luego…aunque creo que es recomendable que volváis a revisar lo que vino a continuación y os expliqué en su día…así que os dejo ir por hoy, y confío que en esto haya sumado una pieza más al rompecabezas de vuestra comprensión.
La clase se desbandó. Todos los pequeños novicios volvieron a sus habitaciones y buscaron ávidos la historia en sus cuadernos que suponía a continuación de lo que acababan de oír y que empezaba así…
…Hace eones de tiempo, en el centro de nuestra galaxia, los maestros arquitectos, grandes creadores de vida que vivían junto al Logos se recreaban formando estrellas, soles y sistemas planetarios por doquier en los cuatro confines de la Vía Láctea. Varios de esos arquitectos planetarios, después de lanzar una estrella por aquí, un sistema por allá, se percataron de que en uno de los sistemas solares ya creados había hueco para otro pequeño planeta, y como estaban con el tono creativo subido, guiñáronse el ojo unos a otros y dijéronse: “creemos un lugar que sirva para ser disfrutado por todas las razas y seres que existen en nuestra galaxia, creemos un pequeño paraíso ahí donde las condiciones son óptimas para ello”.
Dicho y hecho, ese pequeño paraíso fue formado primero a nivel energético, los moldes de los diferentes cuerpos etéricos que iban a componerlo fueron creándose, primero desde el plano más sutil hasta los planos más densos, donde finalmente la materia empezó a condensarse y a formar una perfecta y compacta masa sólida…
Mientras tanto, el anciano monje se dirigió a su cuarto a descansar. Cerró los ojos y se quedó en estado meditativo mientras reflexionaba sobre lo que acaba de explicarles a los alumnos. De repente, notó una presencia detrás y sin abrir los ojos, supo que tenía visita.
– No nos gusta que hables sobre nuestro origen…
– ¿Por qué no iba a hacerlo? Es sólo un cuento…
– Os creéis muy listos, pero nosotros llegamos aquí hace mucho tiempo y somos los dueños y propietarios de todo esto, incluso del cuerpo que ocupas.
– Es posible que así fuera, pero ahora ya no es así. Ha llegado la hora de que la humanidad empiece a comprender mejor a los jugadores que se hayan involucrados en este juego, porque eso es lo que es, espero que no lo hayas olvidado.
– Mi punto de vista es muy diferente- dijo el visitante – sólo sois recursos para nosotros. Sólo sois como la hormiga que sube por el tronco de árbol, que con tanta exactitud le has contado a tus alumnos, y nosotros estamos fuera, controlando todo vuestro entorno, y no sabéis ni que existimos, no podéis comprender lo que somos y nunca llegareis a hacerlo.
– Así fue durante milenios, tienes razón. Pero escúchame esto que te digo, las hormigas están despertándose y son capaces de ver más allá de su hormiguero y su trabajo laborioso diario impuesto por todos vosotros. Empiezan a veros, empiezan a preguntarse quiénes sois y qué hacéis aquí, y ya nada podéis hacer para evitarlo. Vuestra furia e ira os ciega, vuestro instinto de supervivencia y conquista no os dejan ver que sólo sois unos jugadores como nosotros en este tablero de juego. Cumplís un papel y ese papel llega a su final.
– No cumplimos ningún papel, viejo monje, somos vuestros creadores y vuestros amos…
– Cumplís un papel evolutivo, vuestra malla de control, vuestra presencia, vuestra misma existencia en este planeta tiene una razón de ser para todos nosotros, pues sois un catalizador, un detonante, una motivación para crecer, avanzar, superarnos como seres humanos. Somos una raza sin parangón en la galaxia gracias a vosotros y a otros, y somos una parte eterna de la Fuente que dirige un vehículo físico que tiene un potencial ilimitado, somos grandes, eternos, y eso, como no lo podéis ver ni entender, es vuestra perdición…
– No vamos a dejar que desmontéis lo que tanto tiempo nos costó montar, no tenéis ni idea de nuestro poder.
– No, vosotros no tenéis ni idea del nuestro. Tu creador, la fuente de donde tú mismo vienes, es quien pone las reglas, y las reglas son que toda polaridad ayuda a crecer a la otra haciendo de catalizador para ello a través de pruebas, lecciones y obstáculos. Todo lo que habéis hecho en este planeta, a aquellos que lo han sabido ver como una oportunidad de crecimiento, ha sido parte de la mejor experiencia evolutiva que se puede encontrar en muchos años luz a la redonda..
– No tiene sentido hablar contigo, no entiendo porque no me tienes miedo, pero no me importa, pues aún sigues enganchado a la malla de control que creamos, aún sigues programado y controlado sin que lo sepas…
– Jajaja…. creo que no te has dado cuenta de algo- el anciano movió la cabeza para mostrársela al visitante – mira en mi nuca, echa un vistazo a la esfera mental, la negra, la que creasteis e insertasteis en nosotros… la que tiene toda la conexión con vuestra “matrix” … la que contiene los programas de control… mira de cerca…
– ¡aaaaaah! ¡está revertida y desconectada, no tiene nuestros programas! ¿cómo es posible? ¿no estás bajo nuestro sistema de control?
– No, ya me he desconectado y ya no tenéis ningún poder. Y ahora, buscaremos la forma de enseñar a hacer lo mismo al resto de seres humanos que estén listos para ello.
—
David Topí
Genial D. Topi.