Faltaban pocos días para el año nuevo chino de 2007 y Xiao Chaohua trabajaba en su pequeña tienda de ropa en una zona industrial de Huizhou, una ciudad a la orilla del delta del río Pearl, no lejos de Hong Kong.
Su hijo, que entonces tenía 5 años, estaba juguetón. Hacía un par de horas que habían visitado una playa cercana donde habían hecho castillos de arena y remado en las olas.
«Estaba muy feliz ese día», recuerda su padre. «Le hice muchas fotos con el teléfono».
En la moto de vuelta a casa, el hijo de Xiao se durmió y perdió un zapato. Así que cuando su madre se enteró, les regañó.
Pero el negocio estaba lleno de trabajadores de fábricas cercanas y no había tiempo para discutir.
Sobre las 7 de la tarde, cuando atardecía, el niño le pidió a su padre dinero para comprar su aperitivo favorito, una leche dulce, en la tienda de la esquina.
El niño se fue a comprar la leche con su hermana mayor, Xiao Lu, de 10 años.
Esa fue la última vez que Xiao vio a su hijo.
Comienza la búsqueda
Xiao se dio cuenta de que algo no iba bien cuando vio volver a su hija sola. Los dos niños se habían separado cuando Lu fue a hablar con una amiga y nunca más lo vio.
Así que el padre comenzó la búsqueda: fue a la tienda de la esquina y al café internet pero no lo encontró.
Tras llamar a la policía, un agente se presentó en su casa pero les dijo que no merecía la pena buscar al niño porque probablemente lo habrían robado y ya estaría en otra ciudad.
Pero eso no detuvo a Xiao.
Unas horas más tarde encontró a un trabajador inmigrante al que había visto jugando horas antes con su hijo. Lo llevaron a la comisaría pero, tras interrogarlo, lo soltaron por falta de pruebas. Después desapareció.
En la primera semana, Xiao pagó un anuncio en la televisión local que le costó US$8.000 pero no tuvo respuesta.
Siguió buscando días, semanas, meses, años… «No tengo planes», dice. «Me volví loco. Iba donde había gente, donde había multitudes».
El primer año, manejó su moto por toda la provincia de Guangdong, plagada de empresas manufactureras.
Puso avisos de la desaparición de su hijo en los que ofrecía recompensas por cualquier información en estaciones de autobuses y trenes y en centros comerciales.
Finalmente vendió su negocio y con los beneficios compró una camioneta.
Su mujer consiguió un trabajo en una fábrica de zapatos y su hija regresó a su ciudad natal en la provincia de Jiangxi para que la cuidaran sus abuelos.
Ese fue el inicio de un increíble viaje que llevó a Xiao a recorrer China: de la meseta tibetana a las megaciudades, pasando por pequeños poblados por caminos polvorientos, el viaje le llevó por lugares que no sabía ni que existían.
«20.000 bebés robados al año»
La agonía de Xiao es la misma que cada año sufren miles de padres en China.
Pese a que las autoridades locales no tienen datos, el departamento de Estado de EE.UU. estima que 20.000 niños son raptados cada año, unos 400 a la semana.
Los medios estatales han llegado a sugerir que la cifra real podría ser de 200.000 anuales, aunque la policía rechaza el número.
Por un bebé varón se puede llegar a pagar US$16.000, el doble que por una niña.
En el mercado de venta ilegal de bebés, persiste la preferencia tradicional de los niños de la cultura china porque mantienen el apellido de la familia y ofrecen apoyo financiero a los padres cuando son mayores.
Una vez raptados, a la mayoría de los niños se les vende para la adopción pero a otros se les obliga a trabajar como mendigos para bandas criminales.
La mayoría de los retenidos simplemente desaparece para siempre.
La primera vez que se habló públicamente del tráfico de niños en China fue hace 12 años cuando la policía de la provincia de Guangxi descubrió a 28 bebés en la parte trasera de un autobús.
Los habían drogado para que estuvieran callados y los habían almacenado en bolsas de nailon, donde uno murió por asfixia.
A los traficantes se los detuvo y a los líderes de la banda se los condenó a muerte.
Venta online
Pero a la vez que las autoridades incrementan su lucha contra el tráfico de niños, en los últimos años los traficantes de niños se han vuelto más sofisticados y muchas de las ventas ilegales se producen en internet.
Según la agencia estatal Xinhua, cuatro bandas que ofrecían «adopciones no oficiales» fueron desarticuladas en febrero del año pasado. En realidad, según las autoridades, eran «mostradores de venta de bebés robados a través de internet y foros online».
En esa operación se detuvo a 1.094 personas y se rescató a 382 bebés.
Hoy en día persisten los signos de preocupación de la existencia de un mercado de venta de niños online.
En un anuncio, vi como ofrecían una «niña de ocho meses saludable» por un coste de US$32.000. «No moleste si no va en serio», decía el aviso.
Contacté a la vendedora que me dijo que era una madre soltera con tres hijas: una de 3 años y dos gemelas de ocho meses.
No podía mantener a los tres niños, así que, me dijo, por eso estaba vendiendo a una de las gemelas.
«Me rompe el corazón, pero quiero una vida mejor para ella», escribió antes de mandarme una foto de los dos bebés.
Para comprobar que era real, le pedí hacer una videollamada y aceptó.
En una habitación oscura, sotenía al bebé frente a la cámara que, pese a ser muy pequeña para entender que le habían puesto a la venta, comenzó a sollozar.
Recién nacidos vendidos
Una vez que acabó la conversación, les dije a las autoridades lo que había pasado, pero nunca obtuve respuesta.
Es imposible saber si la mujer vendía a su propia hija, como aseguraba, o si era una traficante.
Pero la práctica de vender a bebés recién nacidos parece bastante común.
La BBC grabó de incógnito un hospital donde una doctora aseguró que frecuentemente se venden bebés para la adopción.
«Siempre que las familias lleguen a un acuerdo y se haga justo después de nacer, nadie tiene que enterarse», afirmó la doctora al justificar la práctica por las estrictas leyes de planificación familiar chinas que limitan el número de niños que pueden tener los padres.
Muchas familias sólo pueden tener un hijo si no quieren pagar estrictas multas.
Hace un par de meses, casi 8 años después de la desaparición de su hijo, Xiao llegó a la ciudad de Chengde manejando su camioneta cubierta por fotos de niños desaparecidos, entre ellos el suyo.
«Es un niño muy bonito y obediente,» dice. «Cuando me pidió dinero para comprar dulce, bromée con él: ‘¿Cuándo me lo vas a devolver?’ Y dijo: ‘Cuando crezca te voy a comprar un auto bueno: un BMW o un Mercedes'».
En Chengde, Xiao, que ahora trabaja en una organización que lucha contra el tráfico de bebés, dará una conferencia ante unos 40 estudiantes más o menos de la misma edad que hoy tendría su hijo.
La organización ya ha ayudado a recuperar algunos niños, sobre todo publicando fotos de menores que mendigan en las calles.
Y pese a que las autoridades chinas tienen estrictas sanciones contra los traficantes, Xiao quiere penas más severas para quienes compran niños.
En la actualidad, los compradores pueden enfrentar hasta 3 años de prisión pero, según los expertos, rara vez van a la cárcel.
Xiao cree que el mercado de compraventa ilegal de niños persistirá si no se cambia la ley.
Y dice que no dejará de buscar a su hijo hasta que no lo encuentre o se muera.
«Antes tenía pesadillas en las que mi hijo me decía que no lo quería encontrar», afirma. «Pero ahora sueño con que lo encuentro y somos felices juntos».
El mercado de bebés robados en China es más humano que el hacerlos desaparecer cuando eran hembras.