«El Misterio Perenne» Francesc Prims.

El Misterio Perenne

Encuentro muy significativo el hecho de que los velos que separan esta realidad de la de las «otras vidas» permanezcan tozudamente corridos. Ciertamente, hay cosmovisiones que explican aspectos de esas otras realidades, y contamos con el testimonio de muchas personas que nos cuentan cosas al respecto. Gracias a ello contamos con una cierta casuística, pero será difícil que se produzca una aceptación universal mientras el tema siga dependiendo de dar fe a unos testimonios.

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Han pasado milenios desde que se fundó la historia de la humanidad moderna, hemos ido a la Luna y desarrollado tecnologías increíbles. «Se nos ha permitido» descubrir muchas cosas, como la electricidad, la energía atómica e incluso, más o menos, la denominada «partícula de Dios», pero no parece que haya mucho interés cósmico en que sepamos todo lo que tiene lugar al otro lado del velo, un «otro lado» que los videntes nos dicen que está mucho más próximo a nosotros de lo que sospechamos.

Esto es tal vez así porque interesa, siempre ha interesado, ver cómo nos manejamos en base a nuestros propios recursos sin que tengamos demasiada conciencia de que todas nuestras acciones quedan registradas, lo cual podría motivar mucha falsedad en nuestros movimientos por esta dimensión y ello resultaría en una experiencia altamente incompleta; nuestro desempeño en esta vida no sería un fiel reflejo de nuestro momento conciencial.

Tenemos pistas de que nuestras acciones sí son registradas, incluso de que son «comentadas» amorosamente cuando llegamos al más allá, y en otros tiempos estaba extendida la convicción de un ojo de Dios omnisciente y juzgador. Nada de ello ha resultado ni resulta suficiente para evitarnos «extravíos» ante la ausencia de un contacto cotidiano y vívido con esas dimensiones del más allá.

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De modo que debemos ser nosotros mismos quienes nos sujetemos a ciertas reglas por nosotros mismos, en base a una convicción interna de lo que está bien frente a lo que puede no estarlo tanto.

Creo que es saludable que vivamos en equilibrio entre nuestra autenticidad y espontaneidad y la conciencia de que todos los movimientos que hagamos en nuestra vida (entendiendo «movimientos» en sentido amplio) son significativos.

¿Podemos vivir en esta «ambientación» y permitir que la vida sea fuente de gozo a la vez que está indisociablemente vinculada con lo perentorio del crecimiento personal y espiritual? Ésta es mi invitación con este escrito: que gocemos (o no, si no es lo que toca) y que ofrezcamos todas nuestras experiencias a la «cuenta corriente» del más allá para nutrirla conscientemente con el significado que le damos a todo lo que pensamos, hacemos y decimos, de modo que todo compute como «moneda corriente» en el saldo de nuestra cuenta evolutiva.

No por invisibles esas dimensiones no están, ni por no ver las «cámaras» dejamos de estar en el plató del Gran Hermano.

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Y esto me lleva a otra reflexión. Pues, realmente, el escenario que compartimos en este plano parece creado muy a conciencia. Todos hemos oído hablar de que después de la muerte vamos a recalar en un plano u otro, y que nos sería imposible acceder a un plano que no estuviese en sintonía, por vibración, con nuestro nivel evolutivo. Sin embargo, las muy distintas almas que van a parar a lugares tan distintos ¡están conviviendo entre sí aquí y ahora, en base al ancla que constituye el cuerpo físico! Estamos como en una especie de estación terminal de la que parten trenes en muy distintas direcciones, o en una especie de punto focal en que se desarrolla una especie de experimento comunitario a gran escala en que, parece, el «bien» tiene la oportunidad de aprender del «mal» y viceversa.

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¿Imagináis que los velos cayesen y que de pronto pasasen a estar accesibles las otras dimensiones?; nos podemos imaginar tomando el coche o el avión para ir a negociar con los señores del karma, o falsificando pasaportes para acceder a ciudades de luz a las que de otro modo no tendríamos acceso, y un largo etcétera. Por suerte, todo parece preservado gracias a los distintos niveles de vibración correspondientes a cada plano. Sí, podríamos decir que los distintos niveles vibratorios separan todo, excepto a nosotros, los habitantes temporales de lo físico, pues convivimos en una extraordinaria variedad de niveles vibratorios y concienciales. En nuestro caso sí es posible que el habitante de un suburbio asalte una mansión de lujo, o que la conducta de alguien ejemplar nos mueva a reconsiderar la propia. Puede ser que estas interrelaciones conviertan nuestra dimensión en el lugar más fascinante de todos los concebibles, con lo cual haremos bien en transitar por ella maravillados, con los ojos bien abiertos y dispuestos a aprender todo lo aprendible, sobre todo en cuanto a lo que proporciona paz al alma.


Francesc Prims
lacajadepandora.eu

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