En ti existen dos planos: el plano de la mente y el plano de la no-mente.
Dicho con otras palabras: el plano en el que vives en la periferia (la superficie del océano, las olas) de tu ser y el plano en el que estás en el centro de tu ser (el núcleo, la profundidad del océano).
En ese centro eres ya un Buda; tu naturaleza es búdica.
En la periferia, estás en el mundo: en la mente, en sueños, en ansiedades, en mil y un juegos. Tú eres las dos cosas.
Hay momentos en los que ves que durante unos breves instantes, eres un Buda. Eres la misma gracia, la misma consciencia, el mismo silencio, el mismo mundo de beatitudes, de bendición, de bienaventuranza.
Habrá momentos, vislumbres de tu centro. No pueden ser permanentes; una y otra vez, serás arrojado de nuevo a la periferia (la superficie, la mente). Y te sentirás estúpido, triste, frustrado, sentirás que te pierdes el sentido de la vida… porque existes en dos planos: el plano de la periferia y el plano del centro.
Pero poco a poco te irás haciendo más capaz de moverte de la periferia al centro y desde el centro a la periferia con toda soltura. Entrando y saliendo.
Del mismo modo, un hombre de consciencia y conocimiento se mueve desde la periferia al centro y desde el centro a la periferia. Nunca se queda fijo en ningún sitio. Se mueve continuamente porque esas son sus dos alas. No están enfrentadas una con la otra; están equilibradas en direcciones opuestas. Tienen que estar equilibradas, tienen que estar en direcciones opuestas, pero siguen perteneciendo al mismo ser. Tu exterior y tu interior son tus alas.
Esto hay que recordarlo perfectamente porque la mente tiende a quedarse fija.
Hay personas que están fijas en el mundo materialista; no pueden salir de él; dicen que no tienen tiempo para la meditación; dicen que aunque tuvieran tiempo, no sabrían meditar y no creen que pudieran meditar. Dicen que son mundanos; son materialistas. Han elegido una sola ala. Y por supuesto, si eso les produce frustración, es natural. Con una sola ala, tiene que haber frustración.
Y también hay personas que se hartan del mundo y escapan fuera de él, se van a los monasterios y se hacen monjes; viven en soledad, se imponen una vida de introversión. Entonces se aburren. De nuevo han elegido otra ala, pero otra vez es una sola ala.
No soy partidario ni de lo uno ni de lo otro.
Soy partidario de tener la capacidad de estar en el mundo materialista y aun así meditar. Relacionarte con la gente, amar, moverte en miles de relaciones, porque las relaciones te enriquecen, y que aun así seas capaz de tomarte unas vacaciones de todas las relaciones para poder relacionarte también con tu propio ser.
Relaciónate con otros, y relaciónate también contigo mismo. Ama a otros, y ámate también a ti mismo. Sal fuera, el mundo es bello, está lleno de aventuras, es un reto, te enriquece. No pierdas esa oportunidad.
Cada vez que el mundo llame a tu puerta, sal al exterior. Sal sin miedo. No hay nada que perder y puedes ganarlo todo. Pero no te pierdas. No salgas y te pierdas. Vuelve a tu centro de vez en cuando. Olvídate a veces del mundo; hay momentos para la meditación.
Si quieres estar equilibrado, debes equilibrar lo exterior y lo interior. Deben pesar lo mismo, para que nunca quedes descompensado por dentro.
A esto se refieren los maestros zen cuando dicen: «Camina por el río, pero no dejes que el agua te toque los pies.»
Vive en el mundo, pero no seas del mundo. Puedes estar en el mundo, pero no permitas que el mundo esté en ti. Cuando entras en casa (en tu ser), estás en casa… como si el mundo entero hubiera desaparecido.
Si de verdad quieres reír, tendrás que aprender a llorar. Si no puedes llorar, si no eres capaz de derramar lágrimas, serás incapaz de reír.
Un hombre de risas es también un hombre de lágrimas… así está equilibrado. Un hombre bienaventurado es también un hombre de silencio. Un hombre extático es también un hombre centrado. Las dos cosas van unidas. Y de esta unidad de polaridades nace un ser equilibrado. Ese es el objetivo.