Cuando te acercas a la Astrología, se pone en marcha un proceso de aprendizaje. Lo normal es que, cuando comienzas a estudiar, lo hagas con la motivación de conocerte a ti mismo, y de comprender y mejorar tu vida.
Entonces, empiezas a descubrir que tú mismo y tu vida no acaban en los límites de tu cuerpo. La Astrología te enseña que tú también eres tu entorno, tus padres, el país en el que vives, el planeta que habitas…
Comprendes, en suma, que nada de lo que ocurre en el Universo es ajeno a ti, y viceversa. Por eso decimos que la Astrología Psicológica y Transpersonal te pone en contacto con lo que realmente eres. Donde quiera que dirijas la mirada, ahí estás tú. Eso que captas (y lo que no percibes también), eres tú.
El problema es que no nos educan para ver las cosas de esta manera. Por lo tanto, cuando estudias Astrología estás aprendiendo a ver el mundo (y tu mundo) de una forma totalmente diferente. Y esto implica un desaprender muchas cosas que dabas por válidas pero que nunca te habías parado a comprobar.
El yo y las circunstancias
Tu realidad personal va mucho más allá de lo que nos han enseñado a percibir como persona, y esa es una de las primeras lecciones que te da esta forma de conocimiento que es la Astrología.
Pero no acaba aquí la cosa. Si sigues profundizando, llegas a entender que no sólo todo está conectado con todo: a un nivel más profundo, todo está incluido en todo. En cada partícula del Universo está reflejado el Universo entero.
“Yo soy yo y mis circunstancias”, dijo Ortega y Gasset, que para eso era filósofo. Piensa en todo lo que implica que tú estés aquí, en este momento.
Piensa en la cantidad inconcebible de carambolas cósmicas que tuvieron que darse para que tú puedas decir “yo”, y verás cómo ese yo se hace cada vez más pequeñito. Tan pocas cosas dependen de tu yo, empezando por tu existencia misma!
Pero te han enseñado que “yo” es fundamental, es lo más importante.
Qué nos enseñan a ver, qué nos enseñan a ser
Desde muy pequeño, en realidad, desde que naces, tu entorno te educa. Absorbes como una esponja todo lo que hay a tu alrededor, sin límites.
La mirada de un bebé es pura: percibe sin juzgar. Se dice que “los niños dicen siempre la verdad”, y así es. Cuanta menos “educación” posee la persona, más tenderá a expresar las cosas tal como las ve.
Según creces, te educan y te socializan. En otras palabras, te enseñan a ver el mundo de determinada manera, inevitablemente limitada y limitante.
Y es necesario que esto sea así. Porque no somos “seres naturales” guiados puramente por el instinto.
Vivimos en un núcleo familiar, primero, y social, después, donde existen unas normas y unas reglas que permiten que la convivencia sea posible. Aprender a respetar esas normas nos da unas posibilidades de supervivencia mayores que las que teníamos en la “vida salvaje”.
De modo que la educación y la socialización son necesarias. Porque nos permiten más y mejor comunicación con el grupo, y una existencia más placentera. Aunque a veces lo olvidemos, la sociedad nos hace mejores: nos empuja a desarrollar habilidades y capacidades que, de otra manera, nunca explotaríamos.
Compara, si no, las posibilidades que tiene un chimpancé de satisfacer su curiosidad, y las que tiene un ser humano moderno.
La educación social que recibimos está orientada, en definitiva, a ser un yo en un grupo, con el fin último de optimizar nuestras posibilidades de supervivencia.
Los problemas personales comienzan cuando, por estar demasiado pendientes de sobrevivir, nos olvidamos de vivir. Cuando, por un exceso de identificación con los valores, tradiciones y prejuicios del grupo, limitamos las necesidades y deseos que tenemos como seres únicos.Cuando lo social acapara el espacio de lo individual.
La ignorancia nos convierte en seres insatisfechos
La educación que recibes está limitada por las necesidades de orden social, por una parte, y por la importancia que, como seres vivos, debes dar a tu yo, que es el mecanismo que nos permite percibirnos como individuos separados del resto, con la finalidad, por supuesto de sobrevivir y transmitir tus genes.
Lo social y lo individual ponen el marco y establecen, así, los límites (y limitaciones) de tu educación. Pero, aunque sólo sea a nivel inconsciente, sabes que hay más, que tú eres más. Y empiezas a experimentar el yo y lo social como obstáculo, como problema.
Entonces, puede llegar un momento en que no estás a gusto en tu entorno, y sientes que los valores del grupo no coinciden con los tuyos. Incluso, puedes llegar a sentir que operan directamente en tu contra.
Lo curioso es que todos, en algún momento, nos sentimos así. Pero nos callamos por miedo a sentirnos bichos raros. Pensamos que los demás no tienen, aparentemente, problemas con su entorno. Como si su educación hubiera sido tan eficiente, que no necesitan saber más y funcionan muy bien de esa manera.
Y entonces nos preguntamos “qué me pasa”, y hasta nos sentimos culpables por no haber aprendido a “hacer bien las cosas”. Si la educación que recibimos es completa, entonces es culpa nuestra si lo que sentimos no coincide con lo que se espera de nosotros.
Es el momento de expandir los límites, de ver un poco más allá, y empezar a contarnos la película completa, sin esa censura rígida que impone el medio. Aquí es donde se imponecambiar la mirada y ver más allá de lo que te contaron que era cierto.
Conocer es liberarse
Por eso resulta tan liberador estudiar Astrología, por ejemplo, y descubrir que el mundo es muy diferente, y es mucho más que lo que te enseñaron.
Mientras permaneces en la ignorancia, sufres. Cuando descubres que hay más, que eres más, entonces comienzas a liberarte de los límites de tu educación.
Sólo que no cambia tu percepción sobre una parte de la realidad, sino que le da un sentido enteramente nuevo y completo a la totalidad del Universo, y a tu lugar dentro de él. Y eso es lo que la hace una ciencia tan especial.
A ti que estudias Astrología ¿sientes cómo ésta ha cambiado tu percepción?
A ti que no la conoces ¿te atreves a descubrir que el mundo se puede ver de una manera diferente?
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