Una colaboración de Adriana Babè
En las últimas décadas, y gracias al cambio de roles en la figura de la mujer, resulta curioso ver como está apareciendo un nuevo fenómeno que podría describirse casi como “el síndrome de lamala madre“. Es fácil de comprender y estamos seguros que más de una de nuestras lectoras, se verá identificada.
La mujer de hoy en día no solo aspira a tener una buena carrera profesional, a disponer de independencia económica, una buena pareja que la comprenda, un grupo social de amigos/as con los que identificarse, sino que además, y dentro de este complejo círculo, se encuentran también ellos: los hijos. Lo más importante de su vida, pero a los que, de algún modo, tiene la clara sensación de no dedicarles todo el tiempo que desearía.
Es entonces cuando surgen las dudas ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Y si no estoy atendiéndoles lo suficiente? ¿Y si estoy cometiendo algún error? Todo ello, les lleva en ocasiones a padecer lo que se conoce últimamente con el “síndrome de la mala madre“.
A día de hoy la “maternidad”, ha dejado de focalizarse exclusivamente en la figura de la mujer. Los papeles están más abiertamente compartidos, y eso, sin duda, es muy bueno, pero de alguna forma, la figura materna sigue viéndose así misma como un eje vital en la crianza. De ahí, las dudas, de ahí las preocupaciones.
¿Cómo podemos educar niños felices en medio de esta sociedad tan exigente, en la que habitualmente, no tenemos tanto tiempo como deberíamos? Te damos una serie de claves que pueden servirte de ayuda, ya seas padre, educador, o una madre que piensa, erróneamente, que no está siendo una “buena madre”.
1. Ayúdales a tomar decisiones
Es posible que no puedas dedicarles todo el tiempo que te gustaría. Tienes un horario de trabajo determinado y a veces, no llegas a tiempo a casa para hacer con ellos los deberes o para salir a pasear un rato. No importa. No obstante, sí que hay algo que debes evitar.
No permites que se encierren en sus habitaciones, no dejes que la televisión, el ordenador o los videojuegos “os quiten” ese poco tiempo que podéis compartir de la mejor forma: hablando.Mantén con ellos una charla diaria con tranquilidad y cercanía. Conoce cuáles son sus preocupaciones, sus deseos.
Si tienen algún problema, no lo resuelvas por ellos, ofréceles estrategias y consejos para que lo hagan por sí mismos. Para educar niños felices hemos de conseguir primero que sean responsables de sus propios asuntos, dándoles medios con los cuales, afrontar esos pequeños problemas cotidianos. Hazlo con cariño, preocupándote, pero ofreciéndoles autonomía.
Si se equivocan en alguna ocasión, jamás los reprendas o los sanciones. Ayúdales y enséñales, que en la vida, también hay fracasos y que de todo se debe aprender. Es necesario también que vayan gestionando el importante concepto de la “frustración”.
2. Ofréceles autonomía dentro de unos límites
La educación empieza desde el momento “cero” del nacimiento, y recuerda, es cosa de dos. Los dos progenitores deben estar de acuerdo en qué pautas educativas hay que aplicar, delimitar qué se va a permitir, qué horarios establecer, qué prohibir y qué negociar.
Los niños deben saber desde muy pequeños que en casa, como en la sociedad, hay unos límites que debemos respetar, y cuanto antes lo sepan más seguros se van a sentir, por que van a saber a qué atenerse en cada momento. Una vez establecidas las normas, ofreceremos derechos, y todos los derechos se negocian y se dialogan.
Es importante además que ofrezcamos a los niños una autonomía adecuada según sus edades. Es un modo de que puedan sentirse capaces y seguros de sí mismos, teniendo siempre nuestro apoyo y nuestra orientación en cada momento. Ofréceles siempre tu confianza, dialoga antes de sancionar, escúchales antes de reprenderles y habla, habla todo lo que puedas con ellos. Que jamás te vean como a un enemigo.
3. Nunca intentes compensar el tiempo que no puedes pasar con ellos
Es un error que cometen muchos padres y madres de hoy en día. Al no poder pasar con ellos todo el tiempo que nos gustaría, acabamos cayendo en el recurso fácil de compensarles con un regalo, con un juguete, con ese videojuego que siempre piden, con esa tableta, con ese móvil… Es un gran error.
Los niños no aprecian tanto los regalos como pensamos. Y más si lo utilizamos como chantaje, porque ellos, en el fondo, acaban comprendiendo muy bien la estrategia. Así pues, debemos tenerlo claro: no hay nada que compensar. Los padres trabajan y es lo habitual, cada uno en la familia tiene una función y un papel, no tenemos que compensarles con “objetos” por no estar en casa.
Compénsales con “calidad” de vida. El tiempo que estés con ellos, que sea siempre el mejor, el más sincero. Así que no dudes en hacer cosas juntos con ellos, en jugar, hablar, cocinar, pasear… Cierra el móvil y ríete con tus hijos, sin preocuparte en si eres o no eres el padre o la madre “perfecta”. No importa, hay mil formas de ser un buen progenitor y todos nos valen para educar niños felices.
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