Por el contrario, las manifestaciones de esta semana fueron más modestas y con la intención de centrar la atención en las zonas más pobres del país. Considerando que la gran participación de la semana pasada se produjo principalmente en Tel Aviv, esta semana las protestas en Israel se extendieron desde Nahariya, en el norte, en la frontera con el Líbano, a la ciudad portuaria de Eilat, en el extremo sur de Israel.

En general, la policía dijo que más de 50.000 personas asistieron a las protestas en una docena de lugares. Los medios de comunicación israelíes elevan la cifra a alrededor de 70.000 en todo el país.

En la protesta más grande, por lo menos 25.000 personas salieron a las calles de Haifa en el norte de Israel, según el portavoz policial Micky Rosenfeld. Otra gran manifestación se llevó a cabo en Beersheva en el sur de Israel, donde músicos y manifestantes realizaron tamboradas, ondearon banderas y pancartas como «el pueblo exige justicia social».

Por primera vez, también hubo protestas en ciudades árabes.

En menos de un mes, el movimiento se ha disparado a partir de unas pocas carpas en Tel Aviv a un fenómeno en todo el país.

Las protestas en Israel se han centrado inicialmente en los crecientes precios de la vivienda, pero rápidamente se han convertido en una expresión radical de la rabia contra una amplia gama de asuntos económicos, incluyendo el costo de los alimentos, la gasolina y la educación.

El movimiento popular ha aprovechado un sentido más amplio de la frustración por una clase media en erosión y las crecientes brechas entre ricos y pobres.

En respuesta, Netanyahu ha nombrado un comité especial para atender las demandas de los manifestantes.

Los manifestantes han rechazado todas las reformas ofrecidas hasta ahora por el gobierno y han llamado a una marcha de millones de personas en 50 ciudades de Israel el 3 de septiembre.