Aida. Los Niños Migrantes, la Dura Realidad

Algunos países al sur del nuestro como El Salvador, Honduras y Guatemala están viviendo una emigración inusual de niños y adolescentes hacia los Estados Unidos.

El paso obligado de estas personitas es a través de nuestro país, en una travesía de miles de kilómetros plagada de riesgos y peligros para su integridad física, mental y emocional.

En estos grupos de viajeros inocentes, se encuentran jovencitas adolescentes cargando en brazos al hermanito o a los hermanitos bebés o de edad prescolar en unas condiciones simplemente infrahumanas. Pues simplemente, son niños que utilizan pañales y que requieren cuidados maternos aún, quienes están al cuidado de sus hermanas mayores, niñas a su vez.

La magnitud de este problema, debe estar siendo atendida ya por la ONU a través de la Cruz Roja Internacional para brindar ayuda de emergencia a estos chiquillos y chiquillas que con rostro de desamparo aparecen en las fotografías de los periódicos y noticieros televisivos norteamericanos.

HISTORIA
Según anota un diario texano, en mayo de 2012, el gobernador de Texas el Sr. Richard Perry, envió una misiva al presidente Obama, informándole del flujo de niños que estaba ingresando a territorio estadounidense a través de la frontera en el estado de Texas y que en ese momento era de 5,200 niños que arribaron al país sin la compañía de algún familiar adulto.

Debido a que alguna ley de inmigración, impide a las autoridades aduanales deportar a sus países de origen a personas menores de edad, el estado de Texas debe mantener a estos niños dentro de territorio norteamericano, aunque por tratarse de un asunto federal, queda en manos del departamento de Inmigración el problema de estos niños migrantes.

Dos años después, en 2014, el número de niños y menores que han ingresado a territorio norteamericano de forma ilegal y sin acompañantes ha aumentado a 52,000.

Independientemente de las razones políticas que tengan las autoridades del vecino país para resolver o dejar pasar el tiempo ante esta bomba de tiempo que les significa tal cantidad de menores sin sustento ni forma de mantenerse, está la crisis humanitaria que representa la presencia de estas criaturas, tan apremiante y difícil de resolver como lo han sido en su momento otras situaciones que se dan en países lacerados por guerras, guerrillas o desplazamientos humanos.

La situación de estos menores es en extremo crítica, son niños que han viajado desde sus lugares de origen sin dinero, sin equipaje, sin forma de atender sus necesidades más básicas. Son niños que no han tomado un baño en varias semanas, que han contraído infecciones de tipo intestinal, respiratorio, dermatológicas entre otras, por la precaria situación en que han vivido.

También son niños que han contraído otro tipo de infecciones virales propias de la infancia como varicela y sarampión y otras propias de la desnutrición como la tuberculosis, además de las que se han desarrollado por la falta de higiene como la sarna, altamente contagiosa y las infestaciones de piojos que presentan estos niños por el hacinamiento en que han viajado y en el que se encuentran ahora, sin recibir atención médica adecuada.

Uno de los gritos de alerta por parte de las autoridades de salud norteamericana, es que no tienen personal adecuado para atender a los miles de infantes que requieren cuidados especiales.

Para comenzar, deben atender las necesidades básicas de alimentación e higiene como el baño diario y aseo de los lugares en que están viviendo, así como el adecuado desecho de los detritus naturales de los miles de migrantes. El problema es que no tienen instalaciones tan grandes para darles cabida, ni mucho menos para brindarles atención médica a la mayoría de ellos que están en condiciones difíciles de salud.

Debido a la erradicación de muchas enfermedades contagiosas en territorio norteamericano, la población y el personal de salud carece de anticuerpos para defenderse de un eventual brote de infecciones del tipo de la tuberculosis, sarampión, hepatitis, malaria, dengue, sarna, etc.

Miles de niños con vómitos y diarrea por gastroenteritis infecciosas, niños con erupciones cutáneas de difícil diagnóstico, tanto como que en los Estados Unidos el sarampión ya es una enfermedad infantil casi erradicada, los médicos norteamericanos ni sabrían reconocer.

Niños enfermos con tos permanente, con altas temperaturas, escupiendo sangre por el bacilo de la tuberculosis, es lo que están enfrentando el resto de las personas, entre detenidos y custodios, que deben convivir con ellos día y noche, en lugares limitados como campos de concentración, llamados centros de detención.

Es por esta razón, que de Austin la capital del estado del estado de Texas, están enviando a estos menores hacia las fronteras en espera que el presidente Obama de la orden de deportación y una de las fronteras más grandes es la de El Paso, Texas, colindante con Ciudad Juárez en nuestro México. Si bien para el opulento y acaudalado país a donde han llegado estas decenas de miles de niños en el más completo desamparo, el ingreso de personas portadoras de algunas enfermedades potencialmente mortales representa un problema mayúsculo, imagínese para nuestro estado de Chihuahua, lo que significará recibir en las caritativas pero limitadas instalaciones de un DIF, ya no digamos miles sino decenas de niños en estas condiciones.

El riesgo sanitario al que estará expuesta la población chihuahuense, amén del costo económico y saturación de espacios en los centros de salud a los que serían canalizados para su atención, digamos como el Seguro Popular, amerita que nuestro Gobernador el señor César Duarte Jáquez, se anticipe y solicite ayuda internacional para la atención humanitaria que requiere el problema que se enfrentaría ante un evento de tal magnitud, en caso de que los niños y jóvenes sean deportados hacia nuestro país a través de nuestro estado.

Revista Mundo Natural

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