El abrumador aumento de condiciones como el asma, la diabetes y la obesidad frecuentemente es atribuido al estilo de vida moderno sin pruebas contundentes de que nuestros ancestros también sufrían de estos mismos malestares… hasta ahora.
En 2008, un helicóptero militar se topó por casualidad con un inexplorado grupo de chozas en una remota región amazónica en el sur de Venezuela. Era un asentamiento yanomami de 15.000 personas.
Se estima que han vivido completamente aislados desde que sus ancestros llegaron hasta Sudamérica después de la última edad de hielo.
Esta población parcialmente nómada de cazadores recolectores nunca ha estado expuesta a la civilización moderna y, por ende, tampoco lo han estado sus intestinos.
La comunidad caza pequeñas aves y mamíferos, al igual que ranas y peces y, de cuando en vez, un tapir. También consumen bananas silvestres, plátanos y yuca.
El agua es recolectada de un arroyo que queda a unos cinco minutos a pie de la aldea.
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Un grupo internacional de científicos estudió el grupo, cuya locación exacta permanece protegida, para ver qué microorganismo viven con -y dentro de- ellos.
Algunos microbios causan enfermedades, pero la mayoría son completamente inocuos y los humanos no podrían vivir sin estos.
Los microbios con los que nacemos, que principalmente provienen del canal del parto de nuestras madres, conforman la base de un microbioma que llevamos toda la vida.
Estamos literalmente invadidos por ellos, dentro y afuera. Pero la vida moderna puede alterar esta composición microbiana.
El uso de antibióticos, alimentos procesados y el jabón puede haber contribuido a una menor diversidad de nuestros microbios, según el doctor Gautam Dantas, de la Escuela de Medicina Washington, uno de los investigadores que estudió a los yanomami.
Microbios en equilibrio
El doctor Dantas, cuyo estudio se publicó en Microbial Ecology, dice que es lógico relacionar este comportamiento con el incremento de «nuevas» enfermedades como el asma, la enfermedad inflamatoria intestinal y la diabetes.
María Gloria Domínguez Bello, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, analizó microbios de los yanomami y los comparó con los de grupos modernos occidentales.
La doctora Domínguez Bello considera que la infancia es un período importante para preparar el sistema inmune, cuando se puede aprender a distinguir cuáles son los microbios buenos y cuáles se deben combatir.
Señala que los menores estadounidenses reciben, en promedio, dos tratamientos de antibióticos en su primer año de vida y que uno de cada tres nace por cesárea.
En Brasil, por su parte, uno de cada dos bebés nace por cesárea.
Domínguez Bello dice: «Si se altera esa bacteria buena, podría ser que el sistema inmune del bebé quede mal preparado y responda incorrectamente a otros agentes y bacterias».
Los yanomami permitieron que los microbios de sus bocas, piel y heces fueran analizados por el equipo de investigadores internacionales.
La doctora Domínguez Bello se sorprendió con los resultados. Los microbios de la piel y los intestinos eran 40% más diversos que los de la gente urbana moderna.
«La diversidad en el intestino es realmente impactante, y creemos que ésta juega muchos papeles importantes en la digestión y en la comunicación con el sistema inmune», explica.
«Queremos conocer cuáles bacterias hemos perdido y cuáles eran sus funciones y si podemos recuperarlas eventualmente.»
En contraste, los microbios encontrados en las bocas de los yanomami tenían un equilibrio similar a los de los grupos urbanos modernos, lo que algunos investigadores explican como el resultado del hábito que tienen los indígenas de mascar tabaco -un leve antiséptico- desde temprana edad.
Resistencia antibiótica
Otro descubrimiento importante fue que los microbios de los yanomami tienen genes resistentes a los antibióticos a pesar de nunca haber entrado en contacto con fármacos modernos, aunque estos genes no están activados.
El doctor Dantas dice que encontraron seis genes resistentes.
«La resistencia antibiótica es una característica natural de las bacterias en el cuerpo humano. No es algo generado por el uso de antibióticos, aunque sí se amplifica cuando se toma antibióticos».
Este microbioma «de referencia» del aislado pueblo yanomami también ha sido comparado con otros pueblos de cazadores recolectores de Malawi, como también con los amerindios guahibos, cuyas poblaciones están haciendo la transición hacia la vida urbana con acceso a cuidados médicos y cambios en su agricultura.
Se encontró que entre más expuestos están a la vida moderna, menos diverso es el microbioma.
Dantas indica que se necesitan más estudios para entender el papel de estos genes resistentes, para entender el efecto que tienen sobre el sistema inmunológico y el metabolismo.
Una vez se sepa esto, ¿podríamos simplemente «recargar» nuestros microbios para reducir el impacto de la vida moderna?
El doctor Dantes piensa que habrá un interés comercial en el desarrollo de compuestos sintéticos que modulen los efectos de la vida moderna.
Todavía cree, sin embargo, que tenemos una responsabilidad de reducir nuestro uso de antibióticos y tal vez no ser tan obsesivos con la limpieza.
En el mundo occidental… El microbioma bacterial de los humanos, ya le pertenece a MONSANTO.
IN LAKECH.