La idea de una “revolución” suele ir asociada a un cambio violento y radical en las instituciones. Sin embargo, quizás la próxima revolución no necesite la violencia para ponerse en marcha y la tengamos muy a mano, exactamente al alcance del bolsillo. ¿Te has preguntado alguna vez por qué compras los productos que compras? ¿Y por qué compras siempre en los mismos establecimientos? El impacto que tiene el uso que hacemos del dinero nos convierte en seres muy poderosos y lo más paradójico es que la mayoría no somos conscientes. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, si sólo comprásemos productos de empresas socialmente responsables? ¿Qué efectos tendría sobre el sistema económico si dejáramos de trabajar con bancos que han sido denunciados por malas prácticas? ¿O si no comprásemos productos a empresas que experimentan con animales?
El poder que tenemos los consumidores sobre las empresas es mucho mayor de lo que pensamos. Si todos cambiásemos nuestros hábitos de consumo, ahorro e inversión, removeríamos los cimientos del actual modelo económico. Hacer un uso responsable del dinero puede convertirse en un acto revolucionario que ponga fin a este colapso de la economía especulativa al que hemos llamado “crisis”. Las pequeñas decisiones, como comprar un refresco o abrir una cuenta corriente, podrían cambiar el mundo. En un escenario así el papel de la llamada banca ética puede ser determinante.
Las entidades bancarias éticas solo conceden créditos a empresas o particulares que fomenten la economía real, promuevan beneficios medioambientales y generen servicios que prioricen el comercio justo y la ayuda social.
Las personas deben poner el dinero donde estén sus valores. Los problemas del mundo son en el fondo el reflejo de nuestros propios problemas y contradicciones. No podemos esperar a que los gobiernos los solucionen, debemos ser nosotros quienes asumamos esa responsabilidad. Y un uso responsable y consciente de nuestro dinero puede ser el primer paso de una nueva revolución, pacífica y silenciosa, que transforme nuestro sistema económico en un sistema más justo y sostenible. Para ello es imprescindible cambiar el miedo, la codicia y las ansias de poder (motivaciones habituales en nuestra relación con el dinero) por cooperación, respeto y sed de justicia.