Por Mercedes Mendez (Mechi), 17 de mayo de 2015
Enfermera Profesional
Aproximadamente a mediados de 2011 conocí a Evelyn. Mirando ahora viejas anotaciones, supe que entonces tenía 16 años, recuerdo que al asistirla me dijo que era tímida, que le costaba un poco comunicarse y que la mamá –se llamaba Carmen y la acompañaba siempre-, era de hablar poco; que no tenían casi amigos acá –en Capital donde estaban viviendo desde hacía un tiempo en un departamento de un ambiente- y que sí chateaba con su mejor amiga –Guillermina- que vivía allá en su lugar, la ciudad Monte Maíz, Córdoba.
Puedo agregar que era dulce, bella, que sí hablaba si se la esperaba y escuchaba, que en ese momento se estaba haciendo las últimas sesiones de radioterapia a raíz de un tumor renal muy agresivo que la afectaba y que, lamentablemente, su posibilidad de curarse ya era casi nula al conocerla.
Hoy, a casi cuatro años, me viene a la mente una vez más esa mañana de 2011 que me encontraba pegando afiches para difundir la primera charla que se haría en el Hospital Garrahan sobre “Agrotóxicos y Salud”, a cargo del Dr. Medardo Ávila Vázquez:
y una voz por detrás me dice: “sabes que ahora que te veo pegar eso…siempre pensé que esos venenos nos estaban enfermando”…cuando me di vuelta para saber quién me hablaba, confirmé que era la mamá de Evelyn que, con su hija del brazo ya muy decaída, débil, estaba haciendo uno de los tantos periplos que deben hacer pacientes y familiares en sus días de hospital. Y sin duda era una de esas precisas observaciones que nunca nadie, hasta el relevamiento sanitario a cargo de Medardo Ávila Vázquez y equipo, había prestado atención ni ofrecido respuesta acorde a lo que allí sucedía.
Poco tiempo después nos reencontramos en la asistencia. En esos pocos encuentros compartidos, supe por una tristísima mamá que el papá de Evelyn también había padecido cáncer, de colon más precisamente y que había fallecido hacía un tiempo nomás, que también había otro de los afectos –adolescente- asistiéndose por un cáncer óseo en Buenos Aires y que esta patología se reiteraba en otros familiares y vecinos, conocidos, cercanos.
Como pasa con los pacientes con enfermedad terminal y Evelyn lo era lamentablemente, no desconocía su realidad, su pronóstico y no hacía falta demasiado análisis explicativo: su propio cuerpo quebrado, dolido, se lo gritaba en silencio, el tiempo se agotaba y ella quería volverse a Monte Maíz “curada” pero si eso ya no era posible, prefería volver igual para estar en familia y claro, con su perra salchicha Isa a quien también, me contara, extrañaba mucho en cada internación.
Evelyn pudo regresar a su querido Monte Maíz, muriendo a las pocas horas de llegar.
Nunca más pude borrarme esa ciudad, ni esos relatos de la cabeza.
El año pasado supe del relevamiento sanitario que se iba a llevar a cabo justamente en esa ciudad, sentí entonces una mezcla rara de tristeza, bronca y también creo que alivio ya que pensé: por fin la historia de Evelyn, su familia y sus vecinos, de enfermedad y muerte, que los acosaba y aturdía hace años, iba a ser escuchada y podría comenzar, de algún modo, a sanar.
Tengo el convencimiento que un muestreo o campamento sanitario, realizado de manera seria, sin datos manipulados, no puede dar como resultado otra cosa: corroborar en una estadística lo que los habitantes del lugar vienen narrando y denunciando, sin ser escuchados.
Y así fue, los datos –contundentes- que en primer lugar le pertenecen a los habitantes afectados, quienes solicitaron el estudio, fueron más que significativos y confirmaron sus sospechas: “Monte Maíz muestra un aumento de afecciones graves como neumopatías, cáncer, abortos, malformaciones congénitas, hipotiroidismo y colagenopatías para las que existen fuertes indicios de que se desencadenan y/o acentúan en el contexto de intensa contaminación con plaguicidas que refiere este estudio ambiental”
Pero…¿es que serán tan necios y serviles los personajes que sugieren “sumariar” al Dr. Medardo, bajo estúpidos pretextos, creyendo que de esa manera podrán continuar escondiendo tanta enfermedad y muerte en Monte Maíz, como en tantos otros pueblos del interior del país, impunemente bajo la alfombra?
¿Dónde estaban cuando Evelyn, familiares y vecinos enfermaban y morían sin respuesta alguna? O creerán que la gente es tan idiota que se asusta ahora, por ver en un estudio lo que ellos venían denunciando con sus cuerpos?
¿Será que tienen miedo que la ciencia deje de ser cómplice de ese negocio perverso que representa un modelo productivo en el que prevalece el dinero por sobre la salud y el medio ambiente?
Creo que como dice el maestro Osvaldo Bayer, la ética al final siempre triunfa y que podrán seguir intentando poner palos en la rueda pero la verdad sobre un modelo extractivo que contamina, envenena, enferma y mata saldrá definitivamente de abajo de la alfombra. Será el momento en que logremos subvertir los valores y se comience a priorizar la salud, se deje de perseguir a profesionales solidarios y los responsables materiales e intelectuales rindan cuentas sobre tanta enfermedad y muerte que han provocado, a cambio de dinero.
Ese día tal vez, aunque aún falte mucho, Evelyn y su familia puedan obtener un poco de serenidad, esa tranquilidad que solo se respira cuando hay justicia.
En apoyo incondicional al Dr. Medardo Ávila Vázquez y a todos los profesionales (UNC y UNLP) que realizaron el relevamiento socio sanitario en Monte Maíz y por el derecho a la salud de todos sus habitantes
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