Cataluña inicia este viernes 11 de septiembre, con su Día Nacional, el mes más agitado de los últimos 40 años, dos semanas que culminan el 27 de septiembre, cuando los catalanes acudan a las urnas, unos para refrendar su deseo de independizarse de España, y otros con la idea de escoger el Gobierno que regirá los destinos de la región más rica de España durante los próximos cuatro años.
La mayoría de los partidos independentistas se han reunido en la coalición Junts pel Sí (Juntos por el Sí), que incluye al actual presidente catalán, Artur Mas, que acosado por las denuncias de corrupción contra su partido que ha administrado los designios de Cataluña durante más de 30 años, se presenta en un discreto cuarto puesto en una lista que lidera el exeurodiputado comunista, Raül Romeva.
El presidente catalán ve los comicios en clave plebiscitaria ya que el Gobierno conservador de Mariano Rajoy no ha permitido ningún referéndum. Sin embargo, ya ha anunciado que seguirá con el proceso separatista si obtiene una mayoría de escaños, aunque no de votos, que es lo que avanzan todas las encuestas.
El sistema D’Hondt que se aplica en España valora más el voto rural, que en el caso catalán es más nacionalista, que el urbano.
«Si hay mayoría absoluta independentista saldrá adelante la hoja de ruta para alcanzar un Estado independiente», aunque «no logre una mayoría de votos», aseveró Mas el pasado 4 de septiembre sobre cómo se debían contabilizar los votos.
Según un estudio demoscópico sobre las encuestas realizadas hasta ahora, las formaciones independentistas obtendrán alrededor de los 73 escaños en las elecciones, logrando una amplia mayoría absoluta, con el apoyo de 1,9 millones de electores y el 48 por ciento de los votos válidos.
La población catalana suma 7,519 millones de personas, según datos de 2014, y el censo electoral asciende a 5.510.713 personas, según la información actualizada el pasado 6 de agosto por el Instituto Nacional de Estadística.
La hoja de ruta independentista presentada por Junts pel Sí prevé, de ganar las elecciones, aprobar una declaración solemne sobre el inicio del proceso de secesión, ofrecer diálogo al Gobierno de Rajoy para pactar la secesión y empezar a poner en marcha las llamadas «estructuras de Estado».
En paralelo, se abrirá un proceso participativo para redactar la Constitución catalana.
Una vez realizados estos primeros pasos, se aprobaría una «ley de transitoriedad» para dar cobertura legal a la independencia.
La «desconexión» con España se produciría en un plazo máximo de 18 meses, después de las elecciones de este 27 de septiembre. El nuevo Gobierno sometería a referéndum la Constitución catalana.
Estos son los planes de Mas. Otra cosa es que lleguen a buen término.
De entrada, para iniciar su plan necesitará el apoyo de los diputados de la CUP (Candidaturas de Unidad Popular), una organización de la izquierda radical que defiende una Cataluña independiente y socialista.
La CUP ya ha dicho que solo seguirá adelante si el bloque rupturista obtiene una mayoría suficiente tanto en escaños como en votos. Además dado el perfil neoliberal de Mas, las bases de la CUP no pueden ideológicamente apoyar al adalid de los recortes en España. Habrá que ver, finalmente, si la apuesta social se impone a la apuesta nacional.
Los independentistas tendrán el primer test en la manifestación de este viernes 11 de septiembre, en lo que se ha convertido en la tradicional muestra de fuerza de los secesionistas, ya que reúnen desde 2012 a decenas de miles de catalanes al grito de independencia.
Ese año, muchos catalanes que defienden el derecho a decidir, pero no la independencia, denuncian que esta convocatoria bautizada como la «Vía libre para la republicana catalana», es solo un acto a favor de la lista de Mas, como demuestra que la Asamblea Nacional Catalana (ANC), que organiza la marcha, forma parte de la coalición Junts pel Si.
Y es que las encuestas confirman que la sociedad catalana este profundamente dividida ante la independencia.
Un sondeo de esta semana recuerda que solo el 12 por ciento de los catalanes defiende que el nuevo Gobierno regional proclame la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) si obtiene una mayoría de escaños pero no de votos.
El 46,3 por ciento de los catalanes defiende que los secesionistas sólo pueden proclamar la secesión unilateral si ganan en votos y en escaños, mientras que para el 31,1 por ciento de ningún modo se puede hacer una DUI.
Según la encuesta del Gabinete de Estudios Sociales y Opinión Pública (GESOP) para el diario catalán El Periódico, el 43,9 por ciento de los catalanes desea «un acuerdo con España para dotar a Cataluña de más autogobierno», mientras que el 39,3 por ciento intuye que será así como el proceso soberanista finalizará. Solo el 21,8 por ciento ve la secesión en el horizonte.
El último varapalo para los independentistas llegó este lunes del propio Ayuntamiento de Barcelona. La capital catalana, controlada por Barcelona en Comú, una coalición que impulsa Podemos y la izquierda excomunista, no se sumará a la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI).
La decisión aparece tras un año convulso que ha sacudido al establishment político de España. El primer susto llegó en mayo, cuando una serie de frentes populares de izquierda tomó al poder en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades españolas.
Golpeados por una serie de escándalos de corrupción, los partidos conservadores y socialistas han ido perdiendo terreno ante las nuevas fuerzas como el liberal Ciudadanos y la izquierda que lidera Pablo Iglesias con Podemos.
Y así Barcelona, la joya de la corona de los nacionalistas, amaneció tras las elecciones de mayo menos secesionista. Los barceloneses dieron su apoyo a la activista Ada Colau, con un programa más social que nacional.
Pocos dudan de que Mas haya hecho coincidir las elecciones precisamente en una semana de fiesta mayor en Barcelona, en la que muchos votantes preferirán la playa a las urnas. Una menor participación en Barcelona favorecerá a los secesionistas.
En las elecciones regionales, los independentistas se enfrentan a otro frente popular, Catalunya Sí que es Pot (Cataluña Sí se puede), formado por Podemos, los verdes y otros grupos izquierdistas.
Otro partido clave es el liberal y constitucionalista Ciudadanos al que las encuestas sitúa en segundo lugar al aunar los votos de los catalanes molestos con la independencia.
Poco pueden hacer los socialistas que venden una tercera vía, la federalista, una propuesta que llega tarde, a pesar de que sería la apuesta de la mayoría de los catalanes
Todo indica que el 28 de septiembre amanecerá como el 26 de septiembre, con unos ciudadanos profundamente divididos ante la independencia y con unos políticos tanto en Barcelona en Madrid interesados en perpetuar el conflicto.
Con las elecciones generales a la vuelta de la esquina, habrá que esperar a enero de 2016 para que aparezca un poco de luz al final de túnel catalán.
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Es fascismo en estado puro. Disfrazado de progreso.
Pretender imponer la voluntad de 2 millones de personas ( los independentistas ) a 7’5 millones ( población total ) es fascismo. Lo maquillen como lo maquillen.
Una muestra más de la escasez de cerebro entre los humanos.
Y Dios encargó al diablo la independencia de Cataluña… para castigarla. Así que igual llega.