El Consejo Nacional de Transición ha prometido a París galo que le entregará el 35% de los nuevos contratos petroleros que se firmen tras la caída de Khadafy.
El derrocamiento de Muammar Khadafy es una guerra tan francesa como el champagne o el queso brie. Los estadounidenses ni siquiera la llaman guerra. Para Washington es una “acción cinética” o una operación de cambio de régimen disfrazada de “operación humanitaria” encabezada por el Consejo Nacional de Transición (CNT), que es una invención francesa.
A instancias de Francia, Naciones Unidas reconoció a los impostores del CNT como el gobierno “legítimo” de Libia, al igual que avaló la actuación de la Otan, que no tenía un mandato de la ONU para pasar de una zona de exclusión aérea a bombardeos “humanitarios” indiscriminados, culminando en el actual sitio de Sirte.
Desde el principio, la implicación de Francia en la guerra de Libia ha sido mayúscula. Sus diplomáticos y ministros han tenido reuniones secretas con las diversas facciones desde los inicios del conflicto, y además tomaron la delantera militar en los primeros pasos de la misión de la Otan en el espacio aéreo libio.
En cierto modo, Francia ha estado “moldeando” el conflicto desde el principio.Con excepción de Nicolas Sarkozy, todos los demás son actores de reparto. El plan para derrocar a Khadafy comenzó en octubre de 2010 cuando el jefe de protocolo del líder libio, Nuri Mesmari, desertó en París, fue reclutado por la inteligencia francesa y se tramó un golpe de Estado, involucrando a desertores en Cirenaica.
Uno de los motivos de Sarkozy para atacar Libia fue que los bancos franceses le advirtieron que Khadafy estaba a punto de transferir sus miles de millones de euros a bancos chinos. Por lo tanto no se podía aceptar que Libia se convirtiera en un ejemplo para otras naciones árabes o fondos soberanos.
Las corporaciones francesas también alertaron que Khadafy había decidido no seguir comprando aviones de combate en París y que no iba a contratar a los franceses para construir una planta nuclear, porque estaba más preocupado por invertir en servicios sociales.
Por su parte, la petrolera Total quería un trozo mucho mayor de la torta energética libia, que estaba siendo aprovechada, en gran parte, por ENI de Italia, desde que el primer ministro Silvio Berlusconi había cerrado un complejo acuerdo con Khadafy. Todo esto significó una sentencia de muerte para el régimen libio.
Esta semana, cuando la batalla parece estar llegando a su punto final, el diario francés Libération ha revelado una carta que confirma lo que todo el mundo sospechaba.
Según Libération, el Consejo Nacional de Transición ha prometido al país galo que le entregará el 35% de los nuevos contratos petroleros que se firmen tras la caída de Khadafy. El diario ha tenido acceso a una misiva del ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé, que confirma esta información. La carta está fechada 3 de abril de este año, sólo 17 días después de la resolución de la ONU sobre la ayuda a los rebeldes libios.
A cambio, ellos conseguirán de Francia “apoyo total y permanente” a la CNT. Si finalmente este acuerdo se lleva a término, como todo parece indicar, Italia quedará desplazada como primer comprador del “oro negro” libio.
Juppé ha tratado de dotar al acuerdo de un halo de “informalidad”, afirmando que no estaba del todo cerrado, y que era lógico que la CNT quisiera que “en la reconstrucción de Libia participen principalmente quienes apoyaron la revuelta. A mí me parece bastante lógico y justo”, aseguró el responsable de Exteriores galo. El número uno del Consejo Nacional de Transición, Moustapha Abdeljalil, informó que “los Estados se verían recompensados según fuera el apoyo que han dado a los insurgentes”.
Fuente: http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=News&file=article&sid=5934