Durante meses, miles de bomberos han estado combatiendo incendios arrasadores en los resecos bosques de California, azotada por una sequía.
La mayoría son empleados del servicio de incendios estatal pero cerca de una tercera parte son reclusos, que ganan dinero y la pronta libertad a cambio de realizar el extenuante, sucio y peligroso trabajo.
Cuando el pintor Henry Cruz fue enviado a la prisión de San Quintín hace tres años por un crimen del cual no quiere hablar, nunca pensó que pasaría parte de su sentencia combatiendo incendios.
Pero eso es lo que ha estado haciendo durante los pasados 18 meses.
«A veces da miedo pero, al mismo tiempo, me hace sentir bien. Ser un bombero es un privilegio, te hace sentir como si estuvieras en la civilización».
«Me gusta salvar la naturaleza y a veces a la gente», asegura. «Me hace sentir como un héroe».
«Ser bombero es un trabajo duro», dice el preso de 29 años James Sharp, de Sacramento.
«Cargas equipo de más de 18 kilos de peso. Está definitivamente caliente, estás constantemente sudando», dice.
«Trabajamos turnos de 24 horas y el último incendio en que estuve, en el de Rocky en el Condado de Lake, que quemó unos 280 kilómetros cuadrados y amenazó casas, ocurrió en un terreno muy inclinado. Teníamos que llegar en helicóptero y caminar unos 16 kilómetros para salir de allí al final del día. Fue muy intenso y continuó durante 32 días seguidos. Yo estaba muy cansado y agotado».
Cruz y Sharp son dos de los casi 4.000 reos bomberos en California.
El estado, que ha sufrido algunos de los mayores incendios forestales y tiene algunas de las prisiones más sobrepobladas del país, ha estado utilizando reclusos para combatir fuego desde 1946.
Todos los bomberos son voluntarios, pero no todos los que se proponen como voluntarios son aceptados.
Los reclusos condenados por crímenes categorizados como «serios» o «violentos» no son elegibles, dice Bill Sessa, portavoz del Departamento de Correccionales y Rehabilitación del Estado (CDCR).
Esto descarta a los condenados por asesinato, secuestro, violación y otros crímenes sexuales, asalto violento y, como se esperaría, incendio provocado.
Los reclusos también deben tener un registro de buena conducta para ser aceptados y sólo pueden solicitar participar si están retenidos en una institución de seguridad media o baja.
Hay incentivos para participar en el programa. Los bomberos presos ganan US$2 al día, más US$1 por hora cuando están en el exterior combatiendo un incendio, lo cual se compara con el tasa actual de entre 10 y 35 centavos la hora por un empleo pagado en prisión.
Esto también puede acelerar la liberación de un recluso. Mientras la mayoría de los presos en California tienen derecho a créditos «del día tras día» por buena conducta, los bomberos ganan una reducción de dos días de su sentencia por cada día que están trabajando en un incendio.
Beneficios
Uno a uno estos beneficios se van añadiendo, dice el recluso bombero de 27 años Bryan Earnhart.
«Me han reducido casi seis meses de mi sentencia. La paga puede no sonar mucho, pero mientras el último incendio se extendía obtuvimos unos US$800», dice.
Pero igual que Henry Cruz, no sólo lo hace por el dinero.
«Después de estar encerrado, esta es una experiencia que no puede igualarse. Vuelo en helicópteros… he aprendido el oficio de manejar una sierra. He entrado y salido de prisión durante cinco años, pero esta es la primera vez que realmente quiero vivir de forma correcta una vez que salga», dice.
Los bomberos reclusos no esparcen agua desde mangueras o helicópteros. Esos trabajos son realizados por bomberos civiles empleados por el departamento de bosques y protección contra incendios de California (Cal Fire).
Pero el equipo de entre 12 y 14 reclusos, supervisado por un capitán bombero, a menudo tiene que trabajar en el margen de los incendios combatiendo llamas de más de 30 metros de altura.
Utilizan herramientas manuales, como motosierras, hachas y rastrillos, para contener las llamas cortando la vegetación alrededor de éstas y patrullando áreas después de que se apagó un fuego para asegurarse de que éste no vuelva a encenderse.
«Su trabajo es extremadamente peligroso», dice Sessa.
«Hay algunas lesiones graves cada año, cuando los reclusos reciben un golpe en la cabeza por un árbol que cae, escombros arrojados por el viento o se rompen un brazo», afirma.
Pero no recuerda que en los 10 años que ha estado trabajando para el CDCR haya habido muertes de presos.
En general, los reclusos realizan más de tres millones de horas de trabajo de respuesta de emergencia y le ahorran al estado unos US$80 millones cada año, calcula la CDCR.
«Los presos hacen un trabajo difícil en un terreno denso y desagradable», afirma Lynette Round de Cal Fire.
«Son esenciales para contener el fuego».
Cuando no están combatiendo incendios, viven en 43 campamentos esparcidos a través del estado, muchos en medio del bosque o las montañas, donde llevan a cabo trabajo de prevención de incendios como depejar vegetación o trabajo comunitario como retirar basura de las carreteras.
Los campamentos están vigilados por personal de la prisión y por lo general no tienen muros o vallas electrificadas. Algunos no tienen ningún tipo de cerca.
Los alimentos son mejores debido a las calorías adicionales que necesitan los bomberos, y cuentan con instalaciones como salas de levantamiento de pesas, mesas de billar y zonas de pasatiempos.
El sargento Brian Sloat, que supervisa a los reclusos bomberos del mayor campamento de conservación de California, Glen Oak, afirma que el sistema de campamentos es el programa de rehabilitación más exitoso que ofrece el estado y que por lo general los reclusos se adhieren a las reglas.
Pero afirma que el personal tiene que ser «hipervigilante» con el contrabando, por ejemplo de drogas, alcohol y armas, y que han ocurrido intentos de escape.
«Si un recluso es violento o amenaza con violencia, todo cambia. Salen las esposas, los grilletes y las cadenas y todo se vuelve una prisión rápidamente. Ellos regresan directamente a la institución», explica.
California no es el único estado que cuenta con reclusos bomberos. El mes pasado el estado de Washington llegó a los titulares cuando un preso se escapó de un campamente de trabajo y se disparó con un arma durante un enfrentamiento con la policía.
En Nevada se han reclutado bomberos reclusos para reforzar a los equipos en California que ahora están enfrentando más incendios de lo usual tras una sequía de cuatro años.
También hay bomberos reclusos en Wyoming y Arizona, pero el programa de California es, por mucho, el más grande.
David Ball, profesor asistente de justicia criminal de la Escuela de leyes de la Universidad de Santa Clara afirma que los reclusos bomberos forman parte de un largo historial del trabajo en prisiones en Estados Unidos.
Y señala que cuando el Congreso aprobó la 13a Enmienda en 1865, que abolió la esclavitud y la servidumbre involuntaria, hizo una omisión específica a la servidumbre penal al incluir la frase «excepto como castigo por un crimen».
Algunas personas ven el uso de reclusos para este trabajo como explotador , dice Ball. Pero aunque los prisioneros no están en una buena posición negociadora, se presentan como voluntarios.
¿Se sienten explotados o sobornados para poner sus vidas en riesgo?
Traveon, de 22 años, afirma que la mayoría de sus compareños prefieren estar en el exterior frente a un incendio que detrás de las rejas.
«Los capitantes de incendios son muy experimentados y no nos pondrían en una situación en la que no se sienten cómodos. Sí, es difícil, pero la gente está agradecida. No estoy diciendo que esto es una aventura pero es una experiencia vital, y espero que cuando sea libre esto me de una mejor oportunidad de conseguir un empleo», expresa.
Earnhart está de acuerdo en que no es una vacación.
«No diría que somos esclavos, pero nunca he trabajo tan duro en mi vida», expresa.
Pero reconoce que el programa le ha dado un nuevo sentido de propósito.
«La gente sabe que somos reclusos bomberos porque estamos vestidos de naranja. Pero te vitorean porque estás allí afuera protegiendo los hogares de la gente. Te colocan carteles de «Gracias» y te traen pastel de manzana. Se siente muy bien», afirma.
«Cada vez que se escuchan las sirenas y salimos al incendio siento una descarga de adrenalina», agrega.
En dos meses será liberado y está pensando solicitar entrada al equipo élite de bomberos especialmente entrenado para combatir incendios fuera de control.
Cal Fire asegura que es posible que los bomberos reclusos hagan esa transición, pero no puede decir cuántos de ellos lo han logrado.
Cruz también está considerando cambiar su brocha de pintura por una manguera.
«Siento que esto me ha dado una segunda oportunidad» expresa.